Clink, caja

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Por Regina Martínez Riekes. Asesora financiera

Clink, caja
15 Noviembre 2020

“Sólo vemos las consecuencias cuando están delante de nuestras narices”

Tokio, en “La casa de Papel”

Brutas. Netas. Líquidas

La paz cambiaria poco tiempo duró. La tibia ilusión del Banco Central acumulando divisas rápidamente se desvaneció. En lo que va del mes, ya se desprendió de cerca de U$S 250 millones.

La venta de dólares se traduce en una reducción de reservas del Banco Central. Las reservas son los activos que tiene la entidad monetaria para respaldar los pasivos, básicamente billetes, monedas, pases y leliqs.

El total de reservas brutas o activos dolarizados alcanza los U$S 39.259 millones. Esta medida incluye fondos no propios como encajes bancarios o aquellos que surgen de algún tipo de endeudamiento. De deducir estos montos, se llega al concepto de reservas netas, que hoy totalizarían unos U$S 5.000 millones. Esta es la verdadera medida de la solvencia argentina, es decir la capacidad que tiene el país de hacer frente a sus deudas en el largo plazo.

Sin embargo, para enfrentar sus compromisos de corto plazo, deben considerarse sólo aquellos activos que puedan convertirse en efectivo rápidamente. Aquellas reservas que están constituidas en oro y derechos especiales de giro, si bien son propias, deberían primero “venderse” para poder utilizarse. Para muchos economistas, este cálculo de reservas líquidas da un número debajo de cero.

“Es el equivalente a tener todo tu patrimonio en inmuebles. Vienen a cobrarte la luz, y no tenés efectivo en caja. Podés ser solvente, pero estás íliquido”, agrega un especialista en temas monetarios.

La magia de la contabilidad

“Que el Tesoro no se financie con adelantos transitorios pero si con giro de utilidades del BCRA es como cuando mis hijos vuelven de la casa de su abuela. Yo no los dejo comer caramelos pero ellos vuelven felices del panzazo que se dan”, ironizaba esta joven actuaria tras conocerse el anuncio del ministro Guzmán.

Esta semana trascendió que el Banco Central había girado nuevamente “utilidades” al Tesoro por cerca de $30.000 millones. Pero, ¿qué utilidades genera un banco central?

Tratándose de bancos comerciales, sus ingresos se obtienen básicamente por diferencia. Es decir, el “spread” entre el costo de captación (tasa que pagan por los depósitos que reciben) y la tasa a la cual “prestan” ese dinero. Es el negocio de la intermediación financiera.

En el caso de la autoridad monetaria, la situación es diferente. Su balance muestra activos en dólares (reservas) adquiridos al sector privado a valor “oficial”, pagando un precio por debajo del valor de mercado. Sus pasivos (dinero en circulación más pases y leliqs) están en pesos. Cada vez que se produce un salto cambiario, se genera, en pesos, una “ganancia” contable. Esta semana, el tipo de cambio mayorista avanzó $0,65. En lo que va del año, acumula un avance de $20 o 33% de devaluación. He ahí la magia contable y la ilusión de las utilidades del Banco Central.

El problema son los pesos

“Hay que quemar los libros que se escribieron sobre inflación, siempre se habla de la emisión y no es ese el tema”, afirmaba el ministro Matías Kulfas dos meses atrás.

Dentro de las distintas teorías económicas que explican la inflación, el modelo de desequilibrio monetario la expresa a través de dos componentes: la inflación rezagada (componente inercial) y los rezagos del exceso de dinero (oferta por encima de la demanda real de dinero).

Es decir, a diferencia de la política fiscal cuyos efectos se ven de forma inmediata, los efectos de la política monetaria se ven en el tiempo.

Con tarifas congeladas, precios cuidados y poca circulación de gente (y por ende, de dinero), la inflación del mes de octubre alcanzó el alarmante 3,8%. Cifra superior incluso a la inflación anual de cualquiera de nuestros pares latinoamericanos, a excepción, claro está, de Venezuela.

Negar esa realidad llevó a las autoridades a pagar U$S 21 millones para importar 170 millones de billetes de  $1.000 (U$S6) desde España. Diciembre tradicionalmente es un mes de alta estacionalidad en la demanda de efectivo. Ya se perciben las eternas colas en cajeros automáticos para sacar como máximo U$S 67 (o $10.000).

Que el billete de mayor denominación en nuestro país sea equivalente a U$S 6, implica una serie de costos extra. A los costos de importación se suman los costos operativos asociados con mayor número de traslados, de carga de terminales automáticas y mayor necesidad de almacenamiento, por sólo citar algunos.

Todo este berenjenal de eventos pone en evidencia el conflicto de intereses que tiene el BCRA entre todas las variables que están bajo su influencia: tasa de interés, inflación y tipo de cambio.

Financiar la pandemia  con emisión implica un aumento de pasivos del Banco Central. Sostener un tipo de cambio bajo implica vender divisas y perder “activo”.

Mayor pasivo, menor activo, en el mundo corporativo se traduce en una quiebra. Como los países no quiebran, hagan sus apuestas para ver cómo termina esta historia.

En el mientras tanto, salgamos a prender una vela más al campo. Con la soja en alza, quizás tenemos suerte y logramos llegar hasta marzo.

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