Por el voto peronista y una foto con Cristina

Por el voto peronista y una foto con Cristina

Una cosa quedó en claro esta semana, después de desafíos y rechazos y de gestos con mensajes interesados: otra vez, como en 2015, y como en toda elección provincial, la pelea política en 2019 será por el voto peronista; adentro y afuera del propio peronismo. Cuantos más sufragios de compañeros se obtengan, mejores serán las chances electorales de los pescadores, tanto de propios como de extraños.

En ese camino el oficialismo, con Manzur y Jaldo a la cabeza, tratará de contener a los suyos; Alperovich intentará seducir y acarrear a los heridos y descontentos con el Gobierno; y la oposición macrista-radical también buscará -de nuevo, como con Amaya hace cuatro años- su “pata peronista”. Hasta el propio Alfaro querrá mantener su caudal de voto peronista en la intendencia para asegurarse su reelección; no por nada creó su propia organización con el sugestivo nombre de Partido de la Justicia Social. No olvida sus raíces.

Es decir, todos saldrán a pescar en la misma laguna, y están obligados por cierto, unos con mejores anzuelos y estrategias que otros. Hasta el voto peronista que simpatiza con el kirchnerismo-cristinista ya es objeto de puja entre el gobernador y el senador. Es “la” pelea a observar, aunque algunos guantazos ya se vienen dando: Alperovich desde lo discursivo, elogiando y postulando a Cristina como la mejor candidata presidencial; y Manzur haciendo una finta en el centro del cuadrilátero para obtener el respaldo del congreso del PJ para acordar una alianza con la ex presidenta. Sin intermediarios locales, directo, sólo él y ella.

El titular del PE busca la firma, pero más que nada anhela la foto con Cristina. Será bendicente. De producirse -circunstancia que depende exclusivamente de la voluntad política de la ex mandataria-, el impacto del acontecimiento sería mayúsculo en el plano local pero con proyecciones a nivel nacional, especialmente en el seno de Alternativa Federal. Un sacudón.

En Tucumán, porque aislaría a Alperovich con una movida destinada a restarle las simpatías cristinistas que cosecha con sólo mencionarla. En el plano nacional, porque Manzur se expondría como nexo entre los que no comulgan con el kirchnerismo y los cristinistas y los que reniegan de la liga de gobernadores o peronistas disidentes. Sacudiría la estantería política nacional.

Lo sabe el gobernador, pero sobre todo Cristina, que ya dio señales en ese sentido al pedir que sus fieles en Unidad Ciudadana se acerquen a sellar pactos con los PJ provinciales. Como un avezado lo interpretó: no dijo vayan y armen UC en los distritos, dijo vayan y acuerden; no divide. Es un mensaje de fuerte contenido para aquellos que les gusta decodificarlos en clave política. Para estos, Cristina ahora no quiere romper -como sí lo hizo en 2017 en el territorio bonaerense, enfrentándose al PJ-, sino acercarse. Ergo: tender puentes hacia una posible unidad, algo que todos en el peronismo pregonan, pero que no saben cómo concretar debido a sus propias contradicciones internas.

El triunfo frente a Macri se puede dar pero con todos unidos, como dice la popular marchita. El gobernador tucumano pretende ser el primero de los de la vereda de enfrente interna en mostrarse con la jefa del kirchnerismo, la dirigente nacional que mejor mide en la provincia. Ya trabajó con ella, fue su jefa durante seis años, después la negó diciendo que su tiempo ya fue, pero hoy la rescata, por cierto con una fuerte dosis de oportunismo político y de pragmatismo peronista.

Un paso que Massa no quiere dar o no se atreve a dar, pero a quien le convendría que sea su “socio” tucumano el que provoque el acercamiento, como para ir midiendo la temperatura ambiente de la jugada. Especular con la sensación térmica. Es que se podría conmover la estantería de todos los peronismos en existencia. Y hasta generaría los aplausos, aunque nerviosos, en el PRO.

Manzur, además de todo, se daría un baño de “antimacrismo” explícito con esa eventual fotografía, después de tres años en los que estuvo haciendo tratos y pactando con el Gobierno nacional para que no se le enmarañara la gestión. Un movimiento dirigido a los nuevos descontentos con la gestión nacional en un intento por capitalizarlos a través de la bendición fotográfica que le otorgaría Cristina, a la que hasta el propio Cambiemos la muestra como la única opositora real.

El plenario del jueves del congreso provincial del PJ fue un paso más para consolidar el voto peronista propio y para arrimar el voto cristinista, por el que se enfrenta con Alperovich. El senador fue el primero en advertir que había que pescar en esa laguna, pese a que también, como muchos otros, supo renegar y negar a la ex presidenta.

Si es la dirigente que mejor mide en Tucumán, es hasta lógico colgarse de esa pollera, especialmente en un año electoral, donde no se puede dejar pasar hasta el mínimo detalle que pueda sumar. Si lo hizo Alperovich, hoy por hoy, el principal contendiente del Gobierno provincia, cómo no iba a hacerlo también Manzur, pero desde una organicidad estratégica: con el aval del PJ.

No salió a dar la pelea desde los discursos por Cristina, sino que propuso manejarse con hechos, y eso significa buscar un encuentro y sellar una alianza con la jefa de Unidad Ciudadana. El partido lo habilitó, ahora sólo debe viajar a Buenos Aires, reunirse y pactar. Y fotografiarse. Si lo logra, batacazo para él.

Sin embargo, el éxito de la jugada depende de la voluntad de la senadora. Es la que tiene la sartén por el mango. Un pacto con Manzur podría resultar un punto de inflexión en el propósito de muchos peronistas de juntarse contra Cambiemos, y también significaría inclinarse por uno de los dos contendientes que se disputan sus seguidores en Tucumán, los pocos o muchos que tenga: por el gobernador o por el senador.

¿Preferirá ganarle a Macri o no disgustarse con ninguno de los dos adversarios tucumanos? Ni hay que contestar esta pregunta, la respuesta cae de madura. Esto lleva al planteo inicial: la pelea central pasa por el voto peronista, desde todos los ángulos y perspectivas. Tucumán muestra, elección tras elección, que es mayoritariamente peronista, ya sea por historia, sentimiento, cuestiones ideológicas, clientelismo, sometimiento institucional o por lo que sea. Llevarse la torta o sacarle una tajada importante es clave.

En 2015, un radical, Cano, se alió a un peronista, Amaya, para enfrentar a la dupla que ahora va por la reelección: Manzur-Jaldo. Un peronista, Alfaro, ganó ese año la intendencia capitalina: el único resultado exitoso de la alianza ampliada entre correligionarios y compañeros. Cuatro años después, lo único seguro es que el jefe municipal irá por la reelección, ya que Cambiemos todavía no ha definido su fórmula gubernamental. ¿Repetirán la experiencia con alguien de la UCR y un militante peronista? ¿Varón y mujer? ¿Serán ahora dos mujeres las integrantes del binomio, la radical Silvia Pérez y la peronista Beatriz Ávila? El río suena. ¿Y Prat-Gay? Está ahí, haciendo cola, listo para ser compañía o atracción principal.

Lo cierto es que la oposición necesita, como siempre, de la pata peronista. Pero, a diferencia de 2015, ahora son tres los contendientes que están con el anzuelo en la misma laguna: el Gobierno, Cambiemos y el alperovichista Hacemos Tucumán.

Y por si fuera poco, manzuristas y alperovichistas, encima, peleándose por el cristinismo que hace piruetas en la fuente peronista. Los votos que sume uno de los tres contendientes, les restará a los otros dos. Esas sumas y restas, por mínimas que resulten, pueden definir quién será el próximo gobernador.

Se entiende entonces que en el congreso provincial del PJ volvieran a resonar las palabras “traidor” y “expulsión”, marcas registradas en cualquier pelea por ratificar la identidad peronista y por negársela a otros. Una forma de decir: el que no está con el peronismo, está en su contra. El destinatario, obvio, fue Alperovich. Lo suyo es una verdadera cruzada; ya sea para ganar o para provocar la derrota del oficialismo en manos de Cambiemos.

En el Gobierno entienden que hoy por hoy, la disputa central y la polarización es con el senador, no con Cambiemos, al que observan debilitado por los efectos de la gestión Macri. En ese marco se comprende por qué la lucha por el voto peronista entre ellos, hasta por el voto cristinista. Para la supervivencia de ambos, es un aporte clave, mucho más para el oficialismo.

En ese sentido, la invitación del jueves al senador para competir en una interna del PJ no fue más que una movida destinada a dejar expuesto a Alperovich frente a los peronistas. Se sabía de antemano la respuesta del ex gobernador al desafío lanzado por Manzur. Fue más que nada un gesto para ratificar la voluntad de unidad que pregona Manzur pero pensando más en Cristina que en Alperovich, pues los naipes ya fueron lanzados hace mucho sobre la mesa.

De hecho, como para afirmar que se conocía la postura del senador, cabe detenerse en un detalle: ese mismo jueves ya circulaban los nombres de la lista destinada a cubrir todos los cargos partidarios del PJ, y ningún alperovichista figuraba entre ellos. Esta lista será presentada hoy en la sede del partido, ya que vence el plazo de inscripción. Es más, de la actual composición caen varios simpatizantes del senador (Rojkés, Mirkin y Toledo) que figuraban como consejeros y congresales nacionales, entre estos últimos el propio senador. Zacarías Khoder pende de un hilo, aunque desde el manzurismo aún le tienden la mano.

La nómina completa se conocerá hoy. Pero más allá de que la interna está prevista para el 17 de febrero, lo interesante será observar quiénes los que allí aparezcan. Porque no sólo se estarán desprendiendo de los alperovichistas o consolidando una estructura partidaria manzurista; sino que se pondrán en evidencia las alianzas territoriales con las que el oficialismo se preparará para competir en los comicios provinciales y nacionales. Son datos que hasta los adversarios no deberían desaprovechar.

Pero hay más todavía, y relacionado con el adelantamiento posible de los comicios provinciales: estarían cambiando los vientos en el oficialismo respecto de usar esta alternativa. Si la Justicia declara inconstitucional el llamado a votar en agosto, el Gobierno podría manejar esa carta para jugarla si le conviene, porque de diciembre a la fecha, por debajo del puente pasó el cristinismo y la lucha por el voto kirchnerista en la provincia.

Eso puede obligar al oficialismo a reorganizar sus prioridades, y hasta resolver votar lo mismo el 25 de agosto en comicios provinciales. ¿Por qué? Si Manzur cierra con Cristina, los precandidatos a diputados nacionales de ambos podrían competir en las mismas PASO (11 de agosto) contra los de Alperovich, si es que el senador presenta postulante para esa contienda. La primarias se convertirían, dos semanas antes de la general local, en la encuesta real sobre dónde está parado cada uno y con qué fuerza electoral. No es menor saber cuánto mide y pesa el adversario.

Habrá que esperar los acontecimientos que, viniendo del peronismo, serán el resultado del más puro pragmatismo político.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios