Por Jorge Figueroa
05 Noviembre 2019
EN COLOR. En este trabajo de épocas tempranas, Aurelio Salas utiliza distintas tonalidades.
No se sabe con exactitud cuántas obras realizó Aurelio Salas. Desde este jueves se expondrán casi 40 creaciones que se presentan como inéditas, pertenecientes a coleccionistas privados, en el Centro Rougés.
Además existen decenas y decenas de obras más que, por motivos no muy claros, quedaron en España y cuyo destino se llevó a la tumba un sobrino del pintor. Entre ellas, la medalla de oro del Gran Premio de Honor Presidencia de la Nación en 1991.
Maestro de dibujo, formado por Lino Eneas Spilimbergo y Lajos Szalay, Salas también fue mecánico tornero y aprendió dibujo técnico de construcción. Cuando de tanta bohemia se habla a su alrededor, no pueden olvidarse sus noches en la peña El Cardón.
No poco se ha escrito sobre sus dibujos y grabados, pero en esta exposición se podrán ver además óleos, color y pinturas desconocidos para el público. Para muchos, será otro Salas; el de los años 40 y principios de los 50, con figuras tiesas, retratos expresivos con tanta inexpresividad. Un retrato de “La Gioconda”, de 1939, da cuenta de esa realidad, así como otros óleos. Pero en la exposición también se encuentra el más conocido, como el del abrazo de 1985.
“Los colores no pueden estar ausentes en esta exposición, desde los carbones, las temperas y acuarelas y siete óleos (conocidos y catalogados hay solo 33) dan cuenta de su adhesión al color que luego abandona definitivamente a pesar de ser premiado por esta técnica”, escribe en el catálogo el curador Segundo Ramos.
MAESTRO DEL TRAZO. Este abrazo integra la producción de Aurelio Salas en 1985, dentro de su estilo más conocido.
En los 60, la neofiguración se acentúa en un barroco que reúne acumulación, vitalismo, teatralización, injertos, mezcla y ornamento, términos que pueden servir para referirnos a esta ya categoría histórica.
Y en el intertexto del artista pueden anotarse igualmente los desmesurados rostros y gestos de Bacon. El propio Deleuze, en un libro sobre el barroco, “El pliegue”, expresa que no es un arte de las estructuras sino de las texturas, y llama la atención sobre la superficie y no sobre el sistema de relaciones. Si el intertexto es una retícula de textos precedentes, a más de la neofiguración y Bacon, pueden anotarse específicamente otros nombres como el de Carlos Alonso.
Las líneas de Salas son, entonces, verdaderas construcciones: funcionan a modo de una red que atrapa, separa, contiene, enreda, forma, informa a los protagonistas de esta tierra que tan bien conoció el artista; con una profunda carga dramática y trágica, y en la línea del más crítico expresionismo.
“A partir de los 60 sus temas se complejizan. El dibujo se potencia y el ‘ser humano’ adquiere una relevancia que se convierte en el motivo por excelencia de su obra”, apunta Gloria Zjawin de Gentilini en otro texto de presentación.
HACE 80 AÑOS. Un estudio del artista tucumano realizado a partir de la famosa “La Gioconda”.
El dibujo es el paradigma, lo que todavía hoy se enseña en las academias: la base de todo arte, sea grabado, pintura o escultura, tratándose de la primera representación gráfica. Si lo específico de la pintura es lo pictórico (la cualidad de la materia pigmento y su transformación), lo del dibujo es la línea. Así, el paradigma dibujo postula la construcción de la imagen a partir de la línea, y no desde el color (con independencia de la presencia o no de este último).
Con Salas, tampoco se tratará de cualquier imagen: es la figura humana, un retrato de la condición humana, nada menos.
SE INAUGURA EL JUEVES
• A las 20.30, en el Centro Cultural Rougés, en Laprida 31.
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