Tenía 12 años cuando lo secuestraron y lo llevaron a un centro clandestino de detención

Tenía 12 años cuando lo secuestraron y lo llevaron a un centro clandestino de detención

El Tribunal Oral Federal escuchó el relato de Carlos Pereyra, víctima del terrorismo de Estado.

 TESTIMONIO. La sala del Tribunal Federal ayer, en el juicio de la causa Tártalo. TESTIMONIO. La sala del Tribunal Federal ayer, en el juicio de la causa Tártalo. LA GACETA / FOTO DE OSVALDO RIPOLL
29 Febrero 2020

Carlos Alberto Pereyra pasó un mes atado y con los ojos vendados, a oscuras y rodeado de personas que estaban detenidas en condiciones ilegales, igual que él. Después le sacaron las vendas y le permitieron salir al patio, pero siguió en cautiverio dos meses más Cuando finalmente lo liberaron, lo enviaron a un hogar para menores, hasta que su madre lo encontró y lo fue a buscar.

Tenía 12 años cuando ocurrió.

Ayer, hizo este relato ante el tribunal integrado por los jueces Gabriel Casas, Carlos Jiménez Montilla y José Camilo Quiroga Uriburu, en la sala del Tribunal Oral Federal, donde se juzga a 25 imputados por crímenes de lesa humanidad, en la causa “Tártalo”, que acumula cinco procesos por 336 delitos de secuestro, torturas, violación de domicilio, asesinatos, entre otros,

En octubre de 1976, dijo, un grupo de hombres fue a su casa de Concepción, de donde lo sacaron a la fuerza, con los ojos vendados, junto con Teresa Ríos, que era la esposa de su padre y estaba embarazada. A su padre, Pascual Pereyra, lo fueron a buscar en su trabajo, en el ingenio Aguilares. Los secuestradores dejaron a las dos hijas pequeñas de la pareja en la casa de vecinos.

El niño Pereyra pudo saber que los llevaron al ingenio Nueva Baviera porque conocía la ruta. “El auto fue hacia el norte unos kilómetros y, al llegar a Famaillá, dobló a la derecha para entrar al viejo ingenio, que ya no existe”, recordó. Allí los interrogaron: “preguntaban por mi padre. Le apretaban la panza a Teresa para que hable”.

Mientras estuvo cautivo, escuchó el ir y venir de los helicópteros que aterrizaban en el predio. “Me decían que -cuando escuche el helicóptero- me esconda”, recordó.

Su tío, Juan Carlos Pereyra, hermano de crianza de Pascual, relató su propio secuestro, que duró 29 días. “Me preguntaban por Pascual y decían ‘vos sos hermano del terrorista’. Me pegaron tan fuerte con un (fusil) FAL, en la cabeza, que quedé inconciente durante un tiempo”, contó. Al liberarlo, los captores le dijeron que no contara lo que había pasado, “o me iban a matar a mí y a mi mujer”, aseguró.

Pascual Pereyra no regresó más. Hace un año, identificaron sus restos entre los huesos hallados en fosas del Arsenal. “Nos entregaron parte el cráneo en una urnita de cartón, es todo lo que tengo de mi papá”, relató luego Mabel Pereyra. Ella es una de las niñas a las que dejaron con vecinos el día del secuestro. Teresa, su mamá, nunca quiso hablar de lo sucedido.

En la jornada de ayer declaró un testigo protegido, a quien los secuestradores permitieron circular con los ojos descubiertos, durante su cautiverio en el Arsenal Miguel de Azcuénaga.

Ya declaró en otros juicios, y confirmó que vio, mientras estuvo secuestrado, a un gendarme de apellido Rivero, a Montes de Oca y a Barraza (todos ellos imputados en esta causa).

Más testimonios

La jornada arrancó con el testimonio de Juan Martín Martín, que ya hizo una extensa declaración en la causas de Arsenales y Jefatura. En la Jefatura de Policía, contó, pudo ver al senador Dardo Molina, una de las victimas que se agregó en esta causa. “Estaba muy golpeado en la cabeza y en el cuerpo -afirmó-. No sé por qué, pero pensaba que alguien de tanta importancia política no podía estar en ese lugar”.

Martín identificó a dos policías de apellido Chaile, padre e hijo, y a “Mary”, la pareja de Chaile hijo, que podían ingresar al área autorizada solo para miembros del servicio de inteligencia.

También recordó que, durante su cautiverio en Nueva Baviera, vio entre los secuestrados a un hombre y a su hijo, de unos ocho años.

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