Historias detrás de la Historia: "A mis padres los sueño a veces"

Historias detrás de la Historia: "A mis padres los sueño a veces"

Hace casi 10 años, su madre salvó su vida en un accidente.

SOBREVIVIENTE. El 22 de enero de 2010, el acoplado de un camión cisterna se desplomó sobre el auto en el que se movilizaban el chico y los padres; el menor fue rescatado de entre los fierros y la pareja murió. SOBREVIVIENTE. El 22 de enero de 2010, el acoplado de un camión cisterna se desplomó sobre el auto en el que se movilizaban el chico y los padres; el menor fue rescatado de entre los fierros y la pareja murió. LA GACETA / OSVALDO RIPOLL

De repente un reventón estremecedor. Y casi como un relámpago, llegó la reacción instintiva de la madre. Se abalanzó sobre el cuerpo del pequeño que quedó debajo de ella, acurrucado al pie del asiento. Después, la oscuridad y la desesperación de la criatura por salir del nido de chatarras en que se había transformado el Renault 9. Él iba junto a sus padres de regreso a casa. Juan Luis Lazarte (11 años) en ese entonces tenía 1 año y seis meses. Sin embargo, a pesar de esa corta edad, recuerda casi toda la experiencia vivida. El día en que milagrosamente, y gracias al acto reflejo de su mamá, Marisol Albornoz (32 años), sobrevivió a un terrible accidente de tránsito. “Mami, mami”, cuenta que gritaba entre llantos, sin entender lo sucedido y en la desesperación por conseguir el aliento maternal. Pero nada. Lo tranquilizó -comenta- la voz de un bombero que le decía: “no llorés, quedate tranquilo, ya te sacamos”. Supuso que así sería -dice- al escuchar el ruido laborioso de los bomberos que procuraban rescatarlo.

Sucedió el 22 de enero de 2010 después del mediodía. Fue cuando a la altura de una estación de servicio de Concepción, ubicada a 300 metros al sur del río Gastona, el acoplado de un camión cisterna, que había perdido el control, se desplomó sobre el rodado en que iba la familia. Marisol y su esposo Juan Luis Lazarte (36 años), conductor del Renault, murieron en el acto. Ellos estaban a la orilla de la ruta 38 esperando poder tomar la carretera para emprender el regreso a su hogar de León Rougés. Habían salido de compras y aprovecharon la jornada para, además, visitar a sus padres.

La desgracia les tendería una emboscada. “Sentía el ruido como de una amoladora y la voz de un señor que me decía que no llore, que ya me iba a sacar. Me dolía un poco la cabeza por el golpe de esa cosa que se nos vino encima”, recuerda el pequeño. Los bomberos Juan Pablo Sosa y Javier Mansilla lo rescatarían después de una agotadora tarea. “Me alzaron entre los brazos y me entregaron a mi abuela”, dice. Enseguida, doña María del Valle Ortiz (70 años) aclara: “da y tema con que era yo quien lo recibió. Pero no, fue una enfermera”. El niño baja su mirada.

En su entorno familiar y de amigos lo llaman “Tito”. “Él mismo se bautizó así cuando era chiquito”, dice su abuela y tutora, mientras lo acaricia. Con él vive en el barrio El Golfo, al este de Concepción. Ahí le compró una modesta casa con el dinero que cobró del seguro por el accidente. “Sí, le quedó ese sobrenombre porque siempre, cuando jugaba, corriendo yo le decía: ‘Luisito cuidado que te podés lastimar’. Y él me respondía: “a Tito no va a pasar nada”. El sonríe ante la anécdota.

En el encuentro se muestra amistoso y conversador. Su mirada trasluce una tristeza que, al recordar a sus padres, se profundiza sin llegar al ahogo. De todos modos, no evita que una lágrima se le descuelgue y él trata de ocultarla. “A mis padres los sueño a veces. Estoy debajo de un árbol y ellos llegan a verme. Entonces, yo corro a abrazarlos, pero no los consigo alcanzar porque se elevan al cielo y se van. Entonces, me despierto y lloro un poco” , cuenta.

Doña María de inmediato apunta: “cuando los sueña, yo ya sé, porque anda idiota todo el día”. “Luisito”, según su abuela, es un buen alumno. Cursa el quinto grado en la escuela “Víctor Mercante” del barrio Independencia. Tiene tres hermanas. Todas son ahora adultas y viven con sus parejas. Él, con firmeza, confiesa que es hincha de San Martín y que va a estudiar para ser policía. “Quiero dedicarme a pillar a todos los ladrones”, enfatiza.

Amnesia

Doña María relata que ella debió reconocer el cuerpo de su hija y del yerno el día del accidente. El impacto que acusó fue tremendo y le desencadenó un estrés postraumático, acompañado de una amnesia prolongada. “Tras la tragedia, me hice cargo de los cuatros chicos que tenían mi hija y su marido. Me fui a vivir en la casa de ellos, en León Rougés. Durante tres meses los estuve cuidando sin saber cómo lo hacía. Un día me encontré con ellos sin entender qué hacía ahí. Había recobrado mi conciencia. ‘¿Qué hago aquí?’ les pregunté con insistencia a mis nietos. Y ellos me respondieron: ‘abuela, usted nos cuida’”, manifiesta. “Así, como estuve, durante ese tiempo les cociné y les lavé las ropas. Pero no recuerdo nada”, insiste.

LAS VÍCTIMAS. Marisol Albornoz (32 años) salvó a su hijo; Juan Luis Lazarte (36 años) manejaba el auto, Ambos perdieron la vida. LAS VÍCTIMAS. Marisol Albornoz (32 años) salvó a su hijo; Juan Luis Lazarte (36 años) manejaba el auto, Ambos perdieron la vida.

“Luisito”, luego de perder a sus padres, consiguió la protección y afecto maternal de su tía Mabel del Carmen Albornoz (39 años). Pero la fatalidad le asestaría otro golpe. Su tía enfermó gravemente en 2017 y falleció al poco tiempo. “Para él, mi hija Mabel fue como su otra madre, pero qué le vamos a hacer. La vida, a veces, te golpea duro y sin darte tiempo para levantar cabeza. A ‘Luisito’ estas malas experiencias lo van a hacer fuerte. A mí me mantiene el compromiso de cuidarlo”, advierte doña María.

El niño le dice mamá a su abuela. La ayuda en la limpieza y hace las compras diarias. Es que doña María tiene dificultades para caminar. El niño siempre recuerda al bombero que lo rescató de entre el chatarrerío. Asegura que con frecuencia lo iba a visitar a su casa de León Rougés. “Llegaba y me tenía en sus brazos. Después dicen que dejó de ser bombero. Nunca más lo vimos. Seguramente algún día va a regresar”, concluye el chico.

“Ese día siempre viene a la memoria”, dice un rescatista

Juan Pablo Sosa fue uno de los bomberos que participó en el rescate de “Luisito”, Juan Luis Lazarte (11 años). Hace varios años abandonó esa tarea en la dotación de Bomberos Voluntarios de Concepción y se trasladó a Buenos Aires, donde vive ahora. Allá ejerce la profesión de licenciado en diagnóstico por imágenes.

LA TRAGEDIA. “No llorés, quedate tranquilo, ya te sacamos”, le dijo un bombero a “Luisito” durante el rescate. LA TRAGEDIA. “No llorés, quedate tranquilo, ya te sacamos”, le dijo un bombero a “Luisito” durante el rescate.

Javier Mansilla también participó en el rescate del niño de entre los hierros retorcidos del Renault 9 siniestrado. Este hombre continúa ejerciendo el voluntariado en la unidad de bomberos de La “Perla del Sur”. Casualmente, ahora trabaja en la estación de servicio frente a la cual se desencadenó el accidente. “Es inevitable. El recuerdo de ese día siempre viene a la memoria. Todos los días estoy a metros del lugar del hecho. Fue una experiencia fuerte. Quedó el consuelo de haber rescatado al chiquito con vida. Es lo que más nos importaba en ese momento”, sostuvo Javier.

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