Letras y números para las vacaciones

Letras y números para las vacaciones

13 Enero 2020

Por Santiago Garmendia - Doctor Filosofía

Las vacaciones dan vuelta el reloj de arena de la rutina, ya sea por el mínimo hecho de que los hijos dejan de ir a la escuela. Los que tenemos que arrastrar nuestra existencia por la geografía tucumana o argentina tenemos algunos dilemas tan estúpidos como profundos.

Alejandro Dolina decía que el fin de semana es la promesa de un milagro y el domingo la certeza de que no ha ocurrido. Las vacaciones se comportan de una manera parecida, prometen un cielo imposible y contradictorio. Porque lo que para una persona es el paraíso, para otra es el averno. Y esa gente viaja junta. Al mismo lugar.

Una de las maneras de matizar esto es la lectura, actividad que no molesta a nadie, aunque precisa de no ser molestado. El problema es que, si uno cuenta con esa posibilidad, quiere siempre relanzar el Programa Personal de Lectura Obligatoria, llevando treinta libros de esos que debería haber leído y que -vergüenza- no lo hizo. Parten a, digamos, Punta Mogotes, el Ulises de Joyce, la Summa de Santo Tomás, la Etica de Spinoza, El Eternauta de Osterheld, la Expedición a los indios ranqueles de Mansilla y las obras completas de Ortega y Gasset.

Por supuesto que no los va a abrir. Pero los volverá a llevar el año que viene.

Con el libro digital lo único que se logra es aligerar la carga material, pero multiplicar por millones la literaria, aumentando a gigas esta lista de inmaculados.

Recomendación: lleve dos libros. Si los termina, compre más allá, que en todos lados venden.

Si tiene tablet, desista de los clásicos gratuitos en idioma original. Baje lo que le interese por unos pesos.

Otra posible solución es un engendro de tatetí y tabla de verdad, llamado Sudoku. Se trata buscar la combinación de números del uno al nueve, sin que se repitan en lo horizontal, lo vertical, ni en el cluster de tres por tres. No deje que se lo explique, es una experiencia fascinante. Este juego no es milenario, es casi milenial, en 2005 fue lanzado a la venta. Hunde raíces en Leonar Euler, el lógico. Encuentro dos cosas en el Sudoku que lo hacen atrapante. Una es que, ante la asfixia de una encerrona numérica, siempre aparece -con el tiempo y la atención- una luz, algo que siempre estuvo ahí y que muestra ahora su poder de hilo de Ariadna.

La otra cuestión es que cada nuevo descubrimiento…ayuda menos. Porque a medida que se va completando el panal de cifras, los lugares están determinados por mayor cantidad de otros. Cada vez hay menos ayuda.

A propósito, hay una leyenda de un hombre naufragó con un Sudoku en una isla desierta. Cuando lo rescataron, cien días después, pidió media hora para subir el barco porque estaba concentrado en la última línea.

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