La verdad escondida

En un escrito, “Conspiración universal de la mentira…”, Mark Twain diferencia dos clases de mentiras; la primera es la conocida por todos (decimos que lo blanco es negro , por ejemplo) y la segunda es la de la afirmación silenciosa, la cual es mucho más peligrosa, porque no sólo es decir una mentira, sino vivir como si esta fuera real o verdadera. Con la primera, engañamos a los otros; con la segunda, a nosotros mismos. También, en una cita muy difundida, afirma: “ ¡Qué fácil es hacer que una persona crea una mentira, y qué difícil es deshacer ese trabajo!” (Autobiografía, vol . II).

Desde hace 13 años hay una verdad terrible: una mujer ha muerto asesinada y su cuerpo fue mutilado. Es Paulina Lebbos, cuya imagen emerge en el Tucumán de la barbarie, tapado de mentiras y maquillajes que ocultan la impunidad. El juicio oral que la Sala III de la Cámara Penal lleva a cabo desde hace un año y que el lunes llega a su instancia final, ha tratado de acercarse a la verdad, con cinco acusados de encubrimiento y un imputado de homicidio. Pero no se sabe quién mató a Paulina, sino que hubo encubrimiento hasta del encubrimiento. ¿De qué se trata el juicio oral, entonces? Es una radiografía de lo que ha pasado en la provincia y de lo que vuelve a pasar. Se están juzgando los procedimientos policiales y judiciales que han servido para el encubrimiento y la mentira. Por debajo de la telaraña, del rompecabezas que parcialmente resolvió el fiscal Diego López Ávila, está la verdad de una mujer asesinada y de su (s) asesino (s) resguardado (s) por la impunidad de un sistema distorsionado hasta la médula.

Alberto Lebbos, padre de la víctima, oscila entre la sensación de que “en Tucumán hemos naturalizado la barbarie” y un optimismo a prueba de balas, que lo lleva a esperar que en algún momento alguien se quiebre y diga lo que falta para llegar a esa verdad profunda. “Yo creo que Paulina cayó en manos de una banda de degenerados, que se aprovechan del poder y que salen de noche a cazar jóvenes”, definió una vez.

Alta violencia constante

El 25 de febrero de 2006, Paulina salió a bailar con amigos en un boliche del Abasto. Su cuerpo destruido fue hallado por dos baquianos el 11 de marzo junto a la ruta entre Vipos y Raco y ese mismo día comenzó todo un enmarañado proceso de distorsión e improlijidades que comprometió a la Policía y a la Justicia (ocupó un rol central el ex fiscal Carlos Albaca, que negó sistemáticamente a Lebbos su rol de querellante y que en poco tiempo más será enjuiciado por su nefasta participación en este caso) y que puso en debate el rol de la política (también nefasto en este caso) en cuestiones de seguridad. En el año que ha pasado, han desfilado por el estrado las muestras de la deficiente administración de seguridad, de la justicia y de las influencias del poder. Curiosamente, no hubo representantes de los Poderes Ejecutivo, Legislativo o Judicial atendiendo cómo los debates de esta causa cuestionaban el sistema entero. Tampoco hubo docentes ni estudiantes de Derecho sacando conclusiones del deficiente sistema penal que nos cobija. Lo cual lleva, por cierto, a conclusiones. Pero hay una ventaja: el caso bien podrá ser estudiado en profundidad en algún momento, y acaso sirva como guía para tratar los más de 200 casos impunes en la provincia –que destaca en su documento la Comisión de Familiares de Víctimas de la Impunidad en Tucumán- y acaso sirva para tratar las causas que surgen constantemente en una provincia de alta violencia: este enero que ha pasado ha registrado 11 homicidios.

Los jueces de la Sala III siguieron las vicisitudes de esta enmarañada pesquisa a través de las llamadas (para el juicio) etapas del Abasto, de los policías, de la política y de las pericias. Ha tenido instancias de alto escándalo, como las presentaciones de policías que revelaron cómo el sistema de procedimientos policiales es un vehículo útil para la impunidad. Por citar sólo los espacios en blanco en el libro de actas de Criminalística, que Lebbos señala que sirve para la venta de pruebas (en esos espacios en blanco se pueden agregar detalles falsos antedatados). Han quedado 10 personas detenidas por falso testimonio, que según el padre de Paulina deberán afrontar procesos con riesgos de condena a 10 años de prisión. Y hay otros pedidos de querella por falso testimonio que el tribunal, que acaso dé su sentencia antes de marzo, deberá considerar. El juicio ha tenido instancias de revuelo político, como fueron las presentaciones de integrantes de la familia Alperovich y de la familia Kaleñuk, así como la falta de presentación en persona del ex gobernador José Alperovich y del ex ministro de Gobierno (hoy ministro fiscal) Edmundo Jiménez. Ha tenido debates que mostraron la continuidad de un sistema precario, injusto y peligroso, como las adulteraciones de la escena del crimen y de pericias, que tal vez alguien atribuya a negligencia o incapacidad pero que Lebbos entiende como deliberadas y sistémicas, con el fin de obtener encubrimiento, y que –dice- fueron premiadas de distintos modos por el poder. Los acusados y su entorno recibieron ascensos, cargos o beneficios (incluso el mismo comisario Enrique García, jefe de la comisaría de Raco, condenado hace unos años por la adulteración de las actas del hallazgo del cuerpo). Lebbos señala que la bioquímica Lilia Moyano y el comisario Hugo Cabezas, ambos sometidos a cuestionamientos en el juicio por sus roles en el caso, han sido nombrados en el ECIF, el equipo técnico del Ministerio Fiscal, hoy presentado como un adelanto y una mejora para las investigaciones penales. “¿Por qué no se han hecho concursos para nombrar gente en esta tarea sustancial? ¿Acaso no hay egresados en Bioquímica y gente especializada surgidos en la UNT?”, se pregunta.

Nuevas pistas a seguir

En el juicio han surgido pistas nuevas: a partir de los falsos testimonios; a partir de las pericias telefónicas que el ex fiscal Albaca no había hecho; a partir de testimonios nuevos, como los que hicieron surgir las figuras de la empleada Magdalena Cruz y de su empleadora Macarena Bordato; y a partir de detalles ignorados o desconocidos, como el allanamiento irregular al departamento que ocupaba la amiga de Paulina, Virginia Mercado, que desde 2006 vive en pánico, lejos de Tucumán.

También han quedado en evidencia las carencias con respeto a la protección de testigos (hay una ley que estuvo 10 años sin reglamentación y que no tiene presupuesto) y con respecto a la asistencia de víctimas. Lebbos recuerda el caso de Rosa Angélica Sosa, cuya hija fue asesinada por un marido policía, que luego se suicidó. Los hijos quedaron desamparados (recién en diciembre pasado la provincia se adhirió a la Ley Brisa, que les da una asistencia a las víctimas de femicidio). “Yo tengo recursos para mi sustento y salud. Pero ¿cómo hace una víctima para seguir su caso en Tribunales, que los citan a declarar y ratificar y que los obligan a costear abogados y papeles?” Y las demoras: los planteos que hicieron los abogados defensores en el juicio, que los jueces de la Sala III decidían en dos días, en las instancias penales de instrucción demoran, cada uno, al menos seis meses. Por eso –y otras cosas más- el proceso Paulina demoró 12 años en llegar a debate oral.

“Alguien dijo que es más fácil engañar a la gente que explicarle que ha sido engañada”, se lamenta Lebbos, parafraseando a Mark Twain. Más allá de la sentencia, la sombra de Paulina seguirá pidiendo que se llegue a la verdad. Albaca está acusado de 11 delitos y así como el juicio a García incidió en el actual, este caso va a ser determinante en las pesquisas que se hagan en el inminente proceso al ex fiscal. “Sigo esperando que alguno se quiebre. ¿Cómo sus familias pueden vivir con el estigma?”, pregunta Lebbos. Y añade que hay un mensaje para la sociedad en todo esto. “La gente piensa ‘a mí no me va a pasar´, y sí, puede pasar”. Se trata de buscar un cambio de paradigma para romper las distorsiones de un modelo de seguridad aceptado por todos, que todos consideran normal. Profesionalizar la policía y sacarle esa sujeción brutal a las influencias del poder, cambiar sus procedimientos, poner en tela de juicio a la Justicia, no sólo en busca de un Tucumán más seguro, sino para que la verdad deje de estar tapada por una maraña de mentiras silenciosas.

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