Primer tiempo
01 Octubre 2017

COLUMNISTA INVITADO

MIGUEL ANGEL ROUCO / AGENCIA DYN

BUENOS AIRES.- Si esto fuera una crónica deportiva, se podría concluir que, al cabo del primer tiempo, el equipo oficial logró empatar el partido. Claro la economía tiene algunos matices distintos y más complejos que un cotejo deportivo.

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El gobierno, al término de su primera mitad de mandato, logró enderezar la caída de 2 puntos del PBI que marcó el primer año, y ahora colocó nuevamente la economía en los mismos niveles que a fin de 2015 cuando tomó control de la Casa Rosada. Pero la economía presenta tonos dispares. La construcción continúa siendo el motor alimentado por el combustible de la obra pública cuya aceleración del gasto continúa complicando el déficit fiscal.

La industria, tras un largo letargo, volvió a crecer con sectores que reaccionan a velocidades distintas. Aquellos vinculados con la infraestructura, siderurgia, cemento y la tenue recuperación del sector automotor, con un claro sesgo positivo, mientras que los sectores que dependen del consumo privado del sector asalariado como la alimentación, los textiles y el sector papelero con una marcada contracción. Estos datos no se condicen con las estadísticas oficiales que hablan de una recuperación del salario de 4% por sobre la inflación, lo cual revela una notable inconsistencia.

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El crecimiento de la economía se produce en momentos en que la balanza comercial muestra signos de fuertes desbalances producto de una abrupta caída de las exportaciones y de un incremento de los productos importados. Al mismo tiempo, los efectos de las inundaciones han producido una marcada caída del área sembrada para la próxima campaña y pérdidas multimillonarias en la presente cosecha de maíz, soja y ganado. En este contexto, de reactivación dispar o rebote económico, la inflación, alimentada por el déficit fiscal y la emisión monetaria, encuentra una meseta y obliga al Banco Central a mantener una política monetaria dura y a la Casa Rosada a sostener una presión fiscal asfixiante que se hace más intensa con los agregados provinciales y municipales.

Ese rebote económico no se tradujo en un crecimiento del empleo y la salida de trabajadores del sector privado alimenta el ejército de monotributistas que tratan de mantenerse en el sistema. Esta disparidad en el crecimiento de los sectores de capital intensivo y de mano de obra y servicios, no permite disimular el elevado índice de pobreza que registra el país.

Si bien es cierto que la cantidad de gente bajo la línea de pobreza es menor que a fines de 2016, todavía hay 12 millones de personas que no alcanzan a satisfacer necesidades básicas.Del 13% de pobres en la capital federal, pasando por casi el 33%, al otro lado de la Avenida General Paz hasta llegar al paroxismo de la pauperidad en Santiago del Estero donde casi la mitad de la población está en la pobreza mientras el gobierno provincial construye autódromos esconde las muertes de chicos por desnutrición bajo la vaga calificación de paro cardiorespiratorio.

El gradualismo fiscal, varias veces ratificado por la administración Cambiemos, no está alcanzando los objetivos que se planteó y que gran parte de la población esperaba. No sólo no consiguió eliminar la inflación sino que tampoco sirvió para generar la confianza en los inversores internacionales a los que se le prometió una transformación económica.

El propio Banco Mundial advirtió que el gobierno debe acelerar el ritmo de ajuste fiscal. Los tiempos se acortan y a partir de ahora se abre un gran interrogante: ¿hasta cuando el mundo financiero está dispuesto a financiar el desequilibrio fiscal y el programa gradualista?

El tercer trimestre trajo alivio a la Casa Rosada pero no es suficiente. Las elecciones parecen tener el resultado esperado. Terminó el primer tiempo y la pelota está en poder el gobierno. Ahora debe ir por el triunfo, si es que quiere revalidar el título en 2019.

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