Investigación: el ser humano está programado para los finales felices

Investigación: el ser humano está programado para los finales felices

Esa tendencia suele quitar racionalidad a las decisiones que se toman en base a experiencias.

PREVALENCIA. Se recuerda, en general, los finales de cada experiencia. PREVALENCIA. Se recuerda, en general, los finales de cada experiencia.
21 Octubre 2020

A medida que pasa el tiempo, el cerebro no siempre puede evaluar de manera fiable las experiencias vividas, ya que tiende a dar un peso desproporcionado a la última parte de la situación que se ha transitado. Esto puede llevarlo a tomar malas decisiones en el caso de que se viera obligado a elegir si va a repetir o no alguna de esas experiencias.

Los seres humanos están programados para preferir experiencias que terminan bien, es decir, para los finales felices, y la influencia de la experiencia anterior disminuye cuanto más tiempo haya pasado.

Esto significa que no siempre podemos confiar en que las decisiones que tomamos en función de la experiencia anterior servirán para nuestros mejores intereses en el futuro.

Estas conclusiones se desprenden de una nueva investigación llevada a cabo por el Departamento de Fisiología, Desarrollo y Neurociencia de la Universidad de Cambridge, según informa la agencia Europa Press.

El estudio reveló que dos partes diferentes del cerebro se activan y compiten entre sí cuando tomamos decisiones basadas en experiencias pasadas. Estas partes del cerebro pueden hacernos sobrevalorar las experiencias que terminan bien a pesar de que hubieran comenzado mal, y a subvalorar las experiencias que terminan mal a pesar de haber comenzado bien, incluso si ambas son igualmente valiosas en general.

“Valor objetivo”

“Cuando decidís dónde ir a cenar, por ejemplo, pensás en dónde comiste bien en el pasado. Pero tu memoria de si esa comida fue buena no siempre es fiable: nuestro cerebro valora la idea de que algunos momentos de la experiencia son mejores que el resto -explica el doctor Martin Vestergaard, que dirigió el estudio-. Si no podemos controlar nuestra atracción interna por los finales felices, entonces no podemos confiar en que nuestras elecciones sirvan a nuestros mejores intereses”.

La parte del cerebro llamada amígdala determina el “valor objetivo” de una experiencia: el sabor general de una comida de tres platos, por ejemplo. Pero al mismo tiempo se ha demostrado que una región del cerebro llamada ínsula anterior “rebaja” nuestra valoración de una experiencia si empeora gradualmente con el tiempo.

Cuanto más atrás en el tiempo se produjo una experiencia, incluso si todavía es bastante reciente, menos peso tiene para tomar la siguiente decisión. Los investigadores lo llaman el ‘efecto final feliz’: tendemos a tomar decisiones basadas en experiencias previas que terminaron bien, independientemente de lo buenas que fueron las experiencias en general.

Monedas

En el estudio, se pidió a 27 voluntarios que eligieran cuál de dos botes de monedas tenía el mayor valor total. Los voluntarios eligieron sistemáticamente el bote equivocado cuando las monedas disminuyeron de tamaño hacia el final de la secuencia. Esto revela que el cerebro estaba imponiendo una penalización a toda la secuencia, independientemente de su valor total, cuando el final no era bueno. El efecto varió de persona a persona, pero sólo unos pocos pudieron ignorarlo por completo y tomar una decisión racional.

Toma de decisiones

Los resultados desafían la creencia popular de que la toma de decisiones subóptima se dirige a la amígdala, la parte primitiva de nuestro cerebro, mientras que el razonamiento más astuto ocurre en la parte más evolucionada. Muestran que nuestra evaluación de una experiencia extendida está codificada en la amígdala.

La atracción por los momentos finales de una experiencia es un mecanismo fundamental en el cerebro humano y es importante tener en cuenta. Si bien hay claras ventajas de prestar atención a si las cosas están en una trayectoria ascendente o descendente, nuestros juicios pueden fallarnos cuando intentamos evaluar una experiencia tiempo después.

Si bien la mala toma de decisiones en el contexto de salir a comer puede no ser desastrosa, esta valoración inexacta al resumir eventos pasados podría conducir a malas decisiones al usar la información para tomar decisiones a largo plazo, por ejemplo, decidir por qué político votar. “Nuestra atracción por la calidad del momento final de una experiencia es explotada por los políticos que buscan la reelección; siempre intentarán parecer fuertes y exitosos hacia el final de su mandato -relata Vestergaard-. Si usted se deja engañar por este truco y hace caso omiso de la incompetencia y el fracaso históricos, podría terminar reelegiendo a un político no apto”.

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