La última "guerrera" prusiana encontró la paz en Tucumán

La última "guerrera" prusiana encontró la paz en Tucumán

La increíble vida de Edith Kassel y su familia asediadas por el régimen nazi.

Hace 18 años el barrio Obispo Piedrabuena amaneció con una noticia que estremeció a todo el vecindario. Edith Kassel había sido atacada por unos perros feroces cuando intentaba acercar una revista barrial de su autoría a la casa de un vecino. La noticia se publicó en la sección policial de LA GACETA. Las cadenas de oración por su salud duraron meses. Le hicieron 18 operaciones en brazos y piernas. Quienes vieron todo el proceso quedaron sorprendidos de su resistencia y de su temple.

Para celebrar el triunfo sobre aquella tragedia, Edith se dedicó a viajar por el mundo. Conoció Cuba, porque es admiradora del Che Guevara, y el Machu Picchu, Perú. A los 82 años se tiró en parapente para sentir el límite entre estar y no estar en este mundo.

Edith es una mujer muy especial. Nació en 1932 en un país que ya no existe desde que terminó la Segunda Guerra Mundial. Prusia. Con la mano que todavía muestra secuelas del ataque de los perros, sostiene un viejo portarretrato. “Aquí estamos con papá, Hans Kassel; mamá, Elfriede Stehr; mi hermano mayor Sigfrido; el que le seguía, Hains; mi hermana Hanne y yo, la menor”. La foto quizás haya sido tomada en Paraguay o en Uruguay o en alguno de los lugares donde vivieron los Kassel, mientras huían de la persecución de los nazis.

“Mi papá era un militar prusiano de la Primera Guerra Mundial y después se hizo militante socialista, contrario al nazismo, que ya empezaba a surgir. Yo tenía un año cuando él fue encarcelado. Un policía que lo custodiaba lo reconoce porque había sido su soldado y le dice: al fondo hay una bicicleta, un sobretodo y un sombrero. Aprovechá ahora porque antes del amanecer tengo que fusilarte”, relata.

Mientras Hans huye a Checoslovaquia, apresan a Elfriede. “Mi madre, para que la liberen les dice a los soldados que había descubierto que su marido era judío y que como ella era católica se iba a separar. Entonces ellos la sueltan pero la siguen de cerca. Mientras tanto, mi padre se pone en contacto con la resistencia para sacarnos de Prusia. Con unos pasaportes falsos mi mamá logra llegar a Polonia por unos campos de trigo, conmigo en brazos. Mis hermanos lo hacen en bicicleta con la excusa de pasar al otro lado de la frontera para comprar cigarrillos. Un agente nazi los reconoce y se arma una persecución, de la que mis hermanos logran escapar”, cuenta, con ayuda de su hijo, Anselmo Lago.

Los Kassel pasan por Polonia, Checoslovaquia y Francia antes de llegar a América. “En el barco, nos invitan a comer con la tripulación. Mi madre cuenta que en la mesa alguien menciona que ese día había fallecido Gardel. Por eso ella sabía que ese día era 24 de junio de 1935”.

Aventuras en Paraguay

La familia hace pie en Paraguay. Les recomiendan internarse en la selva.

Edith no sabe exactamente dónde se afincan, pero en la pared de su casa tiene un cuadro que pintó su hermano mayor que ilustra el lugar. “No era más que un rancho donde teníamos animales y una huerta. Papá viajaba siempre a Asunción para comprar víveres y averiguar si había soldados alemanes cerca. En uno de esos viajes se entera de que habían llegado y decide mudarse más lejos. “A mi padre no sólo lo buscaban por sus ideas sino ahora también por su condición de judío”, dice.

Dejan el rancho y sin más que lo puesto y algunas herramientas y huyen tierra adentro. Mientras caminaban por la selva se topan con una tribu de nómades que vivían en los árboles. Uno de ellos clava una lanza en un tronco caído, en señal de que hasta allí nomás los dejaban pasar. Ahí construyen el segundo rancho, en 1937.

“Los aborígenes vivían desnudos. Papá les hacía obsequios para ganarse su amistad. Les dejaba ropa en el tronco caído y antes les mostraba como usarla. Ellos la levantaban y se la ponían al revés”, cuenta entre risas. “Pero una vez a papá se le ocurre regalarles un cigarrillo. Cuando lo prende con su encendedor a bencina se arma un alboroto. Los indios piensan que había hecho fuego con el dedo y comienzan a bailar a su alrededor”, vuelven las risas.

En Argentina

A finales de 1945 Prusia deja de existir como Estado. Los Kassel quedan indocumentados por tres años hasta que son declarados ciudadanos alemanes.

Mientras tanto, huyen primero al Paraguay, luego al Uruguay y más tarde a la Argentina. “En Buenos Aires mi hermana consigue un trabajo de ama de llaves en la casa del famoso Príncipe Cubano, gerente y showman del cabaret Chantecler. A Hanne la tratan muy bien; ella se anima a pedir permiso para llevarme a vivir con ella. Yo tenía 11 años. El cubano me toma mucho cariño. Me llevaba al cine y me hacía sentar a almorzar con él y con Hanne. Ahí conocí a Mariano Mores y a Pichuco (Aníbal Troilo)”, sonríe.

Edith se casa en San Juan con Jorge Lago y viene a vivir a Tucumán, donde se convierte en una activista barrial. Junto a otros vecinos y a su marido gestiona la llegada del pavimento, la iluminación de las calles, las cloacas y el teléfono. Pero joven queda viuda con dos hijos pequeños, Anselmo y Fedra. Sin perder nunca el humor, Edith trabaja como peluquera junto con su hermana, abre su salón de belleza y luego un restaurante en el Club Alemán.

A los 86 años, esta “guerrera” prusiana no se cansa. Hace yoga todos los días y se toca los pies con las dos manos, sin doblar las rodillas. Ríe a las carcajadas y sueña con seguir viajando. Dice -con fingida preocupación- que todavía no visitó Nueva Orleáns, donde la espera un paseo por Jackson Square, con blues de fondo.

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