El juego de pensar
El juego de pensar

Cuando esta semana asuma Jorge Ameal, Boca, como el país, iniciará la era posMacri. Una era que incluyó los mejores años en la historia de Boca, pero que termina opacada por un River que, encima, no para de ganar. “El que no salta, murió en Madrid”, cantaban el viernes por la noche en Mendoza los hinchas “millonarios”, en su última fiesta, la conquista de la Copa Argentina contra Central Córdoba de Santiago del Estero. Así como los políticos suelen decir “es la economía estúpido” (para explicar por qué un gobierno va decayendo en las encuestas o pierde elecciones), el fútbol le dice a Boca “es Madrid estúpido”. Esa final, es cierto, precipitó en su momento la salida del “Mellizo” Barros Schelotto, pero marcó ante todo al presidente Daniel Angelici, que se despidió tras ocho años con tres Ligas y dos Copas Argentina, pero sin la Libertadores.

Igualmente, el fin de un cuarto de siglo de poder político monocolor en Boca no fue sólo culpa de Madrid. Por un lado, es cierto, está el River del “Muñeco”. Y también el desgaste y cierta prepotencia que daba la sensación de eternidad. Y Juan Román Riquelme claro, el hombre que acaparará el centro de la nueva dirigencia que asumirá casi seguramente el jueves en Boca. Riquelme no jugará ni será DT como Gallardo. Pero sus primeros pasos como dirigente van confirmando un perfil que ya estaba claro cuando era jugador. Y no sólo adentro de la cancha. Recuerda el escritor Juan José Becerra en La Agenda Revista una anécdota de un libro biográfico de Román. La barra que lo aprieta en 2010 y lo amenaza con romperle el auto porque creía que Riquelme no estaba ayudando a Palermo a marcar su gol número 219 y posicionarse como máximo artillero histórico de Boca. “Rompelo todo. Mañana me compro otro”, respondió Román al barra. Aún bajo presión extrema, Riquelme siempre jugó según sus tiempos. Estas semanas, en plena entrevista de TV (donde todos corren), Riquelme, dice Becerra, aparece con el mate lento “que emula el ritmo humano del pensamiento. El pensamiento necesita tiempo, reposo, cimarrones. Y lo que hace Riquelme en ese momento es ponerles los puntos a la televisión y a su voluntad de anular el pensamiento como un proceso que hay que cursar”.

No tengo dudas de que ese pensamiento es el que está planificando para que Boca concrete su objetivo de destronar a River. Parece que volverá Miguel Angel Russo, el último DT que logró la Libertadores con Boca. Que a su lado estará Sebastián Battaglia, máximo ganador. Y que el “Virrey” Bianchi apoyará desde algún lugar. Pero no estará el crack. Boca se pasó estos años buscando un Riquelme (como lo hará Barcelona cuando se retire Messi). Pero un Riquelme (y más aún un Messi) sólo aparecen muy de tanto en tanto. Cuenta Diego Borinsky en su biografía de Gallardo que el “Muñeco”, en su debut como DT en Nacional de Montevideo, sufrió los primeros partidos porque pedía a los jugadores cosas acaso posibles para él y para su talento, pero no para otros mortales. El genio suele ver todo más fácil. Hasta que llega el barro que avisa que no siempre se puede jugar bien. Y que hay que seguir siendo un equipo, una identidad, aún cuando las cosas no salen. Fue tal vez una de las primeras lecciones del Gallardo-DT campeón once veces en cinco años. Un título cada seis meses. Y lo hizo sin un genio como Riquelme, pero con un plantel convencido.

Boca no pudo celebrar bien en esta semana ni siquiera su “Día del hincha”. Tampoco festejó la despedida del Riquelme jugador, esto porque el propio Román privilegió al Riquelme dirigente. Y lo hizo arriesgando. Al costo que fuere. Nadie le discutió a Tevez si dañaba su imagen de ídolo cuando jugó a la política interna de Boca e inclusive a la política nacional. Sí se lo reprocharon en cambio a Riquelme. Su estilo poco complaciente, a veces confrontativo, provocará más críticas si los resultados no llegan. Pero Riquelme ganó títulos y ahora gana elecciones.

Es una buena decisión la de Boca la de apostar a él para revertir la racha. Filoso, hasta supo apuntarle a Gallardo, al que primero elogió como el mejor técnico de la Argentina, pero luego le recordó que su River ni siquiera “compitió” cuando fue humillado por Barcelona en el Mundial de Clubes. Y Gallardo, confirmando que él también juega en otra liga, fue igual de filoso cuando dijo que Román opinaba desde la comodidad del asado. Ya no. Desde esta semana, y a su modo, Riquelme volverá a jugar para ganar.

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