La llama del básquet le dio forma a su vida

La llama del básquet le dio forma a su vida

Se destacó como jugador y hoy forma nuevos valores en Gualeguaychú

EN LAS CANCHAS. “Tompy” hoy sigue en el parqué, pero como formador.  EN LAS CANCHAS. “Tompy” hoy sigue en el parqué, pero como formador.
19 Marzo 2018

Un gigante que dejó la provincia y sólo volvió por lealtad a la selección. Ese es Gabriel “Tompy” Díaz, formador de Central Entrerriano de Gualeguaychú e hijo del recordado Gabriel Díaz, que brilló en las canchas del básquet tucumano.

“Tompy” emigró de Tucumán a los 14 años. Mientras jugaba un torneo Argentino en Santa Fe fue observado por el entrenador de Olimpo de Bahía Blanca. Como debió dejar su cargo, lo recomendó para Pacífico de esa misma ciudad. “Lo llamaron a mi papá para arreglar el pase, el día de mi cumpleaños llegamos a Bahía” recordó Díaz. Todo fue rápido, sorpresivo y complicado. Era mucho para un joven de 14 años. “Fue duro estar lejos de casa. En Tucumán conocía a todos en un partido; aquí me rodeaban 5.000 personas, hasta el clima era distinto” contó “Tompy”. Y recordó como si fuera ayer el momento en el que debutó en la LNB (Liga Nacional de Básquet): “yo había pedido entrenar con el primer equipo, y un día, ya con el partido casi resuelto, el técnico me puso a jugar unos minutos, entré y metí un doble.”

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Ser el hijo del “Tompy” que brilló en Tucumán fue una carga para Gabriel: “mi primer objetivo era quitarme esa mochila, era una presión muy grande, la gente me lo hacía sentir todo el tiempo. Me decían ‘ojalá llegues a ser lo que fue él’. Y para mí era insoportable. Esa presión hoy sigue presente, pero la vive de otra manera: sus hijos Mateo, de 16 años, y Alejo, de 17, juegan al básquet y están siendo buscados por otros clubes. “Me llamaron y me dijeron ‘sería un honor para nosotros tener al hijo del ‘Tompy’ Díaz en nuestro equipo’. Y yo pienso ‘la puta madre’ (sic), qué difícil es dejar de transmitir esa presión.” Un alivio para él y sus hijos es que los tres están en equipos distintos.

Su talento y la selección tuvieron desencuentros. En los juveniles fue convocado por Guillermo Vecchio. La primera vez, Gabriel estaba en España intentado cerrar un pase que se cayó, volvió tarde al país y se perdió el torneo. En los dos años siguientes, su equipo jugaba las finales de la LNB y no le permitieron ir. A todo esto, “Tompy” se había perdido un Sudamericano, y al llegar el Panamericano, Vecchio, como represalia, decidió no convocarlo. Las cosas mejoraron y finalmente pudo ir al Mundial de Canadá.

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Díaz tuvo una carrera destacada, pero siempre lejos de aquí: “a Tucumán sólo volví para jugar con la selección. Cuando me dieron el buzo azul del equipo dije ‘no me lo saco más’, y así fue. Rechacé propuestas de otras provincias para jugar en su seleccionado”. Su paso al exterior le fue esquivo, lo deseaba pero no lo consiguió. Italia y España lo querían en sus equipos, pero no pudo conseguir la ciudadanía y las oportunidades se esfumaron. “Soñé con estar en la NBA, como todos, pero lo más cerca que estuve fue estar con el manager de Chicago Bulls en Canadá”, recordó entre risas Gabriel.

Es un hombre récord en el básquet, es el jugador más joven en debutar en la LNB y uno de los 10 con más partidos y temporadas en el alto rendimiento. Sin embargo el primer sueldo de “Tompy” no fue como jugador. Gabriel no pudo seguir con su secundaria en Bahía, el club vio que tenía mucho tiempo libre y, entendiendo que eso podía perjudicarlo, le asignaron un trabajo en la editorial Encestando.

“Era la revista mas esperada de básquet, en Tucumán había un solo kiosco que la tenía” contó Díaz y revivió el momento en el que vio miles de veces una nota que le habían realizado ya que él tenía la función de armar a mano cada revista. Semejante carrera estuvo llena de momentos gloriosos, otros en los que el orgullo sobresalió, y varios más que fueron malos, pero de los que “Tompy” pudo aprender.

En Estudiantes de Olavarría consiguió la LNB, la Liga Sudamericana, el Panamericano de Clubes y también levantó la Copa de Campeones. En Andino de La Rioja registró una de sus mejores temporadas, promediando 21,6 puntos por partido, algo que alcanzó para ser convocado a la Selección.

En ese mismo club, un año antes vio debutar a su compañero Emanuel Ginóbili, joven que junto a “Tompy” tuvo un gran año. Ambos llevaron hasta las semifinales a Andino. Su paso por Sport lo llena de orgullo: por problemas económicos, el equipo puso en la cancha a todos sus jugadores juveniles. Muchos lo condenaban al descenso, sin embargo los jóvenes Díaz, Alejandro Montecchia y Daniel Farabello pusieron en el quinto puesto al equipo y lo salvaron.

El peor momento fue su lesión en la rodilla. Los seis meses de recuperación hicieron que tuviera que terminar su camino por la LNB y que tenga que jugar el TNA. Todas las experiencias dejaron un aprendizaje en Gabriel. Hoy divide su tiempo entre su trabajo y su familia. Estefanía y su hijo más pequeño, Nazareno, de tres años requieren mucho de su presencia. Sus otros hijos más grandes (Agostina de 20 años, Mateo y Alejo), ya empiezan a hacer sus caminos.

Hoy, en Gualeguaychú se encuentra cómodo. Pero “Tompy” sabe que en algún momento puede surgir algo nuevo. Y para tomarlo deberá realizar muchos cambios, pero siempre con el optimismo de que será para crecer.

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