Cartas de Lectores
01 Octubre 2019

Elecciones en Mendoza

Al escuchar por televisión, el domingo a la noche, los discursos del gobernador y del mandatario electo de Mendoza, pensábamos que nos encontrábamos en otro país: la fuerte revalorización de los principios republicanos de gobierno, la invocación de la política para servir al conjunto social, y no para servirse de ella en forma personal, la austeridad en el ejercicio de la función pública, la aplicación irrestricta de la información pública, la periodicidad en el ejercicio del gobierno, el rechazo de las promesas incumplibles, de la corrupción en todas sus formas, etcétera, han sido tan contundentes que nos han hecho renacer las esperanzas de construir un futuro distinto. Un futuro donde el pan y el circo sean reemplazados por el trabajo y el esfuerzo individual y colectivo, en el que se manejen con pulcritud los bienes del Estado y donde cada habitante sepa en qué se invierten los dineros públicos. Un país donde la política sirva para unir, en el que todos trabajemos por vencer nuestros viejos y recurrentes problemas: la pobreza, la inflación, la corrupción y la falta de una moneda que nos represente, en el que se dejen de lado las discusiones estériles y se busque un destino acorde con el que quisieron nuestros grandes próceres.

Manuel Roberto Valeros

Para qué sirve la política

Felicito a la periodista de LA GACETA, Florencia Bringas, por su nota relacionada con cómo los padres pueden inculcarles a sus hijos, como guía de formación educativa desde temprana edad, para qué sirven la política y el respeto a las instituciones. Considero que es oportuno que, desde temprana edad, los padres respondan a todas las inquietudes de sus hijos, y si no, abran el tema en conversaciones con ellos. Hoy, los interrogantes, la desazón y la falta de interés que tiene la juventud, que vienen de hace aproximadamente 15 años, han provocado que no sepan para qué sirven los partidos políticos y por ende el sistema republicano de gobierno. La mayoría tiene el concepto de que, por unos pocos, todos son corruptos; que no sirven, cosa que no es así, y se debe separar la paja del trigo. Señala bien que, cuando se descree de la política, pueden, con el tiempo, no respetar los derechos humanos y la democracia, y acaso tomar un camino violento en vez de buscar soluciones pacíficas a los conflictos sociales. He nacido en una familia en la que permanentemente se hablaba de política con mayúsculas. Mi formación democrática proviene de esa enseñanza, aprendiendo los valores de justicia, libertad y respeto a otras ideas. Cuando ejercí el cargo de concejal en los distintos períodos en el Concejo Deliberante de la Capital, la profesora Honoria Zelaya de Nader, que tiene una larga trayectoria en la literatura infantil, hizo un librito que llevaba como título: “Papá… ¿Para qué sirve la política?”. Allí están condensados, en parte, los interrogantes que plantea un niño de lo arriba señalado y que tan bien lo tomó Florencia Bringas. Al finalizar su obra, en su imaginación, la autora del libro, plantea que quienes eran sus destinatarios no tardaron más que tres minutos en ponerse de acuerdo y firmar el Acta del Gran Compromiso que dice: “Los abajo firmantes nos comprometemos solemnemente a elegir muy bien, por los siglos de los siglos, a los conductores de nuestro pueblo”. Este librito fue declarado de interés municipal por mi iniciativa, y es de lectura en las escuelas municipales. Es una pequeña guía, amena y didáctica, para que a los chicos, luego de su lectura, se les disipen algunos interrogantes cuando escuchan a los mayores y en los medios de comunicación todo lo que se dice.

José Luis Avignone

Secretario de Relaciones Institucionales

Municipalidad de San Miguel de Tucumán

Tafí Viejo

Hace unos meses que, para llegar a nuestro hogar, debo atravesar el municipio vecino de Tafí Viejo. Estoy fascinado con esa ciudad, con el crecimiento que ha tenido en los últimos 20 años, donde uno mira y se da cuenta de que es innegable la expansión urbanística que tomó el oeste poblacional del gran Tucumán, donde prácticamente ya se encuentra unida la Capital con Tafí. Si bien al comienzo de este relato hago mención de una mirada estructural de la “ciudad del limón y el ferrocarril”, no es el motivo por el cual escribo. Seguramente en otras ciudades, provincias y países sucede lo mismo, pero yo aquí tuve la posibilidad de vivirlo y sentirlo. A modo de verso agradezco el respeto de esta gente. Debo destacar, nobleza obliga, al taficeño, que lejos de hacerlo sentir a uno un forastero, se muestra amable y dicharachero. Defensor de sus costumbres, generoso anfitrión, rápido para darse cuenta cuando uno es hijo nuevo, indica atento y protector mostrando lo lindo del pueblo. Del pueblo digo, valga la redundancia, con el significado y el respeto que tienen las grandes ciudades, esas que se agrandan sin perder las cualidades. Le debía al taficeño esta pobre muestra de agradecimiento, por brindarse como tal en este nuevo momento en que voy de paso, día a día; pero agradezco, me siento adoptado cuando paro a tomar fresco.

Williams Fanlo

Malas costumbres

Haciendo apología de un famoso dicho, digo que el argentino es un animal de costumbres; agrego, de malas costumbres (por supuesto, no todos), se acomoda sin culpa a lo que le propone su caótico destino, el rumbo de los acontecimientos lo domina. No hay rebelión ni queja en esta decisión idiosincrática. A la pelea por el bienestar esquivo por la escurridiza felicidad colectiva, la damos hacia adentro (me incluyo) en el ring montado en nuestra interioridad. Siempre peleamos con espejos. No hay escudos efectivos para los golpes, que como un látigo de mil puntas descarga el poder de turno sobre la humanidad y las ilusiones de los habitantes. La bronca y el descontento, acumulados durante décadas, no usan la calle lógica del grito, del estampido, para manifestarse, para torcer lo que se acepta como inevitable. Paradójicamente, todo es manso en tiempos de turbulencias. Todo se masculla en el ámbito individual, en el refugio de la familia, en el oído presto y recíproco de un amigo, en las redes sociales, grupúsculos que comulgan una misa reiterada y acotada a un espacio común, donde casi no existen las disonancias. Nuestro pesar es íntimo, se confiesa entre cuatro paredes, el susurro se impone y todo queda flotando en el terreno del murmullo. Lo colectivo a gran escala es una utopía, es deseable una marea de voluntades hartas que escarmiente; me refiero a una macroprotesta genuina, no a la sectorizada, que esconde intereses partidarios o ideológicos y que termina siendo un estéril amontonamiento de cuerpos, guiados para oponerse a los dictados nefastos de este o aquel gobierno. Es sabido que la masividad ovina sólo le produce réditos al pastor corrupto que las arrea, y placer al lobo gobernante que la degusta. Por lo general, estos personajes de fábula actúan en connivencia, son cómplices de una inmoral puesta en escena. Nos hemos acostumbrado a la corrupción estructural, premiada con impunidad. La violencia y la inseguridad son hermanas gemelas que viven a la vuelta de nuestra casa. La droga descontrolada se lleva la vida de nuestros jóvenes; muchos ya están muertos antes de estarlo verdaderamente. La inflación nos galopa desbocada en los bolsillos (el tamaño XXL de los carritos de súper es una muestra de esta burla cruel). No se devalúa el peso, se devalúan nuestra credibilidad y nuestra autoestima. El vedetismo del dólar es injuriante para nuestros ingresos. El color verde nos ha colonizado las neuronas, ojalá hubiese sido el verde de la ecología el autor de esta tintura, pero en los tiempos que corren hay poco margen para lo noble. Hacemos un culto de la anestesia. El hambre y el frío no tienen color, sólo son visibles con las lentes solidarias del alma. Quizás, la solidaridad sea el último madero al cual asirnos, para no terminar pegados al fondo del pantano.

César Guzmán


Uruguay 203


San Miguel de Tucumán

Carnet de los motochorros

Apoyo la carta del lector Héctor Bravo publicada en LA GACETA el 29/9, en cuanto a que hay que secuestrarles el carnet de manejo a los motochorros, como una de las medidas para detener la ola de delincuencia. Hasta ahora, es y parece ser que ningún gobierno ni policía puede detener esto. Pero veo que no se toman medidas duras, entonces seguirá sucediendo. Hacer más controles sobre este tipo de vehículos y secuestrar aquellos que no tengan papeles, también sería buena medida.

Carlos Lionti

El Plan Belgrano

En carta a LA GACETA he podido apreciar con gusto la opinión del estimado ingeniero Franco Fogliata, comprovinciano y colega, a quien reconozco por su erudición y dedicación al área socioeconómica de nuestra región, y en especial a lo relacionado con la actividad azucarera. Muy bien explica sobre la productividad del etanol y cómo la FAO promociona continuamente su uso para contribuir con el medio ambiente. Esta actividad también puede generar electricidad para la red pública a través de turbinas, y debe compostar los residuos de la biomasa procesada para producir enmiendas orgánicas que fertilizan el suelo. Recién esto empieza a considerarse como económico y saludable, porque la sociedad y la política lo están demandando. Este desarrollo se producirá por un cambio radical en las mentes que habilitan e inducen a ir por el camino adecuado para determinar el progreso, que significa restaurar lo que hace más de seis lustros quedó abandonado. El gasto mal hecho y la falta de inversión en vías de comunicación, y en especial en la ferroviaria, han desalentado y dejado a un lado la logística que sustenta y promueve esas actividades, y que contribuyen al bienestar general. Hoy nos da esperanza el Plan Belgrano.

Ramón Paz Posse

Insultos presidenciales

En relación a la carta de Fernando Saade, referida a los insultos a la investidura presidencial, hay que recordar que la ex presidenta, Cristina Fernández, ninguneó al ex vicepresidente Julio Cobos, al no permitir que le colocara la banda respectiva, que le arrebató de las manos para que lo hiciera su hija Florencia. Supongo que, en represalia por su voto “no positivo”, su enojo con Macri negándose a entregarle los atributos. A esa falta de respeto se sumó el intendente de Tafí Viejo, con sus comentarios socarrones, pesea que la gente no tiene para comer. ¿Pensaría en ello, cuando disfrutaba del asado del que participó la “elite” política? Según el humorista Caliera “la fiesta la pagan siempre los que no participan de la misma”.

Elena Estela López


Las cartas para esta sección deben tener un máximo de 200 palabras, en caso contrario serán sintetizadas. Deberán ser entregadas en Mendoza 654 o en cualquiera de nuestras corresponsalías haciendo constar nombre y domicilio del remitente. El portador deberá concurrir con su documento de identidad. También podrán ser enviadas por e-mail a: [email protected],  consignando domicilio real y N° de teléfono y de documento de identidad. LA GACETA se reserva el derecho de publicación.

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