La literatura se resiste a categorías y nomenclaturas

La literatura se resiste a categorías y nomenclaturas

IDENTIKIT. “El escritor es siempre un exiliado, atravesado por la ajenidad, sujeto a un desdoblamiento de sí mismo y de su entorno”, describe Bellomo. IDENTIKIT. “El escritor es siempre un exiliado, atravesado por la ajenidad, sujeto a un desdoblamiento de sí mismo y de su entorno”, describe Bellomo.
11 Octubre 2020

Por Gabriel Bellomo

PARA LA GACETA - BUENOS AIRES

Parcelar la literatura en regiones -lo dijo con maestría y más sosegadamente Borges en un memorable poema que refería a la arbitrariedad de la cartografía y la política, esas desmesuras de quienes se dieron a erigir mapas, imperios, guerras- nos llevaría a una triste y, a mi juicio, equivocada conjetura, una de tantas otras posibles: los libros únicamente pueden ordenarse en una biblioteca utilizando alguno de los sistemas homologados por bibliotecarios, pongamos por caso el “Sistema de Clasificación Decimal Dewey”. El caos que domina mi biblioteca, para no ir más allá, librada al maelström de la acumulación, desmiente esa posibilidad.

Fue también Borges quien postuló que debían evitarse los “localismos”. Estoy persuadido de que aludía no a las tradiciones e idiosincrasia de toda habla de pueblo o argot de ciudad de cualquier país del mundo, sino a todos aquellos vocablos que tornan penoso un texto y, en ocasiones, incomprensible. Pero para no eludir el reto: ni Buenos Aires concentra hegemónicamente la producción literaria argentina; ni las provincias están excluidas de crear un corpus literario propio prescindiendo de esa relativa preeminencia que ejerce toda capital de país. Esto lo prueban los relatos y las novelas de Antonio Di Benedetto, Daniel Moyano, Tomás Eloy Martínez, Elvio Gandolfo, Elvira Orphée y tantos otros que quedan fuera del canon armado con un criterio a veces meramente comercial. Insisto: no existe una “literatura regional” si por ello entendemos una limitación de pertenencia. Hay buena o mala literatura. Escrita por un autor de su tiempo y en su tiempo; alojado en un hotel de El Cairo o Brooklyn, perseguido por sus demonios o privado de su libertad.

El escritor es siempre un exiliado, atravesado por la ajenidad, sujeto a un desdoblamiento respecto de sí mismo y de su entorno. Si es leal a su oficio buscará la claridad, que para el poeta Edmond Jabès, es la única subversión de un escritor. Y si leemos cada uno de los relatos que componen la antología El puente. Cuentos de autores tucumanos no podremos desconocer su alta calidad literaria, su carácter universal. La literatura se resiste a categorías y nomenclaturas.

Las obras de escritores que integran cánones, logias, cátedras y, para algunos, erigen desde Buenos Aires una suerte de muro al así llamado regionalismo del interior -tráfico de influencias por el que acceden a grandes editoriales, mientras cientos de manuscritos “se pierden”-, deberán soportar el implacable juicio del tiempo. Entre tanto, la antología

El puente y tantos autores que escriben fuera de Buenos Aires, no sólo abren una discusión, sino que pone las cosas en orden.

© LA GACETA

Gabriel Bellomo – Escritor.

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