Entrevista: Andrés Neuman y la “Anatomía sensible”

Entrevista: Andrés Neuman y la “Anatomía sensible”

“No hay nada más sospechoso y falsamente individual que nuestro cuerpo”, dice el escritor.

ANDRÉS NEUMAN. El escritor expresa su rechazo a la industria cosmética. ANDRÉS NEUMAN. El escritor expresa su rechazo a la industria cosmética.
27 Octubre 2020

Frente al ideario de belleza canónica que establece como norma la excepción y redunda en lugares comunes sobre partes del cuerpo asociadas a un imaginario de perfección, Andrés Neuman construye en “Anatomía sensible” una celebración de los cuerpos reales, a partir de una treintena de textos vitales que activan los sentidos para reapropiarse de la materialidad humana, como disputa política pero también como indagación poética sobre todo aquello que puede decir nuestra corporalidad.

Tratado, glosario o experimentación del lenguaje, el nuevo libro del escritor argentino radicado en España despliega un universo de texturas, formas, pliegues, colores y aromas, desde una escritura jugosa capaz de aglomerar poesía y aforismos con breves ensayos sobre distintas partes del cuerpo: está el ojo, el tobillo, la oreja, la boca pero también la mandíbula, el párpado, la sien y hasta el alma.

“Me generó tanto rechazo la industria cosmética y su bombardeo que durante siete años estudié cada detalle del cuerpo: tobillos, barrigas de mediana edad, pieles ásperas, talones duros, estrías. En el imaginario poético el cuerpo apenas ha merecido poemas o escenas artísticas memorables. No hay poemas de amor al codo y la caspa, no existe en la literatura ni en el cine. El cuerpo está por renarrar”, dice Neuman a Télam, por videollamada desde Granada.

Con la certeza de que tanto el cuerpo como el lenguaje son territorios de disputa, “Anatomía sensible” se inscribe en esa exploración recurrente que Neuman viene trabajando: las múltiples posibilidades que ofrece la escritura. Porque así como en este libro todos los cuerpos son bienvenidos, en su literatura también lo son las búsquedas, los géneros, las obsesiones y los registros, que van desde el humor y el juego hasta la prosa más romántica.

- En pandemia el cuerpo está muy en escena, muere, se confina, se exhibe en redes sociales, ¿cómo atraviesa el cuerpo esta experiencia?

- La literatura no sólo modifica nuestra memoria sino que condiciona lecturas porque el conflicto del cuerpo no necesita de una pandemia para que esté en el centro. Vivimos en una época de enorme opresión de los cuerpos y ni qué hablar del de las mujeres. Pero en los últimos meses se agudizó la crisis del cuerpo porque está siendo sometido a una platonización mercantilista en la que la cosmética devoró todo posible debate. Y en una época donde el campo del juego es el veto de la gordura, la censura del envejecimiento, el ocultamiento sistemático y cruel de la imperfección, la presencia solamente digital, la fantasmagorización del cuerpo, agudizó esos conflictos. Ya ni siquiera podemos confrontar de forma espontánea ese modelo opresivo con la realidad analógica del cuerpo verdadero. Estamos conviviendo con la representación despótica, cosmética y heteronormativa sin apenas refutarla con pequeños destellos de realidad en la interacción con los cuerpos ajenos.

Y en cuanto al cuerpo propio hay, a la vez, una crisis que tiene que ver con el temor, la precarización y vulnerabilidad. Se ensanchó la brecha entre esa realidad imperfecta con el imperativo público de mostrar el cuerpo sin conflictos, consumible. Y en ese sentido, las redes sociales son un campo de batalla del que no habla el libro pero ante el que reacciona porque está escrito contra la cultura del photoshop.

- ¿Cómo apareció esta obsesión de la anatomía humana, desde una perspectiva celebratoria?

- Me interesaba que el tono fuese una fiesta colectiva y de conciencia de la multitud de matices que tienen los cuerpos. Cada capítulo aborda desde todos los puntos de vista: del niño o la niña, la persona anciana, desde lo trans, lo hetero, lo gay, o sea las formas posibles de encarnar o desear cada zona de nuestra anatomía. Todo cuerpo, al fin y al cabo, es una multitud porque está hecho de la mirada ajena, de nuestra memoria, de los cuerpos que encontramos. No hay nada más sospechoso y falsamente individual que nuestro cuerpo. Me parece importante desarrollar una especie de fetichismo ampliado, donde la estría, el pelo, el pliegue, esos kilos presuntamente de más, esa piel seca, esas arrugas, forme parte de un imaginario potencialmente poético.

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