Todo lo bueno y lo malo de De Rossi

Todo lo bueno y lo malo de De Rossi

29 Julio 2019

Por Sebastián Fest

Especial para LG DEPORTIVA

Que Daniele de Rossi le haya pedido a Boca 100 camisetas con el número 16 que llevará esta temporada dice algunas cosas. Una, que el italiano es un caballero, porque pidió comprarlas, no que el club se las regalara. No muchos actuarían así. Otra, que el exotismo de su llegada al fútbol argentino está bien claro para los parientes y amigos que le piden esa camiseta. Una tercera, que el nombre de Boca es una marca de resonancia mundial en el fútbol. Y una cuarta, la más importante, que la presencia del ex jugador de la Roma en la Superliga abre múltiples preguntas y debates.

¿Le hace bien un De Rossi de 36 años al fútbol argentino? Sin dudas. El hombre pateó uno de los penales en la final del Mundial 2006 para hacer campeona a Italia; el hombre es leyenda de Roma; el hombre es, a sus 36 años, aún un gran jugador. Y es una novedad, un soplo de aire fresco en un fútbol donde todos se ven y se conocen demasiado.

Sirve, también, para que el fútbol argentino aparezca en los medios de comunicación internacionales por razones positivas, y no los barras bravas que destruyen una final de la Copa Libertadores, o por haber sido el país de los 30 equipos de Primera división.

Servirá, quizás, para que algunos de sus compañeros y rivales observen la profesionalidad de un jugador de primera línea del fútbol europeo no por televisión, sino en el mismísimo entrenamiento o partido. ¿Simular, protestar constantemente, ser desleal con rivales y árbitros? En Europa sucede, claro, pero suele estar bastante mal visto y mucho más controlado. Y es en Europa donde jugó toda su vida el italiano.

Puede servir, quién sabe, para animar a otras figuras en el tramo final de su carrera a probarse en un fútbol que, con todos sus defectos y peligros, sigue generando atracción en una Europa que a veces se aburre de su propias eficacia, orden y educación. Lo escribió hace unos meses Enric González, el corresponsal en Argentina del diario español El País.

“Para un europeo, (el fútbol argentino) tiene el sabor del fruto prohibido. Es la vieja absenta auténtica, el tabaco sin filtro, el sexo sin precauciones, la droga sin mesura: es eso a lo que renunciamos, el exceso contra el que, responsablemente, seguimos luchando. Es lo que no nos conviene. Y, sin embargo (...). ¿Cómo no disfrutar loca, absurda, ciegamente de este placer insano, del que los europeos nos privamos hace tiempo?”.

Todo un debate, porque muy pocos europeos querrían llevar la locura del fútbol argentino a sus países, pero se puede extraer el costado positivo de la reflexión del periodista y escritor español: el fútbol argentino atrae.

Si De Rossi no fuera el único, sino el primero que marque tendencia en la llegada de un puñado de prejubilados europeos, la Superliga podría preguntarse si se está “emelesificándose” en el mal sentido. Es decir, si adquiere el perfil de aquella MLS, la liga estadounidense, que contrataba jugadores con mucho nombre y casi nulo presente, gente que por muy interesantes cifras en dólares jugaba sus últimos partidos y disfrutaba de un añito viviendo en Nueva York, en Los Ángeles o en Chicago.

La MLS cambió hace tiempo, y ahora es lo opuesto: una liga cada vez más competitiva que atrae a entrenadores de prestigio y en el pico de su carrera -el caso de Gerardo Martino en su exitoso paso por el Atlanta United- o a jugadores de gran futuro, como sucedió con Ezequiel Barco.

No es un buen negocio dejar ir a los “Barco” para cambiarlos por los “De Rossi”, pero es lo que sucede en un fútbol que sigue produciendo jugadores para expulsarlos cada vez más rápido.

¿Podría la Superliga contratar al Barco italiano, español, alemán o inglés para jugar en la Argentina? No, no podría, no puede. Puede con De Rossi, con todo lo bueno y lo malo que ello implica.

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