03 Diciembre 2020
La sociedad discute en estos días el impacto de los tuits discriminatorios de los jugadores de Los Pumas Pablo Matera, Guido Petti y Santiago Socino. Aunque los deportistas pidieron disculpas por los mensajes xenófobos y racistas expresados hace ocho años, la Unión Argentina de Rugby ha tomado medidas, separándolos momentáneamente del equipo. Al mismo tiempo, se ha entablado un fuerte debate, tanto por las sanciones a los jugadores como por el origen y la penetración en el cuerpo social de las actitudes discriminatorias. Esto último interpela a la sociedad, que en algunos aspectos se reconoce en esas actitudes, más allá de que los jugadores hayan dicho que han madurado y que hoy esos tuits no los representan.
En el ámbito del rugby, cuya imagen ha estado cuestionada a comienzos de año por el asesinato a golpes de Fernando Báez Sosa en Villa Gesell, las opiniones sobre los tuits han sido variadas, aunque se ha puesto énfasis en que en los clubes se hacen esfuerzos para incluir a distintos grupos sociales. Se destacó que todos pueden cometer errores y que, en este sentido, hay que considerar que muchas actitudes adolescentes se superan al madurar en todos los ambientes sociales.
Se entiende que muchas actitudes discriminatorias que eran ignoradas hace dos o tres décadas hoy son inaceptables socialmente, como el machismo que proliferaba en ciclos humorísticos. De hecho, el movimiento de reivindicación de la mujer está empujando a la sociedad a tomar conciencia de la discriminación, aunque el avance logrado debe tomarse con pinzas.
Sin embargo, por otra parte, el Instituto Contra la Discriminación (Inadi), que ha criticado duramente la actitud de los rugbistas, apuntó sus dardos hacia el deporte en general, al señalar que “viene llamando la atención con respecto a prácticas racistas, clasistas y discriminatorias que anidan en muchas instituciones deportivas”. Ayer, en Tucumán, la titular del Inadi dijo que hay que trabajar sobre el “entramado cultural que se construye alrededor del deporte”. Cabe recordar que el país no ha avanzado demasiado en los 20 años que han pasado desde la Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia, en Durban, Sudáfrica, de 2001. La Conferencia adoptó un Programa de acción como guía para el Estado y la sociedad civil, que se expresó en 2005 en un Plan nacional contra la discriminación: 15 años después, se intenta realizar otro plan. Es decir, falta un debate fuerte para ver cómo pueden las instituciones promover cambios en una sociedad sacudida por los conflictos. Mientras tanto, es interesante el análisis de dos especialistas consultados por LA GACETA. Por un lado, la psicóloga social Josefina Racedo propone preguntarse por el pensamiento que suele haber detrás de esos dichos, advirtiendo que es probable que esas expresiones tengan antecedentes en la formación personal, y eso interpela a los grupos sociales. Por otra parte, el psicólogo Arturo Gómez López plantea que en el aprendizaje por experiencia (como es este caso) se puede revisar los conceptos y los modos de actuar que se tenían arraigados. La clave, dice, es la empatía, ponerse en lugar del otro y entender el daño que se puede generar con las actitudes. Sería oportuno, a partir de este caso, que la sociedad comenzara a debatir cuánto la afecta y daña la discriminación. Urge que se dé el debate en todos los niveles sociales, en la educación y en la política.
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