Liberarán tapires en San Javier

Liberarán tapires en San Javier

El proyecto, liderado por la reserva de Horco Molle, ha sido posible gracias a la suma de voluntades. Desarrollaron un collar con GPS.

TAPIRES EN HORCO MOLLE. Ejemplares de esta especie amenazada recorren un sendero de la reserva. TAPIRES EN HORCO MOLLE. Ejemplares de esta especie amenazada recorren un sendero de la reserva. LA GACETA / ANALÍA JARAMILLO

El programa de reintroducción del tapir a Tucumán está casi listo. En la Reserva Experimental de Horco Molle se ha presentado ayer un collar satelital que se colocará en el cuello de la primera pareja de animales (una hembra y un macho) que serán liberados en el parque Sierra de San Javier. Antes de esa suelta, los biólogos capacitarán a los lugareños para que en el caso de toparse con ellos no pretendan cazarlos ni les teman.

La reserva, que alberga nueve tapires en cautiverio, depende de la facultad de Ciencias Naturales. El instrumento con GPS ha sido diseñado por la facultad de Ciencias Exactas y Tecnológicas. Y la liberación se hará en el parque biológico. Esto supone una investigación mancomunada de diferentes centros de estudio de la Universidad Nacional de Tucumán. “Es importantísimo que las unidades académicas trabajen, en conjunto, en proyectos de investigación”, manifestó el rector José García durante la presentación.

Además, la iniciativa cuenta con la colaboración del gobierno provincial y de empresas privadas, que aportaron donaciones. Está previsto completar el cercado de presuelta hasta agosto. Y se prevé liberar a los animales a fin de año, precisó Juan Pablo Juliá, director de la reserva y miembro de la asociación internacional Tapir Specialist Group. “En el futuro se sumarán liberaciones en otras áreas protegidas, provinciales y nacionales”, añadió. “Es necesario liberarlos en pareja para que se reproduzcan. La idea es consolidar, en el tiempo, una población estable de 50 tapires. Eso significa que nosotros ya no tengamos que intervenir en su cuidado”, destacó el biólogo Pablo Quiroga.

La experiencia -única en el norte del país- podría convertirse en el puntapié de planes similares, a decir de Miguel Cabrera, decano de Ciencias Exactas. “Para reinsertar el tapir es necesario conocer sus hábitos. Y para eso hemos diseñado este sistema de rastreo. Tal vez, más adelante podamos hacer seguimientos de otras especies, como el tucán. Habría que desarrollar un dispositivo más pequeño”, anticipó.

Al borde la extinción

El tapir es el mayor mamífero terrestre de Sudamérica. Habita este planeta desde hace 35 millones de años, lo que lo convierte en un ser primitivo. Se han contabilizado cinco especies en algunos países americanos y del sudeste asiático. Todas están al borde de la extinción debido a la pérdida de su hábitat, a la fragmentación de sus poblaciones y a la caza. En la Argentina, se calcula que debe haber apenas unos 2.500 ejemplares.

Si el tapir desaparece, muchas otras especies, animales y vegetales, se irán con él. Su papel en los ecosistemas es clave, ya que disemina semillas a través de la defecación; germina plantas con su orina y cambia el follaje.

Además de esa importancia ecológica, se trata de una especie de bandera o paraguas. Sucede que los naturalistas se valen de su carisma para proteger lo que viene por detrás, como ranas, insectos y murciélagos. En América del Sur, donde hay pocos animales de más de 100 kilos, el tapir forma parte del selecto club de la megafauna.

Tal vez modelado por ese pasado, huye de la civilización. Se comunica con sus pares a través de silbidos y de señales olfativas.

La gestación del tapir es de 13 meses. Nace una cría por vez. Los cachorros tienen la piel manchada, para camuflarse en el medio ambiente. Cuando son adultos, las manchas desaparecen. En agosto de 2016, en la reserva murió Inés, un tapir hembra de 34 años. Era considerada uno de los ejemplares más viejos del mundo que vivía en cautiverio y un ícono de la conservación.

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