Cartas de lectores
28 Julio 2018

FUERZAS ARMADAS (I)

El anuncio presidencial de cambiar el rol de las Fuerzas Armadas nos pone en un lugar desgraciado. La Ley de Defensa Nacional, promulgada en 1988 por Raúl Alfonsín, nos garantizó 30 años para que cada uno ocupe el lugar que le corresponde. En México, cuando en 2006 el presidente Felipe Calderón llevó a los militares a la lucha contra el narcotráfico, ocurrió lo peor que podía pasar: se multiplicaron los asesinatos; la corrupción se hizo una constante y grupos militares y paramilitares pasaron a ser bandas narcos, dado que habían aprendido el “negocio” de la droga; por ejemplo, los “zetas”, grupo criminal peligrosísimo y tremendamente sanguinario, compuesto por ex militares. La conciencia democrática nos da la posibilidad de enfrentar este sin sentido que es poner a los militares donde ni ellos quieren estar. Colocar a las Fuerzas Armadas en seguridad interior, es un gigantesco paso atrás para los que tenemos memoria. Hay un objetivo oculto, que es prepararse para la represión ante el brutal ajuste. Pobre mi país.

Rodolfo E. Imbaud

Los Tarcos 558
Yerba Buena

FUERZAS ARMADAS (II)

Con respecto a éste tema, estoy completamente de acuerdo con que las Fuerzas Armadas se encarguen de la inseguridad en las calles, ya que cada vez estamos siendo más vulnerables con éste gravísimo flagelo que atenta, día a día, con la pérdida inocente de vidas humanas. La Policía es insuficiente contra el proceder de los delincuentes, el tema de los arrebatos con motochorros, robos de motos, autos, el tema de la droga, todos con resultados nefastos y sin control. Por favor, a no confundir los tiempos con el tema del Ejército. Nada que ver con nuestro pasado, simplemente ahora se trata de poner en orden la seguridad de la ciudadanía, y hacer respetar nuestras garantías constitucionales. Y estoy seguro de que con ellos lo lograremos. Si uno tiene la conciencia tranquila, no hay porqué temerle al Ejército. La delincuencia no perdona, hay que respetar al Presidente, necesitamos mano firme, no hay otra opción. Sí al control militar en las calles, y seguro que se terminará la inseguridad.

Daniel Francisco Leccese

VENTA DE DROGAS EN TAFÍ VIEJO

Desde hace más de 10 años, un grupo de vecinos hemos venido denunciando, de distintas maneras, la venta de drogas en Tafí Viejo. Hemos hecho infinidad de reclamos a las autoridades, a la comisaría de Tafí Viejo, a la prensa; hemos organizado reuniones de vecinos -muchas veces con presencia de funcionarios municipales, provinciales y de la Policía-, así como marchas con participación de las “Madres del pañuelo negro”, etcétera. Sin embargo, nada de esto ha surtido efecto. Por el contrario, la venta y el consumo de drogas solamente han ido en aumento, y con ello, la delincuencia, la inseguridad, la destrucción de las vidas de cientos de jóvenes y el drama de muchas familias. Ante la falta de eco por parte de las autoridades, algunos vecinos hemos avanzado aún más en nuestra lucha, de diferentes maneras. Por ejemplo, llamando a la comisaría para denunciar la venta o el consumo callejeros, publicando cartas de lectores en LA GACETA y hasta presentando denuncias formales ante la Justicia. Luego de años de este accionar y de intercambiar información con los propios vecinos y padres preocupados por este flagelo, hemos llegado a la conclusión de que la situación no ha mejorado nada; más bien ha empeorado. Nos caben muchas preguntas: ¿Cómo es que la venta de drogas solamente ha aumentado? ¿Cómo es que hay más de 20 clanes narcos en Tucumán? ¿Cómo es que las autoridades siempre han minimizado la situación, o directamente la han ocultado? ¿Cómo es que la población solamente se entera de la verdadera situación a través de los informes que realiza la prensa, y muy especialmente LA GACETA? ¿Cómo es que hay tantos funcionarios relacionados con este asunto? ¿Cómo es que las pocas declaraciones de los funcionarios parecieran oscilar entre el pánico y la complicidad? Los vecinos más activos en esta lucha han sido amenazados o intimidados de diferentes maneras. Algunos han sido objeto de atentados; mi familia y yo estamos entre ellos. Y esta situación se torna cada vez más violenta. Los delincuentes cuentan con recursos de todo tipo; los ciudadanos comunes, no. La lucha es muy desigual. Aparentemente, por algún motivo muy extraño, no hay interés oficial en hacer público un diagnóstico verdadero de la situación. Y sin un diagnóstico correcto, no habrá posibilidades de aplicar las medidas correctivas apropiadas. Y sin esto, no habrá ni siquiera esperanzas de solución. Mientras tanto, nuestros hijos siguen cayendo en la droga o siendo víctimas de la inseguridad que esta genera. Este es el mismo camino sin retorno que emprendieron otras sociedades en las que luego se hizo imposible vivir en paz; por ejemplo, México, donde mueren miles de personas cada año como consecuencia de las drogas. En Tucumán, están dadas todas las condiciones para que esto mismo ocurra: pobreza extrema, necesidades acuciantes, corrupción política y policial, clanes consolidados que han penetrado las estructuras políticas, sindicales, empresariales y deportivas. Nos vamos transformando progresivamente en un “narco estado”. Solamente la cabal conciencia de toda la sociedad podrá ser capaz de revertir este camino al infierno, que Tucumán peligrosamente ya ha iniciado. Está en nosotros detener este proceso en curso. Pero el tiempo no sobra.

Carlos Alberto Manai

Belgrano 63 
Tafí Viejo

EVADIDO DEL ROCA

En 1968, cuando estudiaba Medicina en la UNT, ingresé como preceptor nocturno en la colonia de menores Hogar Agromecánico Tafí Viejo, ubicado al final de la calle Santa Fe, donde hoy funciona el Hogar San Alberto. La edad máxima para la recepción de un menor era 18 años; sólo por buena conducta permanecían uno o dos años más, con autorización del juez y previo informe del director. En realidad, antes eran reformatorios y luego hogares, porque cumplían realmente una rehabilitación y reinserción del menor en la sociedad, luego de haber cumplido su castigo. Esa institución funcionaba así: a los internos (no se los llamaba presos) se los despertaba a las 6 de la mañana; desayunaban y luego eran distribuidos en distintas tareas. De las 15 hectáreas que tenía el predio, en tres se cultivaban hortalizas; nueve tenían citrus; seis de pastaje para las ocho vacas Holando Argentino. La institución casi se abastecía con lo que producía con el trabajo de los internos. Parte de lo producido se donaba a entidades de bien público. El resto del predio se destinaba a cancha de fútbol o básquet, aulas, comedor, cocina, talleres, etcétera. Terminado el trabajo de la mañana, a las 12 almorzaban, luego descansaban, y a las 15, concurrían a la escuela primaria en el mismo establecimiento, hasta las 18.30. A esa hora practicaban deportes; luego se bañaban; a las 20.30 cenaban y veían televisión. A las 22, todos a dormir. El objetivo de este esquema de trabajo y educación consistía en tenerlos el mayor tiempo posible ocupados, que gasten las energías propias de la edad y que no divaguen mentalmente. Esta institución fue un orgullo para Tucumán y ejemplo a nivel país en esa época. Porque realmente cumplía una función educativa. Realizada esta introducción, ya jubilado me permito realizar el siguiente comentario: el funcionamiento del Instituto Roca siempre fue un fracaso, porque no recupera el menor al medio, o sea no cumple una función social. En síntesis, es un depósito de personas; es más, es una escuela de capacitación para delincuentes, porque los menores no están seleccionados conforme a las causas judiciales que tienen, sino que están todos en la misma bolsa. Con esa capacidad de recuperación ociosa que, cumplida la sentencia, serán reincidentes. ¿Cómo pueden poner en un mismo pabellón a una persona sospechada de tres homicidios con otros que robaron un celular o una gallina? En mi modesto criterio, esto es fomentar el delito, porque significa que el que robó el celular o la gallina aprenderá a matar. Creo que, si queremos solucionar el problema de fondo, habrá que conseguir personal con idoneidad profesional y dejar de improvisar. Un menor inimputable, que comete un delito, se puede recuperar. Claro, hay que dedicarle contención y demostrarle que existe otra calidad de vida.

Héctor E. Chrestia

Martín Fierro 555
Yerba Buena

EL DR. FERNANDO DE LA SERNA

El pasado día 23 falleció el profesor y doctor Fernando de la Serna, quien fuera considerado por muchos el padre de la cardiología tucumana. Fue el primer egresado de la carrera de Medicina de la UNT, creador y profesor del Posgrado de Cardiología que se dicta en la provincia con clasificación “A” de la Coneau y presidente de la Federación Argentina de Cardiología, entre otras cosas. Una persona que dedicó su vida a la enseñanza e investigación para el desarrollo de la especialidad en la provincia. Además de todo lo antes mencionado, fue una persona ejemplar en todos los ámbitos. Me parece que sería de interés y orgullo para Tucumán, publicar un artículo contando lo que fue su vida y el legado que nos dejó. Su vida merece ser contada. Tengo la suerte de haber sido su nieto.

Tomás Sturgeon

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