Utilizando bacterias intestinales transforman sangre A en sangre O

Utilizando bacterias intestinales transforman sangre A en sangre O

Si las pruebas son exitosas, habrá más sangre “universal”, siempre dentro del mismo factor Rh. Aún hacen falta donantes.

SE BUSCA LA UNIVERSAL. Si se superan las pruebas clínicas, habrá más sangre disponible en caso de urgencia SE BUSCA LA UNIVERSAL. Si se superan las pruebas clínicas, habrá más sangre disponible en caso de urgencia

Tener sangre disponible para cuando pacientes críticos la necesitan es un desafío en todo el planeta, y hay momentos en los que la escasez transforma la situación en alarmante, no importa qué tan desarrollado esté un país (de hecho, en julio de 2018 la Cruz Roja de EE.UU. declaró el estado de emergencia y lanzó una campaña intensiva para conseguir donantes). Para tener disponible y cubrir las urgencias la Argentina necesita unos 4.000 donantes diarios. “Y en nuestra provincia hacen falta como mínimo 80 por día, lo que en general no se consigue”, informa Felicitas Agote, responsable del Banco Central de Sangre de Tucumán.

Sucede que, por mucho que la ciencia y la tecnología hayan avanzado, la sangre no se puede fabricar. Pero esto no significa que los científicos se hayan quedado de “brazos cruzados”: han encontrado la manera de que sangre que no servía para todos pueda hacerlo. ¿Suena complicado? Que no te extrañe, porque lo es, así que vamos por partes.

No es toda igual

La sangre azul de los pretendidos aristócratas no existe, es cierto. Pero también lo es que la sangre, la roja oscura que todos vemos, no es en todos igual. Y esa es otra de las grandes dificultades a la hora de las transfusiones: el tipo de sangre del paciente y el del donante deben ser compatibles.

“Cada uno de nosotros tiene en los glóbulos rojos un conjunto de antígenos, sustancias responsables de desencadenar la formación de anticuerpos cuando hace falta una respuesta inmunitaria. Hay de muchos tipos diferentes, pero se pueden reunir en cuatro grandes grupos, que se han denominado A, B, AB y O. Si un paciente que tiene sangre del tipo A recibiera del tipo B, generaría anticuerpos en contra de esos antígenos y podría morir”, explica Agote. Por ese mismo motivo, la sangre más requerida es la de tipo O, pues en situaciones de emergencia no hay tiempo para determinar el tipo de sangre del paciente, y en general es la primera que se acaba en las reservas de los hospitales. Hay otras complicaciones (Ver “Por qué no alcanza saber el grupo”), pero las dejaremos al margen por ahora.

Metamorfosis

Decíamos que los científicos no han dejado de buscar soluciones. Y la buena noticia es que parece que están a las puertas de una: lograron convertir sangre de los tipos A y B, cuyo uso está limitado por los antígenos, en sangre tipo O, que se le puede entregar a cualquier persona.

Desde la década de 1980 se sabía, por ejemplo, que una enzima presente en las semillas de café era capaz de eliminar los antígenos de tipo B. Hace unos años los científicos empezaron a intentar transformar la segunda sangre más común, la del tipo A, eliminando esos antígenos que la definen como A.

Según relata la revista especializada www.sciencemag.org, habían empezado utilizando unas enzimas que -se sabía- podían despojar a los glóbulos rojos de los azúcares perjudiciales, pero estas resultaron no ser muy eficientes (el proceso es muy costoso). Pasaron cuatro años tratando de mejorarlas, sin éxito.

La clave, en el intestino

Un equipo de la Universidad de British Columbia (UBC) en Vancouver, Canadá, dirigido por Stephen Withers, parece haber encontrado una respuesta eficiente entre las bacterias intestinales humanas. Descubrieron que algunos de estos microbios se alimentan en la pared del intestino de unos “combos” de proteína y azúcar llamados mucinas, y que los azúcares de estas son, en términos moleculares, similares a los que definen el tipo en los glóbulos rojos.

Peter Rahfeld, que estaba haciendo su trabajo de posdcotorado, utilizó un método llamado metagenómica: no cultivó microbio tras microbio, sino que extrajo, de una vez, ADN de todos los microorganismos presentes en las heces. La hipótesis era que podría hallar los genes que codifican las enzimas bacterianas que son capaces de digerir las mucinas.

Luego cortó este ADN y cargó diferentes piezas en copias de Escherichia coli, la bacteria de laboratorio de uso más común, para ver si alguna producía proteínas con capacidad de eliminar los antígenos. Pero, nada...

En el equipo se decidió, entonces, probar a la vez con dos de las enzimas obtenidas de las bacterias intestinales, y las agregaron a sustancias que brillarían en caso de que los azúcares fueran eliminados de las membranas de los glóbulos rojos... ¡y esta vez se hizo la luz!

Las enzimas provienen originalmente de una bacteria intestinal Flavonifractor plautii, según informan Rahfeld, Withers y sus colegas en el artículo publicado en la revista Nature Microbiology hace unos pocos días. Y encontraron además que pequeñas cantidades añadidas a una unidad de sangre de tipo A bastan para deshacerse de los azúcares perjudiciales, con una eficacia 30 veces mayor que aquellas enzimas que habían descartado por ineficientes.

Optimismo

El hallazgo de Whiters y su equipo resulta esperanzador, pero todavía falta que su investigación pase por muchos ensayos clínicos para estar seguros de que la modificación que se introduce no genera efectos adversos.

“En primera instancia la noticia es muy alentadora -destaca Agote en diálogo con LA GACETA-, porque si bien se seguirá dependiendo de las donaciones, se podría disponer de mayor cantidad de sangre tipo O”. “De todas formas -añade-, hay que esperar. Hay que estar seguros de que al eliminar los antígenos los glóbulos rojos no sufran alteraciones riesgosas, por ejemplo, que no se tornen más frágiles. En definitiva, y por bastante tiempo todavía, seguimos dependiendo de que las personas tomen conciencia de lo importante que es la donación para seguir salvando vidas”.

> Por qué no alcanza con saber de qué grupo sos
El nuevo descubrimiento no modificará el factor Rh de la sangre

La sangre (del grupo que sea) contiene lo que se conoce como factor Rh, una proteína (molécula compuesta por una sucesión de partículas llamadas aminoácidos) de la membrana de los glóbulos rojos y según ella se detecta el tipo de sangre. En el 85% de la población (personas Rh+) esa proteína tiene una determinada secuencia de aminoácidos. Las Rh- tienen la misma proteína pero se modifican ciertos aminoácidos, lo que genera diferencias significativas en los glóbulos rojos. Eso hace que las personas Rh- tengan anticuerpos en el plasma sanguíneo que reaccionan contra los glóbulos rojos Rh. Por eso, en términos estrictos, la sangre “universal” es solamente la O-.

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