Un ejército descalabrado

Un ejército descalabrado

La fuerza que en 1812 triunfó en Tucumán.

POSTA DE YATASTO. En ese punto de Salta se hizo cargo Manuel Belgrano del comando del Ejército del Norte, en marzo de 1812. POSTA DE YATASTO. En ese punto de Salta se hizo cargo Manuel Belgrano del comando del Ejército del Norte, en marzo de 1812.

En 1812, luego del desastre de Huaqui, que cerraba trágicamente la primera campaña libertadora al Alto Perú, el gobierno central nombró al general Manuel Belgrano jefe del Ejército del Norte. Esta fuerza, al mando provisorio de Juan Martín de Pueyrredón, venía en retirada rumbo a Tucumán. En Yatasto, el 27 de marzo, Belgrano se hizo cargo de su jefatura y ordenó retroceder hasta Jujuy. El historiador Bernardo Frías describe el desastroso estado del ejército que, en setiembre, ganaría la batalla de Tucumán.

Afirma que “las armas de que disponía eran en suma tan menguadas, que apenas llegaban a 280 fusiles, de los cuales tan sólo 200 tenían bayonetas, y no suficientes para ocupar las manos ni de todos los soldados que gozaban de salud”. Porque “la fiebre intermitente del ‘chucho’, que llaman paludismo los hijos de Esculapio, y que en aquella región ardiente y húmeda solía recrudecer en la estación de la caída de las hojas, había postrado cosa así como un cuarto de sus soldados. La munición estaba tan agotada, que no contaba su parque con más de 34.000 tiros; y a la artillería la formaban solamente tres cañones, y no grandes”.

En cuanto “al indumento guerrero de sus oficiales”, apunta Frías que “hubiera puesto la risa en los labios del capitán más grave del antigüedad, pues casi todos ellos carecían de espadas, y el general se movía sobre muy pobre y triste montura. Los soldados yacía casi desnudos y a las espadas pedidas al gobierno, se respondió no tenerlas ni saber dónde comprarlas”. Para colmo, “la falta de dinero y la apatía de las poblaciones para prestar su socorro venía, por su parte, a rematar esta total miseria en que el ejército gemía”. Carecía “hasta de medicamentos para sus enfermos, todo triste fruto del desgobierno y descabellada dirección que había sufrido”.

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