“Manejar las tecnologías de la comunicación no nos hace mejores docentes”

“Manejar las tecnologías de la comunicación no nos hace mejores docentes”

Esther Levy, doctora en Educación, habla de las herramientas imprescindibles para afrontar los desafíos que plantea enseñar en la virtualidad.

“Manejar las tecnologías de la comunicación no nos hace mejores docentes”

Desde hace más de un año casi no se habla de otra cosa en el universo educativo. La enseñanza a distancia, mediada por las plataformas digitales, es tema de incontables debates. En el ámbito universitario el cimbronazo pandémico generó una “fiebre virtual” que redefinió, por una obligación sanitaria, el vínculo entre docentes y estudiantes. “Pero manejar las tecnologías de la comunicación no nos hace mejores docentes”, advierte Esther Levy, coordinadora académica de un curso de posgrado que organiza la Facultad de Filosofía y Letras (UNT). El tema del curso pasa, justamente, por todo lo referido al dictado de clases a partir de la virtualidad. Los qué, los cómo, los por qué y los para qué de prácticas que los docentes están repensando desde el minuto cero de la cuarentena.

- ¿Cómo se garantiza el derecho a la educación en un contexto de desigualdad social, reflejado en este caso en los problemas de conectividad?

- Garantizar el derecho a la educación no lo hace ni el mercado ni particularmente cada uno, sino que es el Estado el que tiene que generar las condiciones necesarias. Conocí a la decana de Filosofía y Letras (Mercedes Leal) a partir de su experiencia en el Instituto de Formación Docente, un espacio en el que siempre se organizaron cursos para los distintos niveles de la educación obligatoria. Ante la pandemia ella entendió algo muy interesante: los docentes universitarios hacemos maestrías y doctorados, todo en función de nuestras disciplinas, pero había algo que nos estaba poniendo en jaque y era cómo enseñar en la virtualidad. Así se generó un proyecto en el que se anotaron 5.000 docentes universitarios de todo el país, un curso virtual en el que se trabajó con herramientas para mejorar las prácticas de enseñanza, en particular en contextos mediados por la virtualización. Fue un momento en el que todos los niveles del sistema educativo nos encontramos con esta disyuntiva: ¿qué hacemos si no podemos estar en las aulas? Es un ejemplo de política pública, con la que se generan condiciones para el ejercicio de los derechos, en este caso a la educación, con un Estado presente.

- ¿Este curso de posgrado sigue esa línea de acción?

- La virtualidad existe desde hace años, al igual que las ofertas de educación a distancia, pero ahora a la masividad del sistema educativo se le impuso esta contingencia. Por eso es tan valioso generar espacios de formación, que incluyen una reflexión sobre las prácticas. Llevamos años enseñando de una manera: en un aula, con un cronograma, una tiza y un pizarrón. Hay que repensar cómo hacemos, sin esa presencialidad, para llevar adelante nuestro proyecto pedagógico en otras condiciones. Poner en valor lo que cada docente trae y resignificarlo a la luz del nuevo escenario. Los docentes universitarios sabemos de qué se trata lo que queremos enseñar, pero no todos sabemos enseñar. Generar un curso de posgrado para mejorar las prácticas de enseñanza es una herramienta que tiene mucho valor. Hubo cuatro años en los que se desmantelaron las políticas de conectividad e inclusión digital en el país -como los programas Conectar Igualdad o Arsat-, de lo contrario este escenario de virtualidad compulsiva nos hubiera encontrado mejor parados.

- La pandemia obligó a mudar el soporte para la enseñanza, pero los métodos siguieron siendo los mismos. ¿Cómo se construye un nuevo paradigma pedagógico para la virtualidad?

- Esto lleva tiempo y formación. Ahora estamos hablando de cómo enseñar en contextos de incertidumbre. No sabemos qué está pasando del otro lado de la pantalla cuando estamos en un Zoom. Sospechamos que los estudiantes están prestando atención, ya sea porque participan o porque nos están mirando. Aunque no estamos viendo la totalidad del curso. Pero no es la virtualidad la que cambia el paradigma pedagógico, lo que cambia son las condiciones del vínculo con los estudiantes, que nos obligan a incluir estas tecnologías que ya existían, pero que no necesariamente utilizábamos.

- El eje del debate, entonces, está corrido...

- No está mal incluir tecnologías, pero son el soporte para la enseñanza, no el eje de la enseñanza. Esto es muy importante: manejar las tecnologías de la comunicación y de la información, digamos la digitalidad, no nos hace mejores docentes. Lo que nos brinda es otra forma de llegar a los estudiantes. Lo que hay que hacer es trabajar desde la pedagogía, porque cuando nos preguntamos qué, para qué y cómo enseñamos es cuando le encontramos sentido al uso de las tecnologías, y no al revés.

- ¿Cuáles son los aspectos básicos para reformular la relación docente-estudiante en este nuevo marco?

- Lo primero que nos tocó hacer en el primer año de pandemia -y esperemos que no se alargue tanto- es encerrarnos en casa con la posibilidad de conectividad que tenía cada uno. Hay estudiantes que se conectan sólo a través del crédito del celular, que sabemos que es un recurso finito. Lo interesante es repactar la dinámica, escucharse, entender que lo que se puso en tensión a partir de este escenario no planificado fue el derecho a la educación y el derecho al trabajo. Los trabajadores y trabajadoras docentes encontramos condiciones bastante incómodas, inciertas, difíciles. Muchos no usábamos las plataformas de la universidad. Muchas Facultades no tenían en funcionamiento pleno sus plataformas. Tenemos que reacomodarnos en un vínculo pedagógico que cambió transitoriamente de formato, porque vamos a volver a la presencialidad, la pandemia en algún momento va a terminar. Pero el encuentro en las aulas ya no va a ser como antes. Incluyo el tema de la evaluación, que no es menor; es parte de la enseñanza y del aprendizaje. No es una instancia separada, coercitiva ni controladora. Hay que entenderla como un insumo para ver por dónde va el aprendizaje de los estudiantes y por dónde va nuestra propuesta de enseñanza.

- ¿Entonces se impondrá un nuevo diseño de algo tan tradicional como es la educación superior en la Argentina?

- En ningún sentido vamos a volver a esa antigua normalidad que hoy idealizamos. Pensemos que la presencialidad tenía muchos problemas. Pero vamos hacia otra normalidad que va a estar impregnada de la historia reciente, de este cimbronazo de distancia y de virtualidad. Habrá que capitalizar los aprendizajes. Nos quedó claro que el docente es irreemplazable, porque, como decía Paulo Freire, educar no es transmitir información. Para eso se puede apelar a Internet o a un libro. Lo importante es cómo el docente media en este vínculo entre el conocimiento, la experiencia, lo que traen los estudiantes. Mejorar las prácticas de enseñanza tiene impacto directo en los aprendizajes de las y los estudiantes. A esta relación de docente y alumno tradicional en la educación superior hay que problematizarla, redescubrirla, repactar el lugar de cada uno a la luz de lo que vinimos haciendo. La presencialidad en las aulas es necesaria, pero también hay otras formas de encontrarse que complementa esa presencialidad.

- ¿Cuáles son las herramientas que necesitan los docentes cuando los recursos, en estos casos tecnológicos y pedagógicos, son escasos?

- Creo que no hay recursos escasos en términos pedagógicos. La herramienta básica es la creatividad y la formación. Los recursos en sí mismos no garantizan la enseñanza; ayudan y mucho. Sin recursos tecnológicos todo hubiera sido mucho más difícil. El docente necesita adaptar su proyecto pedagógico a este contexto. Tampoco el secreto está en cómo manejar estos recursos; con un instructivo o un tutorial eso se resuelve. Lo que necesitamos es formación docente en aspectos pedagógicos, que nos permita resignificar el lugar de lo que es la transmisión de conocimientos mediado ahora por las tecnologías.

- En lo que hace al diseño y producción de materiales didácticos para la educación virtual, ¿qué parte de responsabilidad le cabe al docente y qué parte a la unidad académica?

- A pesar de lo difícil que fue el 2020, muchas unidades académicas han logrado acompañar al docente. El docente no es alguien que entra y sale de la Facultad sin aportar ni llevarse nada. Es un trabajador que aporta conocimiento, formación y muchas veces se lleva más preguntas de las que tenía antes de entrar. Acompañarlo es fundamental, sobre todo cuando necesitamos alguna orientación. En el diseño de materiales trabajar con otros docentes es importante y eso lo propicia la unidad académica. El campus de las universidades ha sido fundamental en todo este proceso.

- Es el año del centenario de Paulo Freire y pasó más de medio siglo desde la edición de su “Pedagogía del oprimido”. ¿Puede encontrarse en la educación digital un componente emancipador y no una forma distinta de alienación?

- Voy a tomarme el atrevimiento de pensar lo que diría Freire, con el que trabajo mucho. Él diría que no es el soporte lo que hace emancipatorio al proyecto educativo, sino la capacidad de lograr que nuestros docentes y estudiantes sean reflexivos. Que se interroguen acerca de la injusticia de un mundo que es de todos pero que tiene lugar para pocos. Freire pensaría que la educación es emancipatoria en tanto y en cuanto permite este diálogo entre el docente y el alumno. El docente sabe algo que el estudiante no sabe, pero también es al revés. Poner en discusión estas miradas sobre los conocimientos académicos o conceptuales permite pensar en un mundo para todos, donde cuidemos los recursos naturales, respetemos a los demás pensándonos como parte de una comunidad. No es el soporte, sino cómo usamos el soporte y para qué.

Intensa vida académica

Esther Levy es doctora en Educación; docente de grado en la Universidad de Buenos Aires y en la Universidad de la Patagonia Austral. Es, además, especialista en pedagogía y en gestión y planificación de políticas sociales; investigadora y consultora de organismos de gestión educativa.

“Manejar las tecnologías de la comunicación no nos hace mejores docentes”

El curso de posgrado

Módulos y especialistas para las actividades que se inician el mes próximo

“Enseñanza universitaria en entornos virtuales: aportes críticos para repensar las propuestas pedagógicas-didácticas de las clases” se titula el curso de posgrado (virtual tutorizado) que organiza la Facultad de Filosofía y Letras (UNT). La carga es de 60 horas y constará de tres módulos, a dictarse entre el 6 de abril y el 31 de mayo. 

Esos módulos son:                        

- Docencia universitaria y enseñanza virtual: el aporte de la pedagogía crítica, a cargo de las Dras. Esther Levy y Fernanda Juarros (UBA-UNPA).    

- Perspectivas pedagógico-didácticas en la enseñanza universitaria en entornos virtuales, a cargo de la Prof. Mg. María Mercedes Martín (UNLP).     

- Diseño de producción de materiales didácticos en entornos virtuales para la educación superior universitaria, a cargo del Prof. Mg. César Barletta (UNLP).

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