Cartas de lectores
Cartas de lectores
03 Marzo 2021

Vinazas y sustentabilidad

Buscar nuevas fuentes de energía es una necesidad que está fuera de discusión en el mundo. Lo que se analiza en el caso de Tucumán no es si se debe producir alcohol o no sino que hacer con los residuos que se generan como son las vinazas. La generación de vinazas no genera precisamente agua destilada y desde hace muchos años fueron consideradas un residuo y como tal no se las trataba ni se buscan soluciones para su reuso. Mas aún, conociendo que las mismas tienen una acidez considerable, que poseen un alto contenido en materia orgánica, que producen gases de efecto invernadero, eran arrojadas a los ríos. Desde el plan alconafta hasta el presente, la situación no ha cambiado mucho. Y ahora se agrega que cuando se habla del tema se trata de desacreditar al oponente, cuando en realidad es necesario que el gobierno cree los escenarios necesarios para que la industria, la academia y los políticos busquen soluciones en el corto, mediano y largo plazo. Buscar soluciones a la generación de vinazas en Tucumán no es un tema menor y para poder hablar de soluciones integrales el tema debe ser incorporado en las mesas en las que se trate el tema de los biocombustibles. Se argumenta que la instalación de plantas de reuso de las vinazas tiene un período de repago largo. Esto es para analizar financieramente a nivel de gobierno y empresarios, pero de ninguna manera debe ser un motivo para seguir generando vinazas como si no pasara nada. Tanto los combustibles fósiles como las vinazas están exentos de reparar o compensar los daños que ocasionan. Y se debe trabajar en eso, es decir en políticas públicas que tengan en cuenta esas externalidades que hasta el momento producen todo lo contrario a lo que pregona tanto la encíclica del Papa Francisco como lo que dice el desarrollo sustentable pregonado por Naciones Unidas desde hace años. Evidentemente hay mucho para hacer, pero lo que no podemos seguir haciendo es mirar al costado.

Juan A. González

San Juan 158

Lules

San Pedro de Colalao

Cuánta tristeza me produjo la hermosa villa veraniega San Pedro de Colalao. Cuánto abandono por parte de las autoridades. Basura acumulada por días y días, ya que no pasa con la frecuencia necesaria el recolector de residuos. Cortes de luz y de agua por varias horas. Muchísimas cuadras sin iluminación. Calles intransitables: avenida del Moral -ex camino a Chulca-, calle Las Heras, camino a la Reserva y muchas otras arterias, en estado calamitoso, ya no tienen pozos, tienen cráteres. ¿Qué está pasando? ¿Y el delegado comunal? ¿Qué hizo en los meses anteriores para tener todo en condiciones para la temporada? Evidentemente no realizó nada, porque de haberlo hecho, todas estas situaciones lamentables no se hubieran dado. Sr. delegado y autoridades municipales y provinciales, gobiernen para que el turista no sólo vaya a San Pedro de Colalao, sino para que también vuelva, ya que un porcentaje grande de sus habitantes y todo el comercio viven gracias al turismo.

Susana del V. Aguirre

Juan Posse 1.409

San Miguel de Tucumán

El río Salí

He leído, con mucha atención LA GACETA del domingo 28 de febrero en la cual el Observatorio de Fenómenos Urbanos y Territoriales, a través de sus miembros, Marta Casares y María P. Llomparte, como también las palabras de Marcos Mollerach, donde se plantea un análisis de la situación del río Salí y de los recursos hídricos de la Provincia. El Salí, cuyo nombre originario fue “Salino” cuando fue descubierto por los conquistadores españoles y que, al recibir las aguas de sus afluentes del sur pierde su salinidad y se lo “bautizó” como Dulce, es realmente la mayor cuenca hídrica tucumana, de la que dependen en cierto modo, muchas de nuestras actividades. Es mi deseo expresar mi concordancia con toda la información y opiniones vertidas por este equipo de profesionales que, entiendo, tratan el tema con una palpable idoneidad y honestidad. Y uno advierte, en esta lectura, que el progreso de Tucumán verdaderamente, está ligado a la mirada planteada en este informe, en este estudio. Y, desde mi humilde lugar, me sumo a esta teoría, porque es correcta, porque la cultura de los gobiernos que administraron la provincia sembraron su propia cultura en la gente, y la acostumbró a pensar en el “no se puede”, a ser conscientes de que Tucumán es y será así: descuidado, sucio, al límite de caer en la miseria. ¿Qué dirán aquellos turistas que arriban de lugares que poseen también ríos que atraviesan sus ciudades y están orgullosos de tenerlos? Tampoco el gobierno pone énfasis en los factores que afectan esta situación, como la tala indiscriminada, la falta de cultura ambiental, los defectos con que se construyen y se tratan los canales, el tratamiento de los residuos sin que taponen los desagües, la falta de estos últimos, y todo lo que hace a la infraestructura de la ciudad (lo que no se ve, por estar bajo tierra), la falta de recursos para proveer de más agua potable, y tendríamos muchos etcétera  más. No puedo menos que animar a este Observatorio a que insista, hasta el cansancio, sobre este tema, hasta sembrar conciencia en las autoridades para que “tiendan el ala” hacia este tipo de problemas que nos inquieta. Que logren reparar, de a poco, todo lo que no los preocupó durante años.

Enrique Julio Ortega

La causa de nuestros males

El domingo pasado me encontraba impaciente en casa esperando la visita de un gran amigo, en momentos en que mi yerno leyó un mensaje en su celular y me dijo: “Don Daniel, usted espera como al Mesías a don Miguel (así se llama mi amigo) y él está en San Pedro. Mire la publicación que acaba de hacer”. Y antes de que llegara yo a ver lo que él quería mostrarme, mi nieto, de seis años, dijo riendo: “Mi papá habla del Mesías y nunca lee la Biblia”. Mi yerno no se dio cuenta de lo que su niño dijo; en cambio a mí me impactó su inesperada expresión. E inicié mi reflexión acerca del hecho. Yo tengo 63 años y recuerdo que, cuando era niño, era muy común escuchar de boca de la gente mayor, expresiones de los evangelios vinculadas a la vida diaria. Expresiones tales como la ya aludida “esperando como al Mesías”, o “sudaba gotas de sangre en mi trabajo”; “ella va, hace las compras y antes de que cante un gallo ya está de vuelta”; “él no quiso intervenir, simplemente se lavó las manos”; “hace diez años que cargo esa cruz”; “yo tengo que ser el Cirineo para todos y a mí nadie me ayuda”, etc. Supongo que si la gente usaba esas expresiones, era porque hacía lo que justamente mi nieto le reprochaba no hacer a su padre: leía la Biblia. O, aunque sea, los evangelios, no hace falta leer la Biblia entera. Así, también, esa lectura era fuente de inspiración para vivir una vida más virtuosa, tanto en lo personal, como en lo familiar y social. Muchas veces nos quejamos de cómo vivimos y nos preguntamos cuándo comenzó este descalabro total que padecemos. La respuesta es simple: todo empezó cuando nos olvidamos de Dios.

Daniel Chavez

Temas Tucumán
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