WhatsApp, ese virus silencioso que se alimenta con tu tiempo

WhatsApp, ese virus silencioso que se alimenta con tu tiempo

-Buen día a todos!!!

- Buenaaaaaasssss

- Hermoso día para todeees :)

- Buen día ####

- Holisss

- Buenas amigues :)

- Durmieron bien????

- Qué noche Barilocheeeee jajajaja

- Buen día gente linda

- Hola!!!!

- Ya amanecieron?!?!?!

- Sale café con leche con medialunas :)

- Naaaa, mejor está para unos mates calentitos

- Buennnnn díííaaaaa madrugones

- Hola!! Yo prefiero tostadas con manteca

- Buenas changadaaaaa

- Buen día a todos menos a uno que se va al descenso jajajajajaja

- Que tengan un hermoso día!!!

Y así hasta el infinito, todos los días, cada mañana, tarde, noche…

-Buenas noches

- Que descansen

- Duerman bien

- Que sueñen con los angelitos

Etc, etc, ¡¡¡Etcéteraaaaaaaaaa!!!

WhatsApp fue ingresando a nuestras vidas de forma silenciosa, como un virus mortal pero asintomático, que fue consumiendo nuestras mentes, nuestras horas, nuestra vida real, nuestras relaciones interpersonales, nuestra atención…

Hay grupos para cualquier cosa, literalmente. De fútbol 5, de mountain bike, de compañeros de rugby, de ex compañeros de rugby, de fútbol de veteranos, de papi fútbol, de tenis, de básquet, de natación, (de todos los deportes y de cada una de sus variantes y subvariantes), de mascoteros, de ex compañeros del colegio, de dos colegios, de tres colegios, de una Facultad, de otra Facultad, de amantes de la BMW, de la Honda, de la Yamaha, de papás del colegio, de mamás del colegio, de papás y mamás, de un hijo, de dos hijos, de tres hijos, de tutores con papás, de profesores con padres, de vecinos de la cuadra, del barrio, del edificio…

Pañuelos verdes, celestes, peronistas, antiperonistas, médicos, abogados, contadores, fanáticos de clubes, adoradores de películas de Marvel, defensores de Dybala, riquelmistas, bilardistas, militantes del reciclaje, del medio ambiente, salvadores del planeta!!!!

Un usuario promedio de WhatsApp participa de unos 20 grupos, sin contar los laborales, que en algunas ocupaciones suelen ser intensos, como en periodismo, política, salud o docencia.

Están además los comunicadores, prenseros, voceros o responsables de RRPP, de gobiernos, reparticiones, entes, empresas, agencias publicitarias, fundaciones, federaciones, asociaciones, colegios profesionales, organizaciones sociales, partidos políticos, políticos en sí mismos, clubes, teatros, artistas, deportistas y otro largo etcétera que forman cadenas y envían partes de prensa, anuncios, anticipos, promociones, ofertas imperdibles o, simple y sencillamente, saludos, como feliz Navidad o feliz Año Nuevo.

Luego le siguen feliz día de la Patria, felices Pascuas, feliz Día del Padre, de la Madre, de la Bandera, de la secretaria, de la empanada de matambre o del kimono japonés.

¿Cuándo fue que comenzó toda esta demencia?

De la ultilidad al desenfreno

En las instituciones educativas, WhatsApp es una herramienta que empezó siendo muy útil, pero a medida que su uso fue cada vez más vehemente terminó saturando a muchos docentes.

Se vulneran todos los límites y horarios y se pone en riesgo el descanso. Los maestros terminan por estar conectados a la agenda institucional, a veces de varios colegios, los siete días de la semana, y las presiones laborales aumentan.

Esto mismo le está pasando a muchas profesiones, donde los usuarios emisores de mensajes no respetan días ni horas, o incluso no se mensura la relevancia -a veces nula- de lo que están enviando.

Otro problema es que se fue desvirtuando el contexto de cada grupo y se empezaron a contaminar espacios determinados con chistes, memes, ventas, diatribas políticas, fake news y videos que se repiten uno tras uno en cada grupo o contacto.

Y en estas mezclas anárquicas de lo serio y la broma, de lo verdadero y lo falso, una sola coma mal puesta puede hacer estragos y terminar en discusiones o peleas irremontables. Y si hay grieta, mejor ni hablar.

Aún así, no es este el mayor daño que está causando este servicio de mensajería, sino que, usado en exceso, está provocando lesiones mayores en nuestra calidad de vida.

Por un lado, es preocupante el aumento de las personas que presentan síntomas de adicción al WhatsApp, coinciden muchos especialistas.

Por otra parte, el tiempo que se pierde en esta plataforma es alarmante. Tiempo que se le roba a la vida real, a las personas, a los abrazos, a las charlas cara a cara, al aire libre, a un almuerzo compartido y conversado sin mirar una pantalla.

Las cifras son perturbadoras. Un usuario promedio pasa sumergido cuatro horas por semana en esta red social, y revisa la aplicación al menos 25 veces al día.

Diariamente, en la media, cada grupo genera no menos de un centenar de notificaciones. Esto es un promedio, muy por debajo de las personas que han creado dependencia, que pueden multiplicar varias veces su tiempo de reclusión en WhatsApp.

Cinco, diez, o 20 horas semanales es un montón de tiempo para otras actividades.

Sólo proyectemos ese tiempo utilizado en cocinar, dormir, amar, leer, nadar, caminar o conversar con la gente que queremos.

Veinte horas semanales son dos películas por día, así de tanto. O pensemos en convertir ese tiempo en dinero, que son casi tres horas diarias. Es muchísimo. Media jornada laboral para algunos estatutos.

Ansiosa descortesía

Según los parámetros sociales actuales, la persona que contesta un mensaje inmediatamente es cortés y el que no lo hace es descortés. Debería ser exactamente al revés.

Descortés es quien invade tu tiempo, tu vida, tus ocupaciones, para exigir una respuesta pronta sin importarle lo que estás haciendo.

En psicología suele decirse que las urgencias de los otros no son tus prioridades.

Suponemos esto porque la mayoría de las personas pensamos que nuestras prioridades son las más importantes del planeta.

Y si acaso sucumbimos a las exigencias de las personas más adictas a las redes, a la premura de los más ansiosos o al trastorno de los compulsivos, vamos a terminar todos igual. Mal.

A veces tememos que se enojen si no contestamos rápido. Pues mejor si se enojan así se alejan un poco de tu vida.

Ocurre lo mismo con la gente tóxica, siempre es mejor mantenerla lo más alejada posible, de lo contrario terminamos intoxicándonos.

Es lo mismo con WhatsApp: si los tóxicos se ofenden y toman distancia, a la larga saldremos beneficiados. Vale para personas y para grupos.

Son muy comunes en esta época las adicciones a las tecnologías de la información y de la comunicación. El adicto a WhatsApp en general es adicto a otros dispositivos y canales de comunicación (multitasking).

A nivel neurológico se crea una adicción cuando se usa el móvil demasiado tiempo, debido a que reduce los receptores de dopamina en el cerebro.

Afirman los especialistas que el uso irracional de WhatsApp puede convertirlo, por ejemplo, en una herramienta para controlar a personas, como la pareja, amigos, hijos o compañeros de trabajo.

No son pocos los que han empezado a tomar medidas para frenar esta intromisión tóxica de tanta gente en sus vidas, en su intimidad, en sus horas de descanso o recreación, o que interrumpen a cada rato nuestra concentración laboral o de estudio.

Algunos administradores de grupos han comenzado a fijar parámetros claros y firmes para su uso. También imponiendo horarios y reglas.

Es importante además saber priorizar la calidad por sobre la cantidad. Solemos utilizar muchos canales de comunicación (Facebook, email, SMS, Twitter, etc) pero en general los gestionamos mal.

Menos es más

Los especialistas recomiendan tener menos tools (canales), pero mejor administrados. Esto nos haría ahorrar muchísimo tiempo.

También es bueno sincerarnos. Hay gente que elimina los tildes azules para que el otro no sepa si vio el mensaje. El problema es que el que elimina esta confirmación tampoco puede ver el azul de los que no lo eliminaron. Un sinsentido, porque está probado que quien no tiene la confirmación azul -los más pendientes de esta función- son los más atentos a la urgencia. Hay que restaurar los tildes azules, “clavarle el visto”, como dicen los chicos, y que se haga cargo el otro de su ansiedad.

Bloquear notificaciones, silenciar contactos -o directamente el celular- en algunos momentos son filtros que ayudan a vivir con mejor calidad de vida.

El tiempo es muy valioso y escaso para perderlo leyendo 50 saludos de cumpleaños iguales en un grupo. Y en un grupo numeroso es probable que casi todos los días alguien cumpla años.

¿Por qué no saludar al cumpleañero en privado y no molestar a los otros 48?

Lo mismo con las profesiones, los santorales, signos del sodíaco y cuanto sello nos quepa.

-Feliz día del médico Juan

-Feliz día Juan

-Que la pases lindo Juan

-Saludos Juan, el médico del grupo jeje

-Hola Juan, feliz día

¿¡Quéééé!? ¿En serio estamos usando 20 horas semanales para hacer esto? ¿De verdad vemos 50 veces por día una pantalla para ver todos los saludos repetidos a Juan, nuestro amigo médico? ¿O para ver 20 veces la misma tarjeta navideña reenviada hasta el cansancio, el mismo chiste, el mismo videito zonzo o pornográfico? Y están los que envían cada día bendiciones, oraciones, “buena vibra”, pases mágicos, lo que dice el horóscopo...

Si esto nos identifica, realmente tenemos un problema.

No es tan complicado recuperar una parte de la vida y que los otros nos recuperen a nosotros. Después de todo, la gente que te quiere o para la que sos valioso, sabe que con una llamada de teléfono, de dos minutos, se resuelven mejor y más rápido los temas importantes.

Las redes son como los fármacos, ciertas dosis son muy útiles, te pueden salvar, pero en exceso te pueden arruinar.

Es así que aprovechamos este espacio para desear que este 2020 sea la excepción en Argentina y que sea un gran año para todos, ya que el martes 31, obviamente, nuestro celular estará en modo avión.

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