El cambio de aire no parece lejano

El cambio de aire no parece lejano

Su condición de “one man’s club” (jugador de un solo equipo), algo inédito en el fútbol moderno para un crack de sus quilates, parecía inamovible. Aún hoy, pese a todo, resulta casi imposible imaginarse a Leo Messi con una camiseta de club que no sea la de Barcelona. Ahí están los 862 partidos. Los 700 goles. Las 294 asistencias (un rubro que, a veces, sólo Messi merece que también le sea computado). Y, como el fútbol es juego de equipo, allí están también los 34 títulos que lleva ganados con Barcelona.

Pero, sabemos, hace ya tiempo que el “Barca” dejó de ser el equipo distinto, “el Ballet”, esa orquesta que se parecía mucho al fútbol total. El equipo extraordinario pasó a ser un equipo ordinario. Con el distintitivo de Messi, claro. Pero esta versión pospandemia, con Messi empeñoso pero todavía falto de fineza, es la de un equipo chato. Y Messi luce molesto. Se puede entender. Todos miran hacia él ante la más mínima arruga. Más allá de sus propios aportes a la crisis, Messi parece por momentos cansado del momento. Si a sus 33 años todavía tiene hambre de fútbol, será cada vez más difícil que logre alimentarse en este Barcelona cada vez más desgastado. Por primera vez, parece realmente bueno que Messi deje al club catalán.

Barcelona-club no hace más que equivocarse año tras año. Echó al DT Ernesto Valverde porque sintió que el equipo precisaba un revulsivo. Pero Xavi, Ronald Koeman y Mauricio Pochettino dijeron no. La opción descarte de Quique Setién no sólo no cambió nada, sino que hasta lo empeoró. Era previsible. Barcelona, que iba primero, ahora ya está segundo y casi resignado a que Real Madrid recupere el título de Liga (así de entretenido es ese fútbol “modelo” de España: o gana Barcelona o gana Real Madrid). Podría no ser preocupante para “Barca” si, como dijimos, vemos que club catalán ganó siete de las últimas 10 ligas. Lo que preocupa es el juego del equipo. La sensación poderosa, expresada por el propio Messi, de que así volverá a fracasar en la Champions. Está a mucha distancia del juego colectivo que nos ofrecen Manchester City o Bayern Munich, por citar a dos grandes candidatos a quedarse con el título mayor del fútbol europeo.

Un artículo reciente de Sid Lowe, corresponsal británico del diario The Guardian en España, desnuda como pocos la desorientación de Barcelona-club y su política de fichajes: en el último decepcionante empate 2-2 contra el Atlético de Diego Simeone en un Camp Nou vacío por la pandemia, el atacante francés Antoine Griezmann, fichaje estrella de la temporada (120 millones de euros) sólo entró cuando faltaban dos minutos para que terminara el partido. El segundo fichaje más caro en la historia del “Barca”, otro francés, Ousmane Dembelé (145 millones de euros), estaba afuera por su enésima lesión. Y el fichaje más costoso de todos, el brasileño Philippe Coutinho (160 millones, llegado apenas dos años atrás), ya no está más. Ni siquiera es titular en Bayern Munich. Su pase continúa en poder de Barcelona, pero apenas vuelva irá a otro club. Coutinho no pudo ser el reemplazante soñado de Andrés Iniesta. Tampoco fue reemplazante de Xavi el otro gran fichaje último brasileño, Arthur Melo (72 millones, 23 años), trasferido esta semana a Juventus en trueque casi directo por el croata Miralem Pjanic (30 años). ¿Y la millonaria operación por Neymar, su partida polémica a PSG y el fracasado operativo retorno? ¿Cómo entender ahora que, con Ansu Fati pidiendo cancha con 17 años y puro desenfado, Barcelona haya consumido el receso de la pandemia envuelto en gestiones posiblemente fallidas por Lautaro Martínez? ¿Acaso Setién no dijo una semana atrás que ni siquiera tiene sitio para Griezmann porque Messi y Luis Suárez son insustituibles y casi ni siquiera pueden salir en pleno partido?

Es cierto, Messi, Suárez, y también Gerard Piqué, Ivan Rakitic, Sergio Busquets, Arturo Vidal y Jordi Alba están todos por arriba de los 31 años. Barcelona atraviesa esa difícil transición de “caciques” que mandan pero no ganan la Champions y la evidente necesidad de preparar el recambio. Gastó casi 1.000 millones de euros en fichajes en los últimos seis años. El club se jacta de tener el presupuesto más millonario del mundo y el jugador número uno del mundo. Pero la bendita Champions parece cada vez más lejos. No sorprende saber que, con las seis renuncias últimas, se hayan ido 11 de los 21 miembros de la Junta Directiva. Cuatro directores deportivos. Cuatro de comunicación. Hay algo en el declive evidente del actual Barcelona-club que ya excede a Messi. Una fuerte sensación de ciclo cumplido. De que un nuevo objetivo, y con otra camiseta, se hace cada vez más evidente. Si lo hace, como sugieren las últimas versiones, Messi sabrá si será para iniciar un retiro dulce. O para seguir compitiendo.

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