Mascotas y juguetes: los animales también tienen objetos recreativos favoritos

Mascotas y juguetes: los animales también tienen objetos recreativos favoritos

Los “mejores amigos” de tus amigos.

ANTIESTRÉS. De la colección de pelotas y de sogas que hay en su hogar, Leia prefiere un brócoli de plástico. ANTIESTRÉS. De la colección de pelotas y de sogas que hay en su hogar, Leia prefiere un brócoli de plástico.

Cuando éramos pequeños, pese a la cantidad de muñecos y de objetos que tuviéramos, siempre había un juguete que sobresalía del resto. Aquel que atesorábamos hasta que lo metían al lavarropas o desaparecía misteriosamente. Esta preferencia también vale para nuestras mascotas y los hábitos de esparcimiento que creamos con ellas.

“Aunque de cachorros los perros y los gatos juegan con lo primero que encuentran, al concretar una rutina de juegos ellos pueden generar predilección por ciertas texturas, formas o sabores. Hay mascotas que se vuelven locas por una pelota y otras que, en cambio, disfrutan más los huesos de cuero u objetos con sonido por la sensación que producen al ser mordidos”, explica el veterinario Pablo Escalante.

No obstante, Rocío Rojas jamás imaginó como sería su vida luego de conseguir el “redondel de la perdición”. Hace seis meses, la estudiante de nutrición compró una especie de rosca con pinches de silicona para su perra salchicha. En cuanto lo vio, el amor de Sara por ese juguete con chirridos fue instantáneo. “Es una locura, si lo escondemos, ella lo busca en cada rincón de la casa y llora si no lo encuentra. Además, se la nota inquieta y triste”, afirma Rocío.

En busca de prevenir este panorama, para Rocío resulta inevitable llevar el accesorio a las plazas y a Jujuy mientras visita a su familia. En su mano, lo que una vez fue un panificado ahora se reduce a una masa mordida. “Cuando dejo la dona en el departamento Sara cree que la tengo en la mochila e intenta abrirla a toda costa. Siento que tiene un fuerte apego al juguete”, agrega la joven.

SARA. No sale a pasear si su dueña no carga un viejo juguete color verde. SARA. No sale a pasear si su dueña no carga un viejo juguete color verde.

Los especialistas afirman que este término no se contempla en el comportamiento habitual de las mascotas, pero sí podemos hablar de juguetes favoritos o -en el plano médico- de patologías.

“Suele verse en los machos cuando hay dominancia. Ellos toman un peluche o un almohadón como si fuera su hembra y su objeto sexual. El dueño lo asocia al apego porque ve que la mascota lo cuida como posesión o gruñe si intentan llevarse el objeto. Es bastante común en caniches y en perros de talla chica”, aclara la veterinaria Patricia El Kadi. En la hembra, este tipo de accionar puede alertarnos sobre una pseudopreñez (embarazo psicológico).

Verduras compañeras

Al regresar de las vacaciones, es frecuente traer algún souvenir para nuestros allegados. Luego, está el regalo que Solana Villagran Barrionuevo le compró a su perra en Buenos Aires: un brócoli inflable.

Leia conoció el vegetal de plástico a los cinco meses -luego de ser diagnosticada con problemas de estrés- y ahora la relación ya lleva casi dos años. “Al irse a dormir por las noches acarrea el juguete hasta mi cama. Leia necesita que esté ahí para sentirse tranquila. Y al salir en el auto lo carga como acompañante, supongo que le transmite seguridad”, reflexiona Solana.

Durante esos años el tiempo no perdonó al amor y fueron bastantes los infructuosos intentos de limpieza. A fin de cuentas, ella ya sabe dónde hallarlo: junto a la mesa del teléfono. Y lo curioso, es que aunque haya un reguero de más de cinco pelotas y sogas en el patio, el silencioso ladrón no se cansa de estirarse en dos patas hasta tantear el tallo.

Arrorró gatito

Toto llegó a la vida de Franco Salazar hace cuatro años. Por casualidad, él estaba volviendo de la facultad y escuchó una serie de maullidos provenientes de un container de basura. Dentro vio a un gato blanco con ojos marrones que no tardó en llevar a su casa.

AL DORMIR. Toto (pelo blanco) usa la misma manta desde hace tres años. AL DORMIR. Toto (pelo blanco) usa la misma manta desde hace tres años.

“En un rincón del living coloqué una caja cubierta de telas para que duerma hasta lograr curarlo y nutrirlo”, explica el estudiante de psicología. En efecto, al cabo de unos meses Toto superó las secuelas del maltrato y abandonó la cesta improvisada. El problema fue que resultó imposible despegarlo de la manta jaspeada. “La carga en la boca cada vez que se desplaza del sillón a la cama o la deposita en el rincón donde planea apoyarse. Cientos de veces intenté que se acomode en su cucha de mimbre y Toto insiste en arrastrar el trapo. Le digo así porque con el tiempo que pasó es más un pedazo roñoso de tela que otra cosa”, enfatiza Franco.

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