Unidos, pero enfrentados

Hace largo rato que la disyuntiva entre priorizar la salud o la economía -o bien atacarlas en conjunto- abandonó como tema la mesa de discusiones de cierta dirigencia política, tanto oficialista como opositora; la que analiza su supervivencia en función de intereses partidarios o sectoriales, unos teniendo las riendas de la gestión de gobierno y otros controlando y cuestionando desde la vereda de enfrente. Es una realidad subterránea que avergüenza confesarla por cuestiones de corrección política. La crisis pone aprueba la imaginación política; a aquellos para preocuparse por el futuro y a otros para seguir manteniendo el debate entre los que privilegian la atención de la salud y los que apuntan a atacar las secuelas económicas.

En el círculo que nuclea a los que tienen responsabilidades de conducción en ambos bandos dejó de inquietar la pandemia por sus efectos sanitarios y económicos y pasó preocupar por sus secuelas político-electorales de cara a los comicios del año que viene, a unos por las desventajas que puede implicarles y a otros por eventuales réditos políticos. Cruel, pero cierto. Esto ocurre por el hartazgo social surgido del encierro, o de las pérdidas económicas a toda escala, que determinan que los cansados salgan a buscar a los culpables de sus desgracias, que empiecen a señalar errores a los responsables de gestionar la crisis y que refieran los padecimientos que les provocaron decisiones del Gobierno, o la ausencia de ellas.

Planteos surgidos a la luz del descontento generalizado que se traducen en los cuestionables escraches -padecidos por oficialistas y opositores-, que si no pasan a mayores a causa del nerviosismo, de las provocaciones y chicanas y del fanatismo agitador, tendrán la correspondiente vía de desahogo democrático en las urnas el año que viene. Allí la ciudadanía opinará, premiará o castigará, tendrá la ocasión de reconvenir con su voto a los que gestionan la cosa pública. Hay que temerle al soberano. En 2019 se abofeteó al macrismo. Es lo que asusta a los que están gobernando y lo que no quieren desaprovechar los adversarios.

Mucho o poco tiempo, depende...

En este marco en apariencia insensible en términos del drama social que se vive, cabe observar lo que mucho de los que conducen han considerado seriamente en las últimas semanas: que en tan sólo ocho meses -tal vez el 19 de junio- deberán presentar las listas de precandidatos para las primarias abiertas simultáneas y obligatorias; un poco más de plazo que los días del aislamiento que corren desde el 20 de marzo. Mucho tiempo para atrás si se considera el cansancio ciudadano, pero demasiado poco hacia adelante para los políticos que miran nerviosos el calendario electoral, porque los obliga a ponerse en guardia ya que saldrán a exponerse.

Para aquellos que hacen foco en las perspectivas sectoriales los comicios están ahí nomás, a la vuelta de la esquina. Las PASO están programadas para el 8 de agosto y las elecciones generales para el 24 de octubre. Esas fechas para los avezados en materia electoral significa que deben tener armados a más tardar en mayo los frentes, las coaliciones y alianzas. O sea que tienen unos escasos siete meses para sellar acuerdos o bien para confirmar distanciamientos para disputar un partido en el que no sólo se ponen en juego -en el caso de Tucumán- bancas de diputados y de senadores, sino el futuro político de muchos referentes.

Esa votación intermedia reflejará quiénes salieron mejor y peor parados de cara al 2023; será un trampolín para unos y un tobogán enjabonado hacia el infierno para otros. Vale para los oficialistas y los opositores que vienen cavilando silenciosamente en el prolongado encierro qué deben hacer o qué les conviene encarar para salir airosos en la elección de medio término. O lo menos dañados.

Si bien la respuesta es simple: seguir unidos o dividirse; los que serán protagonistas especulan sobre cómo puede ser la resolución de los conflictos internos, si a través de trabajosos acuerdos para garantizar la unidad o de problemáticos distanciamientos para dar pelea separados. Cada especulación exigirá estrategias diferenciadas, para antes y después de los desenlaces, tanto para un lado como para el otro, en virtud de sus situaciones particulares: el oficialismo peronista con varios actores y con intereses distintos -en el plano nacional y provincial- y la oposición, con muchos referentes partidarios de peso jugando en Juntos por el Cambio. En Tucumán, en la vereda opositora el abanico de ofertas es amplio. No sólo hay que considerar a Fuerza Republicana como un actor importante que siempre la juega de líbero -al margen de los coqueteos entre Ricardo Bussi y el intendente Mariano Campero (Yerba Buena) en aras del posible armado de un polo opositor-, sino también la seria posibilidad de que el intendente Germán Alfaro resuelva finalmente salir a la cancha con su propia estructura territorial (Partido por la Justicia Social), llevando como candidata a senadora a su esposa, la diputada nacional Beatriz Ávila. Gran dispersión de votos.

Además, el ex Cambiemos local tiene a varias organizaciones en su composición, heterogénea por cierto: UCR, PRO, Coalición Cívica y Libres del Sur, aspecto que obliga al análisis. Porque si de desafíos se trata, la alianza tiene uno significativo por delante: mantenerse unida. Más aún si finalmente se suspenden las PASO, por los intereses internos en pugna que pueden estallar si no hay una decisión firme de avanzar juntos a cualquier costo. Al margen, para que no haya primarias hay mil excusas, desde la pandemia pasando por los costos, algo que durante la gestión anterior se supo mencionar para justificar que eran innecesarias. Le conviene al PJ.

¿Querrá la dirigencia de la UCR seguir siendo furgón de cola del PRO? Un primer misterio político a develar, porque la respuesta, por sí o por no, incidirá en el tablero opositor, ya sea en su fortaleza o en su debilitamiento. En la Capital Federal no hay dudas sobre quién manda, el PRO allí tiene tres referentes que también pueden tensar su relación en función de sus ambiciones: Macri, Rodríguez Larreta y Bullrich. En el resto del país la UCR hace gala de sus bastiones territoriales, de presentar sus jugadores y hasta de armar listas propias. ¿Querrá repetir la experiencia de 2015 con una PASO para dirimir las candidaturas legislativas compitiéndole al PRO la hegemonía en la alianza? Es una forma de seguir unidos para una mejor performance electoral, de resolver sus diferencias internas. O sea una suerte de “peronización”, ya que repetiría la ecuación tradicional del peronismo cuando ejerce el poder: que dirime en una contienda nacional sus conflictos internos para determinar quién debe conducir el espacio. Así saca la resolución del problema de la mano de los afiliados y del marco partidario y deja que sean todos los ciudadanos los que den un veredicto. Puede ser la manera de continuar para Juntos por el Cambio en caso de eventuales desavenencias políticas.

La primaria le ofrece al radicalismo la chance de superar la etapa macrista y de ponerse al frente del frente opositor para ungir un candidato presidencial surgido de sus entrañas dentro de tres años. Hoy sólo se habla de gente del PRO, los presidenciables del partido de Alem no se mencionan, en una suerte de preeminencia de los capitalinos por sobre los hombres del interior de la UCR. La presentación de las listas de postulantes ocurriría en tan sólo 210 días, les quedan 32 semanas para resolver en qué condiciones saldrá a jugar la coalición opositora; si debilitada o fortalecida.

Perón lo dijo

El peronismo, vaya por caso, ayer reveló cuál será su estrategia de cara al año electoral para defender su gestión en las urnas: con unidad. Como lo remienda la marchita. El festejo por el Día de la Lealtad sirvió para señalar que el único camino de superar el obstáculo comicial es repetir la fórmula de 2019. O sea, animarse a juntar de nuevo a todas las expresiones peronistas dispersas, desde la izquierda a la derecha, las que se desconfiaban entre sí y que superaron sus diferencias para armar un frente exitoso. Alberto Fernández recordó a Perón para despejar las dudas sobre lo que tiene que hacerse: “nos dijo únanse”. En la sede cegetista pudo verse a todo el armado del Frente de Todos, con excepción de Cristina, pero sí a su hijo Máximo, a Massa, a todos los gobernadores peronistas y a dirigentes de la CGT. La imagen de unidad dijo presente. Entre los asistentes estuvo el gobernador, Juan Manzur, quien antes de viajar señaló que había acordado con el vicegobernador, Osvaldo Jaldo, cómo organizar los festejos del 17 en un marco de cuidado sanitario. Juntos. Ellos también, el año que viene, deberán mantenerse unidos y postergar enconos porque su gestión también será plebiscitada. Como se les dice: no habrá 23 sin un buen 21. Después de los mensajes de ayer no pueden hacer otra cosa.

O sea, en ambos lados deben apostar a la unidad para hacerse fuertes frente al contrincante, lo que en los papeles significa polarizar. O más simple, dividir a la ciudadanía. La grieta electoral, como se puede decir también; unidos, pero enfrentados.

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