Los más chicos se midieron en el Natalio Mirkin

Los más chicos se midieron en el Natalio Mirkin

LUCHA POR EL TESORO.Ambos equipos intentaron prevalecer en la tenencia de pelota.  la gaceta / foto de Analía Jaramillo LUCHA POR EL TESORO.Ambos equipos intentaron prevalecer en la tenencia de pelota. la gaceta / foto de Analía Jaramillo
23 Junio 2019

Fútbol y vida. Estos dos elementos se conjugaron y se esparcieron a lo largo y ancho de todo el complejo “Natalio Mirkin” en la mañana del sábado, que albergó los clásicos entre San Martín y Atlético en las Divisiones Inferiores.

El predio del “Santo” se inundó de expectativa y pasión con los encuentros de la Séptima, Octava y Novena. Una gran cantidad de público dijo presente, en un día que propició una mañana espléndida a puro sol, óptima para disfrutar del fútbol y clásicos tucumanos. Las familias de los chicos mezcladas entre colores rojiblancos y blanquicelestes, acompañaron el desempeño de sus jugadores con aliento e mucha intensidad.

El entretiempo de los partidos fue aprovechado para recargar el agua del termo y para proveerse de bizcochitos o galletas para acompañar el mate, la infusión predilecta. Ya en el mediodía, el olor a comida proveniente del bar del complejo, convocó a los asistentes a proveerse de alguna minuta, para luego disfrutar el último partido, correspondiente a la Novena.

La formación como jugadores y la creación de valores en esta etapa formativa es un tema crucial por su importancia. “Por lo menos en mi caso, inculcarle lo que es jugar en San Martín; es lo más lindo que te puede pasar”, dice Ricardo Troitiño, histórico jugador del “Santo”, que también se acercó al complejo. Pero agrega una característica que considera primordial. “El respeto hacia el adversario tiene que partir de saber que desde el otro lado, hay otro nene que quiere ser jugador de fútbol”, agrega con severidad. A su lado, está Jacinto Eusebio Roldán, otra leyenda “santa”, que añade: “El paso por las Inferiores es fundamental porque sirve para marcar el futuro de la carrera futbolística de los chicos”.

Estas categorías de formación están repletas de sueños de Primera. Un ejemplo es el de Fabricio Rodríguez, arquero de la Octava de San Martín. “Mi sueño es llegar a la máxima categoría, para poder enorgullecer a mi familia. Su acompañamiento es lo mejor”, exclama luego de finalizar su partido, sortear el alambrado perimetral y encontrarse con Fidel y Luciano Rodríguez, padre y hermano respectivamente. “Siempre lo traigo. Venimos desde lejos, somos de La Florida. Espero que siga así y pueda llegar a Primera. Hago todo esto porque quiero que el futuro de él sea mejor que el mío”, dice emocionado Fidel, mientras abraza a Fabricio.

“Con mi señora trabajamos todo el día en el negocio familiar. Ahora se quedó ella”, dice sobre Natalia Carrizo, que esta vez no pudo ver jugar a su hijo.

Dentro del rectángulo de juego, en el verde césped, se dejó todo, con muestras de entrega, juego y ese plus extra de energía que exigen los duelos de este tipo. Afuera, en las tribunas, también se vivió de manera especial, como se viven los clásicos.

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