Le faltan cosas, pero arremete

Le faltan cosas, pero arremete

En el tiempo en que fuimos felices y no lo sabíamos, teníamos deportes. Lo que hoy tenemos es otra cosa. Tendrá las mismas reglas, los mismos protagonistas y lugares. Pero le faltan cosas. Es como si la pandemia le quitó una parte de su esencia.

Subyacente están el temor al virus y al contagio; las barreras impuestas a cualquier práctica; las limitaciones; los intrincados caminos de la mente que va acomodándose como puede a lo inesperado.

Visibles están los estadios sin gente; los tapabocas; los protocolos; los afectos contenidos; los contactos digitales que habrían llegado para quedarse.

Guardados en casa están los gritos de gol de los fanáticos, los festejos de victoria, la euforia por esa maniobra increíble, el sonido de la pasión que solía bajar terso y estimulante desde una tribuna.

Cocinados a fuego lento pasan los días. Y crecen las dudas sobre si será posible que aquello que supimos programar en su momento podrá hacerse efectivo.

¿Tendremos la claridad de aprender de lo que nos está pasando? ¿Sabremos cómo salir adelante? ¿Es válido pensar que, a lo que nos sucede, le quedan meses, quizás años?

Buscando resistirse a las circunstancias, están quienes siguen gaponando a lomo de viejas formas, por un sendero que tiene una montaña de un lado y un precipicio del otro. Pero también están los que hacen pie en arenas movedizas. Y plantan mojones.

El deporte ya no es el mismo, está claro. Obligado a construir un lugar desde el no lugar que planteó el aislamiento social, arremete de todos modos. Al fin y al cabo, la humanidad tiene siempre una respuesta para todo, aunque como pasa por estos días, las preguntas caigan como una catarata.

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