El año de las ilusiones postergadas, pero no perdidas

El año de las ilusiones postergadas, pero no perdidas

Es posible ver el lado bueno de la pandemia cuando realizar los sueños pasan para más adelante. El valor de la resiliencia y los consejos para superar la crisis.

El año de las ilusiones postergadas, pero no perdidas

Repasaron una y otra vez la lista de invitados. Estaban en ella todas las personas más queridas de la pareja. Chequearon de nuevo cada detalle. Vestido: listo. Fotógrafo: listo. Menú: listo. Viajaron a Buenos Aires a buscar los anillos grabados y a terminar de comprar el cotillón. Y mientras estaban allá, recibieron la llamada más inesperada. Del otro lado del teléfono una voz decía: “me temo que vamos a tener que cancelar la boda por ahora”.

Belén Cejas (de 26 años) pensó que era una broma de mal gusto. Pero no lo era. La joven y Leandro Argañaraz (32) confirmaron el 20 de marzo que su sueño se rompía en pedazos. Habían planeado “dar el sí” el 9 de abril de este año, el mismo día que cumplían ocho años de novios.

En agosto, cuando Leandro le propuso matrimonio a Belén, habían comenzado a planificar la fiesta. Habían elegido el cerro San Javier como lugar para la celebración. “Iba a ser todo perfecto. Al principio nos deprimimos mucho con la cancelación. ¿Quién iba a pensar que una pandemia nos arruinaría todo?”, suspira la joven, en conversación telefónica con LA GACETA.

A pesar de eso, y mientras masticaban bronca, a la pareja se le ocurrió una idea para ponerles un poco de onda a sus días tristes. Encerrados en el departamento donde conviven, hicieron una ceremonia simbólica el mismo 9 de abril. Ella se vistió de blanco, él se puso el traje. Y así intercambiaron los anillos, que tienen grabada la fecha del casamiento que no fue.

“Nos llamaron del Registro Civil para ver si queríamos definir una nueva fecha de casamiento. Decidimos no hacerlo todavía. Yo soy de Bandera, un pueblo de Santiago del Estero, y toda mi familia iba a venir para la boda. Me gustaría que ellos estén, y ahora eso es imposible”, cuenta Belén, que está en el tramo final de la carrera de Derecho. “Hemos intentado una y otra vez verle el lado positivo a lo que nos pasó y es muy difícil. Lo único bueno es que este año, el día previsto para la boda, hizo mucho frío”, comenta.

En suspenso

Aunque todavía les falta más de un mes para la fecha prevista de su enlace, la psicóloga Fernanda del Pino (32) y su novio Aníbal Navajas (32) decidieron dejarla en suspenso. Iba a ser el próximo 19 de septiembre. Ahora están pensando que directamente podría ser en 2021. “Los dueños del salón que ya tenemos alquilado nos dijeron si queríamos poner una nueva fecha tentativa. Nos cuesta tomar esa determinación ahora, con un futuro tan incierto respecto del coronavirus. El otro día estuve viendo cómo serán los protocolos para las fiestas cuando regresen. La verdad, no imagino a mis invitados bailando a dos metros de distancia… Tal vez lo mejor sea esperar. Además, hay mucha incertidumbre y están apareciendo cada vez más casos”, expresa Fernanda.

Ella y su novio se comprometieron hace cuatro años, en un viaje que hicieron a Machu Pichu. Después, ella quedó embarazada y luego del nacimiento de Catalina le pusieron fecha a la boda. “Ya somos una familia. Tenemos el amor y el compromiso. Vamos a coronar esto cuando sea el momento indicado. Yo prefiero mirar hacia adelante”, resume la profesional.

No solo se cancelaron bodas. También se postergaron fiestas de 15, se suspendieron viajes y muchos emprendimientos quedaron en stand by. 2020, sin dudas, pasará a la historia como el año de las ilusiones postergadas. En general, durante la pandemia, a la mayoría se le cayó algún plan. Por muy grande o por pequeño el proyecto que ha quedado el aire, parece difícil no deprimirse ante esta situación. Sin embargo, los especialistas creen que no hay que perder el optimismo y que es el momento de desarrollar la capacidad de buscar algún beneficio en medio de esta situación tan complicada.

¿Será posible transformar la adversidad en algo positivo? En España, por ejemplo, un 39% de la sociedad asegura que va a salir de esta crisis con mucho más optimismo y ganas de cumplir sueños, según un estudio sobre los planes pospuestos por la covid-19, realizado por la consultora Kantar Media. Según este trabajo, la pandemia ha supuesto una renovación de los valores que mueven las sociedades actuales. La mitad de los españoles disfrutan ahora, más que nunca, de los pequeños placeres de la vida, por ejemplo.

Paola Brito, especialista en psicología de emergencias, sostiene que quizás este tiempo que estamos pasando sea un tiempo bisagra, de transición para transformar nuestra vida, tomando lo mejor o lo positivo. “La resiliencia es uno de los valores que más se han reforzado durante esta situación. Muchas personas han revalorizado el tiempo, el trabajo, los hábitos como la alimentación saludable, la actividad física, el tiempo libre y los vínculos, quizás cambiando o tomando conciencia de lo importante versus lo accesorio, lo necesario versus lo prescindible, lo urgente versus lo postergable”, evalúa.

El mejor camino es la renovación: transformar lo negativo en positivo, la crisis en una oportunidad, resalta la presidenta de la filial Tucumán de la asociación civil Psicólogos sin Fronteras (PsF). ¿Cuál sería la actitud ideal? Hay que ser prudente, pero no rendirse a las ilusiones que teníamos antes de la pandemia y poner la mirada en el futuro, apunta. Ese es un buen comienzo.

Adaptación y optimismo, los pilares de quienes están hoy mejor parados

“Sin lugar a dudas que esta experiencia de la pandemia, absolutamente inédita para todos, nos ha obligado a postergar, suspender o redefinir muchos proyectos e ilusiones. Los ejemplos de eso son miles: viajes, fiestas, recibidas, casamientos. Nuestra manera habitual de trabajar, de divertirnos, de saludarnos, de alimentarnos… Casi todas nuestras actividades cotidianas tuvieron que ser redefinidas. Y eso implicó un enorme esfuerzo de aceptación y adaptación”, explica el psicólogo Arturo Gómez López.

Al tratarse de cambios que nos impusieron, según el especialista, el proceso de aceptación y adaptación fue abrupto y nos significó un altísimo costo en distintos planos: físico, psíquico, emocional, espiritual, moral y hasta económico. “Hoy, 135 días después del inicio de la ya mal llamada cuarentena, es muy probable que se sientan mejor aquellos individuos y grupos que mejor se adaptaron a estos cambios, y que a la vez tuvieron la capacidad de transformar la interpretación de esta realidad”, sostiene.

“Todas nuestras capacidades y formas de aprendizaje fueron puestas a prueba. Quienes, además de adaptarse, pudieron ver lo bueno de lo difícil y doloroso son los que hoy están mejor parados”, señala. Sin dejar de lado que algunas personas sufrieron mayores frustraciones que otras, el terapeuta sugiere que todos hagamos el ejercicio de ver las cosas positivas que esta experiencia de la pandemia por covid-19 nos ofrece. Y hace este listado:

- Hemos descubierto que podemos vivir con mucho menos de lo que estábamos acostumbrados, que acumulamos un montón de objetos y hasta de alimentos solo porque estamos habituados a comprarlos.

- Tuvimos la posibilidad de hacer mucha introspección, ese viaje hacia adentro que tantas veces postergamos por vivir a las apuradas; hemos vuelto a encontrarnos con nosotros mismos, con nuestra familia y con nuestros amigos, pero de otro modo, más profundo, más sincero, más comprometido, más solidario y más veraz.

- Pudimos darnos cuenta que tener salud física, mental, moral y espiritual supone una riqueza interior y existencial difícil de cuantificar, y es en definitiva lo que nos da verdadera calidad de vida. Y que si tenemos un techo, alimentos, algo de ropa y posibilidades de acceder a la educación y la salud, somos inmensamente ricos.

- Aprendimos que la familia y los amigos son los verdaderos recursos indispensables, que el trabajo nos fortalece y dignifica, que nada es tan grave si sabemos aceptarlo y transformarlo.

- Aprendimos a darle otro valor al tiempo, pues todo lo que somos y tenemos puede cambiar o desaparecer solo en un rato. Estamos aprendiendo el valor del instante y de que lo esencial sigue siendo “invisible a los ojos”. Y que solo los que tienen la creatividad de ver lo positivo a lo que frustra o duele, son los que realmente pueden transformar el mundo.

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