Atwood: “La Odisea”, de Homero, en clave feminista

Atwood: “La Odisea”, de Homero, en clave feminista

Nueva edición de “Penélope y las doce criadas”, de la escritora y Premio Nobel canadiense.

MARGARET ATWOOD. La escritora le da voz a Penélope, esposa de Odiseo. MARGARET ATWOOD. La escritora le da voz a Penélope, esposa de Odiseo.
31 Mayo 2020

En “Penélope y las doce criadas”, libro escrito en 2005 que vuelve en nueva edición, la escritora y Premio Nobel canadiense Margaret Atwood reversiona en clave feminista “La Odisea”, de Homero, informa Télam. En la obra reconstruye lo que pasó durante los 20 años en los que Penélope esperó el regreso de su marido, a quien corre del lugar de héroe, del mismo modo que también descascara el componente abnegado de la ahora protagonista, molesta porque su ejemplo de fidelidad fue usado para someter a otras mujeres.

La narradora elige una voz irónica y ligera para repensar el clásico grecolatino que narra el regreso a casa, tras la Guerra de Troya, del héroe griego Odiseo, quien permaneció 10 años en lucha y demoró otros 10 en volver a la isla de Itaca.

“‘Ahora que estoy muerta lo sé todo’, esperaba poder decir, pero como tantos otros de mis deseos ese no se hizo realidad. Sólo sé unas cuantas patrañas que antes no sabía. Huelga decir que la muerte es un precio demasiado alto para satisfacer la curiosidad. Desde que estoy muerta -desde que alcancé este estado en que no existen huesos, labios, pechos...- me he enterado de algunas cosas que preferiría no saber, como ocurre cuando escuchas pegado a una ventana o abres una carta dirigida a otra persona”, dice Penélope en la voz de Atwood.

La versión de Atwood arranca con un episodio de la infancia que marcará a Penélope para siempre, cuando su padre la arroja a las aguas del mar para que muera ahogada, una escena de la que es rescatada por una bandada de patos salvajes. La crueldad paterna no desentona con el desapego de su madre, una náyade que opta por los paseos acuáticos antes que someterse a las demandas de la crianza.

Nada idílico es tampoco para Penélope el recorrido por los 20 años que Odiseo pasa lejos de su hogar: la crianza en solitario de Telémaco -el díscolo hijo en común- sumada a su labor múltiple como administradora de las finanzas domésticas y sus estrategias para alejar a los pretendientes que la acosan, dejan a la narradora al borde del agotamiento.

El relato de la rivalidad con su prima Helena de Troya -de una sensualidad avasallante- instala la cuestión acerca de los estereotipos de belleza como portadores de los prejuicios encerrados en la visión patriarcal: Penélope se considera lista (“muy inteligente, si consideramos la época en que me tocó vivir”) y de una belleza discreta que sin embargo es exaltada por su entorno. “Todos me decían que era hermosa: tenían que decírmelo porque era una princesa y poco después me convertí en reina”, enuncia con sarcasmo.

Atwood no se olvida tampoco de la naturaleza pragmática antes que romántica del vínculo marital. Los matrimonios se concertaban para sumar posesiones o influencia y eran el motor para generar descendencia.

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