El Alberdi cambió dirección y Ruiz Torres movió la primera ficha

El Alberdi cambió dirección y Ruiz Torres movió la primera ficha

“Hay que darle las gracias a Malena Pichot”, dicen no tan por lo bajo en el teatro Alberdi. El robo de la notebook sufrido por la artista fue noticia nacional y apuró una decisión que venía cocinándose en la Secretaría de Extensión de la UNT: el cambio de dirección. La salida de Hugo Gramajo le dio lugar a Silvina Fénik, funcionaria de carrera en la universidad que ya había pasado por la conducción del Virla y del EPAM. Es un apellido con peso en la vida cultural de la provincia; su papá, Alfredo Fénik, es una figura emblemática del quehacer teatral tucumano. Su hija, quedó consignado, acredita experiencia en la gestión.

¿Qué se espera de Silvina Fénik? Básicamente, que ponga orden. Los niveles de deterioro del Alberdi son alarmantes y no sólo en cuestiones ligadas con la infraestructura. Por la desaparición de la computadora de Pichot -sustraída del propio escenario antes del comienzo del show, a fines de septiembre- debió responder la UNT. Ese hurto le dio visibilidad a un problema endémico en el Alberdi, porque los robos son moneda frecuente. De la sala se esfumaron desde lámparas hasta costoso equipamiento; desde abrigos de los artistas durante los ensayos hasta los platillos de un miembro de la orquesta. Con semejantes niveles de inseguridad no extrañó lo sucedido en pleno espectáculo del standapero porteño Pablo Angeli, cuando un desconocido que se movía entre bambalinas le dio un susto de muerte. Angeli intentó bajarle el perfil al tema en sus redes sociales, pero los testigos detallan que la situación fue mucho más tensa de lo que se informó. La desconfianza interna llegó a un grado tal que se decidió darles a los artistas la llave de los camerinos. Insólito.

El año pasado, en pleno solo de “Esperando nacer” -momento de sublime éxtasis musical-, “saltó la térmica” y la guitarra de David Lebón quedó silenciada. Cualquier otra estrella hubiera armado un escándalo, pero Lebón, que está en paz consigo mismo y con el universo, se tomó las cosas con calma. Esperó que corrigieran el desperfecto y siguió tocando. Es un ejemplo de la precariedad con la que se trabaja desde hace tiempo en la sala, sumada a un extraño fenómeno que de paranormal no tiene nada: las consolas sufren llamativos accidentes que acortan su vida útil.

El Alberdi es un gigante cuyo mantenimiento requiere constantes inyecciones de presupuesto, en momentos en los que la UNT hace gala de bolsillos 100% vacíos. Pero no todo pasa por los fondos que llegan o dejan de llegar al teatro.

Fénik tendrá que resolver esta cuestión tomando decisiones firmes en el manejo de los recursos humanos. En el seno del Alberdi hay quienes celebran el cambio y quienes ya están buscando nuevos horizontes en el amplio abanico de rincones que ofrece la estructura de la universidad. Se sabe que hay un gremio celoso de por medio, sobre todo en la protección del personal de planta con muchos años en los cargos, y ni la Secretaría de Extensión ni la flamante directora tienen intención de entrar en un conflicto. Los cambios de aire suelen ser las salidas más silenciosas y elegantes.

¿Podría esta movida en el Alberdi representar un símbolo de los cambios de fondo que parecen avecinarse en la UNT? Desde el 10 de diciembre habrá nuevos ocupantes en el Palacio Pizzurno, pero los equipos técnicos de la futura Secretaría de Políticas Universitarias (SPU) ya mueven las fichas. Allí se corta el queso de la financiación y la interlocutora del lado de la UNT dejará de ser Lidia Ascárate, diputada nacional electa. ¿Seguirá siendo un funcionario radical el encargado de negociar con la SPU peronista que se viene?

Pero volvamos al Alberdi, donde la Orquesta Sinfónica inauguró ayer tres noches a puro rock y pop, con temas de Pink Floyd, Madonna y The Police -entre otros clásicos- y un arreglo de “Escalera al cielo”, de Led Zeppelin, que importó de Europa el maestro Roberto Buffo. El espectáculo, con músicos, cantantes y coristas invitados, venía concertado de la gestión de Gramajo. Una vez que vayan agotándose los compromisos adquiridos empezará a notarse el perfil que Fénik le imprimirá a la programación. En ese sentido, el Alberdi también requiere de una urgente reorientación.

Sale Bullion, entra Cruz

El gradualismo asoma como un rasgo distintivo en la impronta de Martín Ruiz Torres al frente del Ente Cultural. El nuevo presidente intenta tomarse las cosas con calma antes de jugar sus fichas. Tiene un cargo vacante en el organigrama por el retiro de Marilí Bullion de la Dirección de Música y Danzas y el elegido para ocuparlo es el folclorista Rubén Cruz. La designación oficial está lista para ver la luz. Por lo pronto, en la web del Ente el casillero ni siquiera aparece vacío: retiraron temporalmente la Dirección del listado oficial.

Conducir Música y Danzas implica marcarles el camino a la Orquesta Estable, a la Banda Sinfónica, a los coros y a los ballets. Todo un compromiso para Cruz, que a su condición de reconocido y respetado artista le suma la de contador público nacional y empleado de la Dirección de Materiales y Construcciones Escolares. En ese sentido, aunque en otra área, no es ajeno a lo que significa trabajar en el Estado.

Más allá de lo que Cruz considere, todo quedará supeditado a las políticas que bajen desde la Presidencia. Hay mucha expectativa en la comunidad artística a partir de la promesa de Ruiz Torres de “abrir” el Ente y darles lugar a los nuevos proyectos. “En todas las áreas”, anticipó. Sus pasos son analizados con detenimiento, sobre todo porque hasta aquí no se mostró partidario de los cambios de nombres, porque no se conoce quién será el vicepresidente, y porque Mauricio Guzman se instaló en una oficina contigua a la Presidencia, en su rol de “asesor artístico”.

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