El bitcoin, entre la burbuja y la revolución

El bitcoin, entre la burbuja y la revolución

Los especialistas creen que su llegada a las bolsas de futuros no necesariamente estabilizará su cotización, que llegó a los U$S 20.000. El precio de la divisa digital depende estrictamente de la oferta y de la demanda. Los vaticinios de una caída

MONEDA SIN FRENO. El bitcoin es un sistema de pagos electrónicos basado en pruebas critográficas, en lugar de confianza, señalan los expertos. Reuters MONEDA SIN FRENO. El bitcoin es un sistema de pagos electrónicos basado en pruebas critográficas, en lugar de confianza, señalan los expertos. Reuters
23 Diciembre 2017

En los últimos meses del año la locura por el bitcoin llegó a boca de todos debido a un crecimiento sin par, que lo llevó de los U$S 961 que cotizaba a comienzos de enero a cerca de U$S 20.000 el domingo último, un aumento superior al 1.900%. Mientras persiste el debate sobre si se trata de una burbuja extraordinaria o una revolución monetaria, esta criptodivisa aún no regulada en la mayoría de los países del mundo termina el año en camino a su formalización, con su reciente llegada a los mercados de futuros.

Creado en 2009 por un enigmático Satoshi Nakamoto (no se sabe si es una persona o un grupo de matemáticos), al calor de la crisis financiera internacional, la invención del bitcoin buscaba una moneda cuyo valor no dependiera de la confianza de una entidad o país que la respaldase, así como evitar la mediación de los bancos en las transacciones. “Lo que se necesita es un sistema de pagos electrónicos basado en pruebas criptográficas en vez de confianza, permitiéndole a dos partes interesadas realizar transacciones directamente sin la necesidad de un tercero confiable”, postula el documento que sentó las bases para su desarrollo.

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Así, esta divisa digital asimiló el diseño distribuido de Internet (en el que el contacto entre cada nodo -computadoras- se da sin pasar por uno o más centros), ajena a la “censura” de cualquier Estado, y dio nacimiento a un sistema que a la vez la emite y la asegura: la cadena de bloques o “blockchain”, igual o más revolucionario que el propio bitcoin. Con un enorme abanico de usos, los expertos llaman a esta tecnología “la Internet del valor”.

En su primer año de vida el bitcoin no era intercambiable por ninguna moneda física y recién tuvo su primer precio registrado en 2010, año en que su cotización alcanzó un récord en torno a los 30 centavos de dólar. En los siguientes tres años su valor continuó creciendo y llegó a alcanzar los U$S 979 en diciembre de 2013, lo que para algunos especialistas muestra que fue ese y no el actual el verdadero momento alcista en la vida del bitcoin. Pero entonces se trataba de una moneda de nicho, de popularidad creciente entre tecnólogos pero desconocida para la opinión pública. Luego el precio bajó y recién volvió a ubicarse alrededor los U$S 900 dólares en enero de 2017.

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Quizás uno de los indicadores de que la cotización pegaría un salto haya sido el aumento desde finales de 2016 en el precio de ciertos modelos potentes de tarjetas gráficas, placas que aportan poder de cómputo a las computadoras. Es que el bitcoin se “acuña” en un proceso -llamado “minería”- en el que los nodos (las computadoras de la red) compiten por resolver un acertijo criptográfico determinado. Esa competencia tiene un ganador cada 10 minutos, y el actor que lo resuelve obtiene una recompensa de 12,5 bitcoins.

En otras palabras: el bitcoin se genera a una velocidad de 12,5 unidades cada 10 minutos en un procedimiento informático en el que se invierte cada vez más dinero (hoy en día, en vez de mineros individuales hay granjas de servidores dedicadas a esto, la mayoría en China) para aumentar el poder de cómputo. Y alimentar esta carrera desenfrenada requiere tanta electricidad que el proceso de minado en su conjunto consume más energía por año que países enteros, por ejemplo toda Irlanda, según diversos estudios.

Sin embargo, la emisión es finita y está programada de antemano: hoy es de 16,74 millones de unidades y habrá un límite máximo de 21 millones en el año 2140. En un mecanismo de previsibilidad y en el que no hay intermediarios financieros, el precio del bitcoin depende estrictamente de la oferta y la demanda. Y dada una oferta fija y conocida de antemano, sus promotores aseguran que la demanda tenderá a aumentar, junto con su precio. Por eso ven en la criptodivisa más que una moneda, una reserva de valor.

¿Al borde del colapso?

Pero esta opinión no es compartida. Durante 2017 no fueron pocos los funcionarios y directivos de bancos internacionales que, como Jamie Dimon, CEO del JP Morgan, tildaron al bitcoin de “fraude” y “pura especulación”. Incluso a finales de noviembre el premio Nobel de Economía Robert Shiller vaticinó que la critpomoneda podría repetir el colapso del mercado bursátil que precedió a la gran depresión de los años 30, un día después de que su colega Joseph Stiglitz considerase que la divisa digital debería prohibirse.

Como fuera, hoy el futuro del bitcoin comenzó a operar en el CME, el principal mercado de derivados de Chicago, una semana después de que lo hiciera en el CBOE, de la misma ciudad estadounidense. Incluso el Nasdaq, la bolsa en la que cotizan 3.800 empresas y corporaciones tecnológicas, anunció el lanzamiento de los futuros de bitcoin para la segunda mitad de 2018.

Dado que a diferencia de las monedas tradicionales el bitcoin no se emite sino que se genera a través de un proceso informático y su valor depende de la demanda, los especialistas creen que su llegada a las bolsas de futuros no necesariamente estabilizará su cotización. No obstante, el hecho de que opere en mercados regulados facilitará que se ofrezca como un activo más, lo que se ve como un paso más en su camino a la institucionalización. (Télam)

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