Cómo frenar el consumismo en los niños

Cómo frenar el consumismo en los niños

Hay que aprender a decir “no” ante las demandas exacerbadas y proponer vías de diversión alternativas. Los rituales navideños y el acompañamiento durante los juegos son la clave.

Cómo frenar el consumismo en los niños

Querido Santa:

Este año me porté muy bien. No hice (casi) renegar a mi familia y saqué buenas notas en primer grado. Te mando la lista de los 15 juguetes que me gustaría para Navidad.

Al igual que la presencia del arbolito o el pan dulce, las fiestas están marcadas por el consumismo y -en el caso de los chicos- diciembre es el mes del “comprame” y “lo quiero”.

“La festividad se asocia de primeras a los obsequios, lo cual resulta nocivo cuando los más pequeños miden su felicidad y autorrealización a través de la cantidad y la calidad de los presentes que reciben. La mayor parte del tiempo no nos damos cuenta del mal ejemplo y la manera en que moldeamos el materialismo excesivo en nuestros hijos”, comenta la terapeuta infantil Flavia Carmona.

Entonces, ¿cómo podemos frenar esta conducta? La situación es complicada (en especial al pensar en el llanto, los gritos y las pataletas en algún comercio) pero para la psicóloga Luciana Ruiz Álvarez la primera medida es ser claros con nuestra capacidad económica para brindarles los regalos.

“Con los niños (de cuatro a seis años) el relato se puede plantear como un cuento y decirles que en este momento hay menos dinero y, quizás, Papá Noel sea incapaz de conseguir lo que pidieron. Debemos aprender a decir no, siempre dando sustentos o justificaciones y ofreciéndoles salidas alternativas”, explica. Por ejemplo, frente al juego de mesa importado, la propuesta podría ser confeccionarlo con plantillas de internet o adaptar el personaje de la muñeca que vieron en la tele a opciones artesanales tejidas.

A largo plazo esto permitirá que ellos sean capaces de aceptar las respuestas negativas sin ofuscarse. “Las demandas constantes de los niños y nuestra entrega suelen confundirse con amor cuando, en realidad, este sentimiento implica a veces marcar límites. Tenemos que educar a nuestros hijos para que toleren la frustración. Es impresionante cómo la necesidad de darles todo impacta también en la escuela y en sus amistades. El resultado son pequeños muy demandantes que después se chocan con una barrera cuando el mundo no responde a sus exigencias”, acota Ruiz Álvarez.

Otro punto importante para evitar escraches públicos al señor Claus es dejar de hacer promesas imposibles. “La infancia se considera una etapa sensible a los dichos de los adultos y necesitamos mantener un vínculo de fiabilidad con los chicos. Debemos darles pruebas de que pueden confiar en nuestra palabra. Asegurarles algo sólo para zafar en un local o paseo los lleva a sembrar ilusiones injustificadas que (al sumarse como muchas micro mentiras) se tornan nocivas para la relación familiar”, enfatiza Carmona.

Además, antes que repartir cajas al pie del pino, la profesional sugiere desviar el foco de atención a la presentación de los juguetes y los ritos navideños en sí mismos. “Para contrarrestar los ataques de disconformidad es bueno sumarle fantasía a la experiencia de la entrega. Por ejemplo, al envolver los objetos de forma divertida (con muchos papeles y relleno), esconderlos para iniciar una búsqueda del tesoro o regalarles algo que se disfrute sólo durante esa noche: un disfraz, el alquiler de una cama elástica o inflable para las cenas grupales, etcétera”, detalla la terapeuta.

¡Qué te dure!

Con un esfuerzo de 12 cuotas y 5% de interés, lograste comprarle la pelota de fútbol que quería. Él se la merecía y la cosa iba bien, hasta que luego de tres meses hubo que ponerle parches para que no se desinfle y las punteras de los botines quedaron destruidas después de visitar a sus amigos. “¿Para qué me gasto si ellos no cuidan ni aprecian lo que tienen?”, pensamos presos del enojo/cansancio.

Esta clase de situaciones son las que deben llevar a la reflexión y mea culpa dado que -a veces- la niñez es un diminuto retrato de la adultez. “Acá debemos partir de nuestras propias prácticas porque cuando pasa de moda el celular que tenemos, lo cambiamos. Hay que darles el ejemplo y evitar mostrarles un mecanismo en el cual las pertenencias son por completo desechables y obsoletas. Además, es diferente el nivel de cuidado que ellos tienen según de dónde y de quién viene ese regalo”, aclara Ruiz Álvarez.

De igual manera, la especialista relaciona estas idas al hospital de peluches desmembrados con la atención que les prestamos a los encuentros lúdicos familiares. “En ocasiones los juguetes se rompen o arruinan porque no hay alguien a la par que intervenga diciendo: ‘más despacio’ ‘hacelo así, con delicadeza’... Al jugar solos, los niños pueden destruir los regalos por ansiedad o mero desconocimiento. Cuando ocurra evitemos buscar un remiendo permanente porque es sano que ellos soporten la pérdida de aquello que rompieron y sepan andar con eso”, explica.

Desde el buzón

Entre los métodos para mitigar el clamor material, la coach ontológica Marta Hynes aconseja implementar la regla de los cuatro regalos.

“Al hacer la carta, hay que decirle a los niños que escriban cuatro cosas que anhelan recibir en las fiestas y según estos parámetros: un objeto que desean mucho, algo que los lleve a pensar o reflexionar (como un libro), un obsequio que necesiten de verdad y -por último- otro que les sea de utilidad para sus hobbies”, indica. Mientras ellos arman la lista, nuestra función será acompañarlos con preguntas del tipo ¿por qué te gusta?, ¿tenés algo parecido?, ¿con quién vas a jugar?.

“La actividad permitirá que hagan una evaluación consciente del acto de dar y recibir. Además, es mejor terminar la carta durante la primera semana de diciembre para evitar el alto estímulo de publicidades o que su escrito sea influenciado por los comentarios de sus pares o charlas de terceros”, agrega.

Y atención, porque los sueños navideños son poderosos. “Hay que leer entre líneas la esencia de sus deseos. La inocencia de los niños los lleva a desear una mascota para sentirse acompañados o un auto/avión para visitar a kilómetros de distancia o en el cielo a un ser querido que extrañan. Descifrar el mecanismo y las emociones que los llevan a pedir ciertos objetos permite combatir en conjunto aquello que los asusta o lamentan”, aclara Hynes.

Ya sabés algunos trucos, ahora falta que Papá Noel salga del Polo Norte con la documentación pertinente y su barbijo y haga el clásico recorrido alrededor del mundo.

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