Una alianza que languidece

Una alianza que languidece

Si el que finalizó fue un año de insinuaciones, el que comienza será el de las confirmaciones. Porque quien no haya jugado durante 2018, difícilmente pueda llegar a entrar en 2019 con posibilidades de lucirse. Principalmente, en el oficialismo provincial.

El trípode de poder que conforman Juan Manzur, Osvaldo Jaldo y José Alperovich terminó 2017 demasiado enclenque. Las señales de que ese trío trastabilla se fueron sucediendo unas a otras. A veces con mayor y otras con menor intensidad, la relación entre los referentes del peronismo tucumano fue languideciendo. Ahora, ¿esta crisis preanuncia una ruptura? Difícil. Sí permite presagiar tiempos tormentosos de aquí hasta 2019, cuando los roles de cada uno en la etapa de renovación de todos los cargos provinciales ya deberá estar definida. Resulta improbable pensar que en un momento en el que no le sobra nada al justicialismo local y en donde el macrismo avanza políticamente en las provincias, Manzur, Jaldo y Alperovich lleven sus internas a un cisma del que no puedan retornar. Demasiado en juego tiene cada uno como para arriesgarse a perderlo todo. Demasiados miedos y suficientes debilidades.

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Si de impresiones se trata, es evidente que el gobernador finalizó 2017 mucho más cerca de su vicegobernador que de su antecesor. El segundo semestre fue nefasto para el senador nacional. Visiblemente incómodo, se lo percibió en reiteradas ocasiones con poca lucidez y hasta aturdido. Intentó mostrarse como la aduana del peronismo tucumano ante los líderes nacionales y así intercaló fotos confusas con ministros del macrismo o con las diferentes vertientes del justicialismo. Exageró gestos con tal de exhibirse al lado de Daniel Scioli, de Sergio Massa o de Cristina Fernández de Kirchner, ante quien incluso ofició de anfitrión luego de haberla desconocido en público, apenas Cambiemos se hizo cargo del poder.

Ahora bien, ¿está en condiciones Alperovich de prescindir de Manzur? Su voto –y el de Beatriz Mirkin- en el Senado son estratégicos. Con eso negocia el gobernador en la Casa Rosada y de eso depende en buena medida lo que consiga para la provincia. La quita de los aranceles a las bebidas con azúcar o la marcha atrás con la baja en el precio del etanol son dos ejemplos. Sin embargo, aun queriendo mostrarle su fortaleza, Alperovich no podría –o debería pensarlo muy bien- jugar en las bancas en contra de lo que necesite Manzur. Principalmente, porque lo que necesite el gobernador tucumano será lo que le pida el macrismo. Y, a la vuelta de dos años, hay sobradas muestras de que la sombra de la Justicia puede cambiar velozmente de ubicación. Pareciera ser, tal como vienen denunciando los kirchneristas –del que Alperovich formó parte-, una nueva forma de adoctrinamiento y un fenómeno al que el senador nacional sigue con atención.

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Es innegable que Alperovich aún conserva un alto grado de ascendencia entre la dirigencia oficialista, y que Manzur no pudo, no supo o no quiso alcanzar al menos cierta empatía con las bases del peronismo. El senador es consciente de eso, y por eso recorre el interior. Se aprovecha de la ausencia de su ex compañero de fórmula para sentirse nuevamente el líder del espacio. En Navidad, por ejemplo, lo invadió la nostalgia y organizó un festejo con personas de diferentes barrios y pueblos en uno de sus hoteles, tal como lo había hecho en sus primeros años de gestión al frente del Poder Ejecutivo. Manzur toma nota de ello, y aunque parezca no inmutarse va dando señales de hastío. Los últimos movimientos en el gabinete provincial pueden tomarse como ejemplo. Incluso uno, que pasó desapercibido, es el gesto más fuerte que haya tenido en contra de su padre político: el pase a retiro del jefe de la custodia de Alperovich, el comisario general Eduardo Herrera. Antes de la creación del Ministerio de Seguridad, hubo incluso algunos intentos alperovichistas para que el “Jefe Herrera” se hiciera cargo de la Policía. Manzur respondió simplemente con la firma del decreto de pase a retiro.

La parsimonia de Manzur contrasta con la ansiedad de Jaldo. El presidente de la Legislatura es el más entusiasmado con los indicios separatistas que da el gobernador. Por la cabeza de Manzur no se analiza la posibilidad de protagonizar un cruce formal con Alperovich; por el contrario, el ex ministro de Salud kirchnerista confía en que el senador se dará cuenta de que lo lógico es que él y Jaldo busquen repetir la fórmula de 2015 en 2019, y que el propio Alperovich se reacomodará en base a esa circunstancia. Por eso Jaldo tiene previsto mantener a lo largo de 2018 la presión sobre su compañero de fórmula para que no se desvíe ni un metro de ese camino. El recinto parlamentario y los inagotables recursos de ese poder serán su herramienta para sostener esa “marca personal”.

Si 2017 dejó algunas heridas sin cerrar, este 2018 puede abrirlas aún más. Recién en 2019 habrá tiempo para cicatrizarlas.

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