Cada escena de “La tempestad” de Greenaway es videoarte

Cada escena de “La tempestad” de Greenaway es videoarte

Todo el dispositivo cinematográfico al servicio de destacar lo visual. Un relato sobre otro relato.

PETER GREENAWAY. El cineasta interviene y se apropia de otras obras. PETER GREENAWAY. El cineasta interviene y se apropia de otras obras.

Todas las grandes obras de arte, cuando se googlean, aparecen como teatro o arte, cine o incluso televisión.

Los clásicos, siempre presentes, permanecen porque siguen hablando a nuestro tiempo, tienen algo que decir en nuestros días.

Peter Greenaway se apropió del texto de William Shakespeare y planteó su propia obra: “La tempestad”, la tragedia estrenada en 1611 en el escenario de un palacio inglés, pasó de una puesta en escena al set cinematográfico.

Greenaway no es el único que lo hizo, claro está. Orson Welles, Akira Kurosawa y Jean-Luc Godard fueron algunos otros directores que llevaron las tragedias y las comedias de Shakespeare al plató.

“Después de ‘Hamlet’, ‘La tempestad’ es el drama shakesperiano que ha dado más amplio pábulo a hipótesis e interpretaciones. En ciertos momentos, en las poesías de Ariel y en las palabras de Próspero, el poeta mismo, por boca de sus personajes se dirige al mundo y expresa su concepto de la vida; de manera que ‘La tempestad’ es el más personal de sus dramas y parece reflejar a veces el pensamiento más profundo del dramaturgo: ‘Somos de la misma sustancia de que están hechos los sueños, y nuestra breve vida está rodeada de un sueño’ (cita de Ruiza, M., Fernández, T. y Tamaro, E.. Resumen de “La tempestad”, de William Shakespeare, 2004).

Con la exquisita música de Michael Nyman y un elenco integrado por John Gielgud, Michael Clark, Michel Blanc, Erland Josephson, Isabelle Pasco, Kenneth Cranham y Tom Bell, Greenaway realiza su creación, que es mucho más que una película.

Partiendo de que el cine es cosa de pasado, el director inglés se propone: montar un video arte (término que se utilizaba en los 80 y 90, que será reemplazado por videocreación); y expulsar la narrativa tradicional de su relato. Aunque está presentada como una adaptación es, en rigor, una transformación.

La acción está situada entre 1599 y 1611, Próspero, ex duque de Milán, es desterrado con su hija Miranda a una isla muy alejada de Europa por su hermano Antonio y su aliado, Alonso, actual Rey de Nápoles. Pero, cuando Miranda y el hijo de su principal adversario se enamoran, se le presenta la oportunidad de vengarse de todos sus enemigos. Próspero desembarca en una isla desierta en la que había sido desterrada la hechicera Sycorax. Gracias a sus artes mágicas, libera a varios espíritus aprisionados por la maga, entre ellos a Ariel, y los somete a sus órdenes. Tiene ahora a su servicio al hijo de la hechicera, Calibán, una criatura monstruosa, abyecta e ingenua que es el único habitante de la isla.

No es spoiler, pero no habrá venganza, finalmente.

“Creo que hay tantísimos miles y miles y miles de películas, que hemos visto todo. Ya no hay nada más que ver. Ves los cinco primeros minutos de cualquier película y ya sabés lo que va a pasar. Creo que el cine está agotado, ya no tiene el factor guau. Es solo que nos hemos cansado del medio. Creo que cosas como James Cameron y el 3D eran un intento de hacer que la gente volviese al cine, y no funcionó, nadie hace pelis en 3D. Y hasta el retorno monetario de Netflix está cayendo, ya estamos cansándonos de ese producto. La mayoría deja a la mitad las series”, describe el teórico del cine que lleva una quincena de filmes.

El director de “El ladrón, el cocinero, su mujer y su amante” parece pintar un cuadro en cada escena, pero es que en rigor es un video arte. Todo está en función de lo visual: la fotografía y el color, la danza y la pintura; hasta el encuadre y largos travelling.

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