Kamikazes al tuntún

“No se tomaron vacaciones los delincuentes”, razonó el subsecretario de Seguridad, José Ardiles. Así explicó el fenómeno de que, mientras parece tener efecto un programa de pacificación en barrios conflictivos en los cuales se registraron menos homicidios en comparación con enero de 2019, el delito callejero no cesa, según denuncian los vecinos. “El arrebatador es un kamikaze”, sentenció, y describió a este tipo de delincuente: “improvisado, trabaja siempre en ocasión de robo, ahí cae donde ve que no hay un control de la Policía... en enero hemos tenido alrededor de 300 tipos presos”.

¿Cómo se analiza a este kamikaze? Protagonista del delito que más se ve -el asalto callejero, cara a cara-, ha sido descripto en 2017 por el ex secretario de Seguridad de Tucumán, Paul Hofer. “El principal flagelo que tiene Tucumán es el motoarrebato”, dijo. Se plantearon leyes para combatirlo -hubo seis proyectos que contemplaban obligar a los motociclistas a usar chalecos con la patente inscipta y prohibir la circulación de dos personas en moto- que perdieron estado parlamentario.

También se sancionó una ley para enviar a la cárcel directamente a motochorros capturados in fraganti. No se sabe si esta ley tiene resultados, puesto que desde hace al menos tres años las cárceles y las comisarías están llenas de detenidos. No se sabe cómo tratan los jueces este delito que no está catalogado como tal en los Códigos, sino como robo o hurto y por lo tanto tiene pena leve; es decir que aunque detengan al motorrebatador, más antes que después volverá a la calle.

Eso lo sabe el arrebatador. También lo saben los policías y los vecinos, que suelen darles palizas supuestamente ejemplificadoras. Pero si lo que se pretende es que escarmienten, no es así. Cuenta el psicólogo social Emilio Mustafá, que trabaja con chicos adictos en barrios críticos, que los que delinquen tienen asumidas también las palizas: “saben que les van a dar lo que llaman una ‘torturita’ o algo peor como la picana o submarino seco”.

“Al aparecer el fenómeno de los chicos en adicción el robo perdió los códigos que tenía antes. Ahora van a todas partes”

Mucha moto
Ardiles dio el ejemplo de que “el tipo sale de la Costanera y si puede robar ahí, roba; y si no, se viene hasta Yerba Buena”. De lo cual se desprende, primero, que los motoarrebatadores, con bastante probabilidad, surgen de los barrios críticos. “Es todo un fenómeno que acompaña el crecimiento del narcomenudeo -dice Mustafá-. Es un submundo que se agudiza con la crisis económica. Pero el motoarrebato tiene que ver con la cantidad de motos que hay. En Villa 9 de Julio, en Villa Amalia, San Cayetano, Autopista Sur”.

Y ese submundo tiene un circuito en el que se organiza el robo, tanto de carteras como de las mismas motocicletas. “Hay muchos desarmaderos barriales de motos. Las roban, las llevan a una casa o a un descampado y la desarman y la venden a tallercitos mecánicos como repuestos. Hay un mercado negro paralelo”, dice Mustafá. Lo mismo describió hace tiempo el abogado José del Río, a propósito del auge del robo de motos: “hay un mercado negro muy importante detrás de este delito. La población, que resulta víctima de estos robos, a la vez adquiere los repuestos en desarmaderos clandestinos... Si tenemos una sociedad que no rechaza esa venta, lógicamente el delincuente tendrá compradores que busquen esos elementos y los seguirá robando”.

Estimulados con droga
¿Pero cómo es el arrebatador? Joven, de entre 15 y 30 años, dice Mustafá. Entre los que salen a asaltar hay muchos adictos. “Los que consumen y no están dañados con el proceso de adicción, cuando salen no toman pastillas sino ‘alita de mosca’ o cocaína, que les exacerba los sentidos. Se ponen paranoicos, perseguidos y van muy estimulados. A veces, muy agresivos”. Por eso, explica, en muchas oportunidades son especialmente violentos al asaltar, sobre todo a mujeres al robarles las carteras. Así fue el ataque a una joven en Marcos Paz y Junín a fines de diciembre, viralizado en un video.

Los otros que ya están perdidos en la droga también pueden salir en moto, pero es más complicado que manejen. Suelen ser detenidos y deben engrosar la lista de los 300 que mencionó el subsecretario.

Ardiles y Mustafá coinciden en que estos delincuentes improvisan. “Van al tuntún”, dice el psicólogo. “Al aparecer el fenómeno de los chicos en adicción el robo perdió los códigos que tenía antes. Ahora van a todas partes”, agrega. Dice que incluso van a pueblos del interior que parecen tranquilos. Colombres tiene cinco policías para 10.000 habitantes y por ahí también circulan los motoarrebatadores.

Esta percepción de quienes hacen trabajo social podría ser compartida en el marco del programa de la Policía que, según Ardiles, puede haber incidido en la baja de la violencia homicida en enero. Los policías recorren de a cuatro por turno los 10 barrios críticos y se vinculan con la gente, y de noche hay patrullas.

Incipiente recolección de datos
Acaso de allí puede surgir un conocimiento más real de lo que está sucediendo en estas zonas en las que tal vez haya habido una baja esporádica de violencia homicida pero no una disminición de las tensiones barriales. Hay poca recolección de datos fuera de las comisarías 1ª y 2ª, centradas en el corazón de la ciudad, de predominante clase media, mientras que en la periferia más empobrecida hay un mundo de violencia que debería ser registrado y estudiado. Algo se está haciendo con ese mapa de zonas críticas. Aunque las respuestas policiales, por ahora, son los operativos, considerados “golpes de impacto para atemperar los ánimos de los delincuentes”, como dice Ardiles, “para que la gente salga a la calle y vea policías”.

Hasta ahí puede llegar la visión policial. Falta otra mirada. “Va a seguir creciendo este delito, porque está atado a la marginalidad. No se hace nada a nivel social para evitarlo”, dice el penalista Andrés Villafañe. Mustafá describe que hay unos 5 millones de jóvenes pobres sin salida social en el país. “El trabajo es organizador de la vida cotidiana, del psiquismo, de las normas, de las reglas. Acá hay que contextualizar salidas con políticas sociales. La crisis es ‘pagamos deuda’ pero no dicen ‘generamos empleo’... y estos chicos trabajan en el limón, o juntan cartón o limpian vidrios. Y punto”.

¿Empleo? No hay empleo y no se sabe cuál es el oficio que puede sacar de la calle al arrebatador. Dice Luis Mario Vitette, “el ladrón del siglo”, en LA GACETA Literaria de hoy: “yo soy ladrón porque me preparé para robar. Los que delinquen con la improvisación de la miseria o la violencia, son chorros”.

Esos delincuentes que surgen de barriadas marginales que los llevan a sobrevivir exigen un nivel diferente de análisis. Tal como lo plantea la original película coreana “Parásitos”, dirigida por Bong Joon-Ho, todavía en cartel. Para saber por qué surgen y por qué seguirán surgiendo, y qué debe hacer la sociedad al respecto.

La violencia social
Lo más difícil es llegar al origen del problema, que permita explicar por qué la sociedad se ha vuelto tan violenta y tan insegura. Hofer decía en 2017 que el motoarrebato “es un delito netamente social. No es parte del crimen organizado. Antes uno sabía que no podía caminar cerca de los barrios peligrosos porque el delincuente te robaba y volvía a su zona. Hoy con la moto tenés uno que se va de Banda del Río Salí a robar en Yerba Buena”. Prácticamente lo mismo que, tres años después, sigue diciendo Ardiles. Ahora están probando otras estrategias, en tanto que se mantienen los métodos policiales de siempre, mientras se ignoran más datos sobre el flagelo de nuestros tiempos. Porque el único motoarrebatador que es de algún modo entendido -no perdonado- es el de la película de Agustín Toscano. Cualquier otro genera angustia y enojo.

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