El padre Javier Paz es el sucesor de Juan Viroche en La Florida

El padre Javier Paz es el sucesor de Juan Viroche en La Florida

“Aquí me hacen sentir seguro y acompañado” asegura. Tranquilo, dice que si fuera amenazado sería el primero en denunciarlo.

NUEVO PÁRROCO. El padre Javier Paz celebra la misa en la parroquia de Nuestra Señora del Valle, en La Florida, ubicada al Este de la capital. Gentileza Padre Javier NUEVO PÁRROCO. El padre Javier Paz celebra la misa en la parroquia de Nuestra Señora del Valle, en La Florida, ubicada al Este de la capital. Gentileza Padre Javier

› Javier Paz
Tucumano, 39 años. Asumió como párroco de Nuestra Señora del Valle de La Florida el 8 de marzo de 2018. Se ordenó sacerdote hace 13 años. Cumplió servicios en templos de Banda del Río Sali, Nuestra Señora de Fátima, San Antonio de Padua de Los Ralos, San José de Cebil Redondo, Basílica La Merced y Río Colorado.

› Javier Paz
Tucumano, 39 años. Asumió como párroco de Nuestra Señora del Valle de La Florida el 8 de marzo de 2018. Se ordenó sacerdote hace 13 años. Cumplió servicios en templos de Banda del Río Sali, Nuestra Señora de Fátima, San Antonio de Padua de Los Ralos, San José de Cebil Redondo, Basílica La Merced y Río Colorado.

Publicidad


De risa fácil, trato cercano y amante del folclore y de las empanadas en horno de barro, el padre Javier Paz hace recordar mucho a su antecesor, el padre Juan Viroche. Los fieles de la parroquia de La Florida lo recibieron hace dos semanas como a un hijo que vuelve a la casa, después de 13 años. Ocurre que el padre Javier acompañó a la comunidad de La Florida cuando era seminarista y hasta vivió un año en la casa pastoral de Nuestra Señora del Valle, a la que ahora vuelve como párroco. Esta es la primera parroquia que le asignan, después de un largo recorrido por otros templos como vicario.

Publicidad

Se lo nota tranquilo y contento. “La gente me hizo muy fácil la llegada (ríe). Encontré a una comunidad movilizada y a un grupo de jóvenes muy activos. En esto tuvo mucho que ver el trabajo previo que hicieron mis hermanos sacerdotes que me precedieron”. Se refería al trabajo de administración de la parroquia que realizaron los padres Edmundo Ortiz y Matías García, después del fallecimiento del padre Juan Viroche. Fueron los que lidiaron con los momentos más duros hasta que llegó el padre Javier en noviembre del año pasado.

El 5 de octubre de 2016 el padre Juan fue encontrado ahorcado en la casa parroquial. Desde entonces han quedado heridas difíciles de cerrar por la fuerte relación que mantenía con la comunidad el padre Juan, admirado por su carisma y su compromiso social .

Aunque las pericias policiales determinaron que se trató de un suicidio, ni los sacerdotes, incluido el nuevo párroco, ni la comunidad más cercana a la parroquia creen que se haya quitado la vida por propia voluntad. Todos sabían de las amenazas que sufría por parte de personajes del mundo de la droga.

El padre Javier reconoce que se siente tranquilo. “Aquí me hacen sentir seguro y acompañado. La gente de la comunidad siempre me visita y mis hermanos sacerdotes del decanato me envían mensajes o se dan una vuelta por la parroquia para ver cómo estoy y si necesito algo. Hay más unidad y compañerismo entre nosotros. Además el obispo nos convoca siempre en el arzobispado sin contar que monseñor Carlos ya vino tres veces a esta parroquia; él siempre nos está alentando a que vivamos en cercanía”, dice mientras espera la llegada de los sacerdotes de la zona porque hay reunión para conversar sobre las novedades y los problemas de cada comunidad.

En la casa parroquial el padre Javier vive solo y sin alarma. “Pero tengo puertas con rejas. En el pueblo hay más seguridad, se pusieron vigías y el día en que asumí se presentaron los de la comisaría para ofrecerme protección y cuidado”, cuenta con un gesto de que todo está bien. ¿Recibió alguna amenaza? “No, para nada, y si recibiera alguna voy a ser el primero en denunciarla”, asegura mientras muestra la placa recordatoria que inauguró monseñor Carlos en la entrada del templo.

Las calles de La Florida y de Delfín Gallo -por donde se extiende la jurisdicción parroquial, hasta antes de Los Ralos- con sus siete capillas, son polvorientas y silenciosas. Héctor Gómez, más conocido como El Negro, reconoce que el pueblo todavía está dividido entre los que creen que el padre Juan ha sido asesinado y los que aceptan las pericias de la justicia. “Preferimos no hablar de eso, sino mirar hacia adelante. Como a toda familia nos cuesta superar la muerte de un ser tan querido, debemos seguir caminando”, dice con tristeza. Al Negro le cuesta resignarse a la muerte de su amigo. “Era fanático de San Martín como yo- revela-. Siempre lo llevaba a la cancha junto con mi nieto”. Con orgullo, saca el celular del bolsillo y muestra una foto del padre Juan abrazado a un muñeco de la Virgen del Carmen, en la última fiesta de la capilla que Gómez cuida. Es un templo de 155 años con antiguas imágenes .

“Desde que ocurrió lo del padre Juan trabajamos el valor de la esperanza para fortalecer la fe”. Todos los 5 de cada mes se pone al padre Juan en las intenciones de cada misa. “Sólo esperamos que él descanse en paz. Era muy devoto de la Virgen y sabemos que Ella lo tiene en su regazo”, suspira conmovido. El Negro coordina el Consejo Pastoral desde antes de la llegada del padre Juan.

Una frase del Evangelio ha llevado verdadero consuelo a La Florida en este tiempo. Es la que dice que la semilla tiene que caer en la tierra y morir para dar frutos. Por eso el padre Javier asegura: “hoy me toca recolectar los frutos de las semillas que ha esparcido Juan”.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios