Una gran contradicción
MÁXIMA SEGURIDAD. Los españoles extremaron las medidas para prevenir incidentes. El fútbol quedó en un segundo plano. Reuters MÁXIMA SEGURIDAD. Los españoles extremaron las medidas para prevenir incidentes. El fútbol quedó en un segundo plano. Reuters

Todo, es cierto, puede ser una gran contradicción. A mi izquierda, mis vecinos de asiento en la fila 26 del vuelo de Norwegian Airlines, argentinos ambos, no tienen sin embargo nada que ver con el partido. Son una excepción. A mi derecha sí. Uno de ellos, toda una gran síntesis, lee “Historia de la locura”. Decidí viajar a la final de la Libertadores apenas tres días atrás, el jueves por la tarde. Fue tal el apuro, en medio del trabajo y cancelación de citas y saludos, que no advertí que era una línea de las llamadas low cost. Me di cuenta cuando el primer carrito de la comida atendió a mis vecinos de fila y me pasó de largo. Y fue un viaje extenso. Buenos Aires, Londres, Málaga, Madrid. Unas 22 horas en una aerolínea noruega dominada por hinchas pacíficos con mayoría de camisetas o buzos de River, pocos de Boca. A ver una final inédita sí. Y también vergonzosa.

Primero es bueno asumir las culpas propias. Qué hizo el fútbol argentino para que el partido más esperado de su historia tuviera que ser trasladado a 10.000 kilómetros de distancia. Saber que la violencia en nuestras canchas es una construcción de décadas. Que llegó al punto de naturalizar y hasta casi bendecir como una gran solución jugar partidos sin visitantes. Que la decisión por una barra oficial y buena, como mal menor ante la posibilidad del descontrol, llegó al ridículo de Hichadas Unidas Argentinas viajando a un Mundial en años K. A Los Borrachos del tablón con una oficina amiga dentro del Monumental. A La Doce amparada y fortalecida cuando el actual presidente de la Nación era presidente de Boca. A dos jueces apartados después de querer investigarla a fondo. A Rafa Di Zeo jactándose ante la TV porque acababa de llamarlo a su celular un fiscal supuestamente implacable. A Di Zeo y Mauro Martín vigilando la salida de la Boca al Bernabéu. Vigilando, nada menos, al micro que llevaba al plantel. Al símbolo del escándalo que había obligado a suspender la final del Monumental.

Sin explicaciones serias

¿Por qué seguimos sin recibir explicaciones más serias y tenemos que aceptar que el llamativo (por lo grosero) fallo de seguridad en el Monumental fue simplemente “un error humano”, como insiste en afirmar la ministra Patricia Bullrich, cuya dureza se convirtió en puré cuando el periodista Gustavo Grabia difundió las comunicaciones internas del operativo que sí pedían refuerzos en la esquina que, vaya uno a saber por qué, fue lo más parecido a una zona liberada? El micro del club que preside Daniel Angelici fue atacado porque falló la seguridad del que hasta ese momento era acaso el funcionario de gobierno porteño más cercano a Angelici. Compadres. Basta repasar a las comisiones directivas de todos los clubes. Son nombres del poder. Si no hay club que se salve de vínculos con la barra, colegimos entonces que las barras se dan la mano con el mismo poder que debería controlarlas. Así será siempre difícil encontrar una solución. Por mucho que sigan endureciéndose las penas con leyes que duermen en un cajón y solo son reflotadas después de un desastre.

¿Y cómo habrá sido posible que dentro de la Conmebol no saltara una sola voz -ni siquiera la de la AFA- para oponerse a que la Libertadores se definiera en el Bernabéu? Hoy faltará solo que suene el himno de la Champions League cuando River y Boca salgan a la cancha. Igual que Gianni Infantino, presidente FIFA, también el paraguayo Alejandro Domínguez, nuevo titular de la Conmebol, asumió prometiendo una nueva era. Sus tribunales a medida avalan sus decisiones. Siempre dijo que su modelo dirigencial fue su padre, Osvaldo Domínguez Dibb, tricampeón con Olimpia. Hay que ver las imágenes que muestran a Domínguez padre abalanzándose sobre el trofeo de la Libertadores que Olimpia le ganó en 2002 a Sao Caetano. Domínguez hijo pareció aferrarse ahora también él al trofeo como algo personal. Por muy duro que pudiese haber sido, el fútbol argentino podría haber recibido un castigo ejemplar por el desastre que hizo de este Superclásico. La Conmebol privilegió cuidar la final de su tesoro más preciado, la Libertadores. Aunque fuese a costa de provocarle una segunda gran humillación a la historia del fútbol sudamericano.

A su lado en el Bernabéu estará hoy Florentino Pérez, presidente todopoderoso de Real Madrid, el hombre que se opone firmemente a que la Liga de España mueva un partido a Miami, pero que no dudó en ofrecer el Bernabéu para la Libertadores.Todo, es cierto, suena a una gran contradicción.

Los otros protagonistas

Los medios españoles hablan y hablan de Di Zeo, Martín, Mazzaro o Caverna Godoy. Los ciudadanos españoles menos informados sobre el fútbol argentino podrían creer que, debido a la importancia que reciben, estos nombres forman parte de un mediocampo glorioso de River o de Boca. Hay que aclarar que no es así. Pero entonces, paso siguiente, hay que contar entonces quiénes son, por qué tanta importancia. Y da todo una gran pena. Ojalá que River y Boca puedan demostrar hoy al menos dentro de una cancha que el fútbol no es solo eso. Que todavía existe un juego llamado fútbol.

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