Se preparan en las mejores universidades para hacer los trabajos más humildes

Se preparan en las mejores universidades para hacer los trabajos más humildes

No siempre son comprendidas, pero ellas sólo quieren acercarse a cada mujer pobre que trabaja para hablarle de Dios. Viven en un barrio.

CATEQUESIS EN BARRIO KICHNER. La hermana Gregoria anima la Catequesis junto a un joven guitarrista. LA GACETA / FOTOS DE HÉCTOR PERALTA.- CATEQUESIS EN BARRIO KICHNER. La hermana Gregoria anima la Catequesis junto a un joven guitarrista. LA GACETA / FOTOS DE HÉCTOR PERALTA.-
30 Septiembre 2017

Vestidas con sencillez, alegres y laboriosas, se mueven en los barrios más pobres. Viven del fruto de su trabajo, de lo que encuentran para hacer en la comunidad donde se instalan. Tratan de imitar a la familia de Nazareth haciendo los trabajos más humildes, aunque muchas de ellas son egresadas de universidades europeas. Hace 17 años, las Siervas de San José, como se llama esta congregación española, se metió en el barrio 11 de Marzo, al sur de la capital, uno de los más vulnerables de Tucumán. Desde allí irradian el lema que las anima “Trabajo, fe y amor”.

Benja tiene dos años y es directo beneficiario de la obra de las Hermanas Josefinas (como se las conoce popularmente). Su niñera es una monja. Mientras sus padres trabajan, Adriana García, religiosa que llegó hace cuatro años de Colombia, se tira al piso a jugar con él, mientras en la olla humea la comida que comerán sus hermanos cuando lleguen del colegio. Adriana ya hizo un trabajo así en Buenos Aires, para ir evangelizando a una familia poco a poco. En Colombia era directora de un centro integral de capacitación laboral que tienen las hermanas en Medellín, en convenio con la Universidad de los Pobres. “Los capacitamos en distintos oficios y tratamos de que vean que la droga y la calle no son las únicas opciones, que hay un mundo maravilloso que nos abre el trabajo. Nuestra misión es demostrar que el trabajo dignifica”, explica la hermana Adriana.

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El desafío de pasar de ser directora de una institución educativa a empleada doméstica era grande. “Este llamado a ser una mujer común y corriente en medio del trabajo, con las mismas explotaciones, que no nos paguen lo justo, que nos hagan trabajar de más, eso nos lleva a solidarizarnos con la mujer de esta época. Fue una experiencia muy linda que me enriqueció a mí y a la familia donde yo trabajaba. Mis hermanas de la congregación me decía no te están pagando lo justo, no te reconocen, pero ahí empezó a jugar mi tarea como evangelizadora. Al final me pusieron en blanco y cuando ellos descubrieron que debían hacer lo correcto comenzó una relación tan hermosa que me hacían sentir parte de la familia. Me consultaban todo, me dejaban las llaves cuando se iban de vacaciones... Cuando me tuve que ir, ellos sufrieron muchísimo”, cuenta la hermana Adriana.

Fernanda García es licenciada en Enfermería de la Facultad de Medicina de la Universidad de Salamanca y con ese título consiguió trabajo en el Caps Villalonga. “Menos mal que me hicieron valer el título”, se alegra la hermana. No sólo trabaja en el Caps sino que es también la enfermera del barrio, todos la buscan a la hora de poner una inyección o cuando algún vecino se enferma.

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Llueve muchísimo y las calles están inundadas de barro. Todo es suciedad pero en medio de su sencillez, la casa de las hermanas es un oasis de paz y de limpieza. Unos malvones fucsias asoman por las rejas. Adentro, hay una mesa grande alrededor de la cual se sientan las cuatro hermanas: Gregoria Sierra, Eugenia Rivas y Fernanda, las tres españolas, y Adriana.

Gregoria es la coordinadora (lo que en otras congregaciones se llama superiora o generala). “Nosotras preferimos la horizontalidad”, aclaran las hermanas poco afectas a las jerarquías.

La hermana Eugenia, nacida en Salamanca, es la mayor. Ha venido hace 10 años a Tucumán. Ha estudiado pedagogía en la Universidad de Salamanca. Con ese título se ha dedicado a las labores docentes más humildes.

“Las primeras hermanas vinieron un poco antes que yo a Tucumán. Vivían en donde se construyó luego la capilla de San Jorge (a la vuelta de donde ellas viven). Una de las primeras fue la hermana Liliana, hermana del padre Carlos Sánchez. Ella conoció a las Siervas de San José cuando estaban a cargo del Seminario Menor. Luego la congregación se fue a Chaco y el padre Meliton Chávez nos hizo volver”, cuenta. Y Agrega: “Vivíamos en una piecita muy pequeña hasta que pudimos alquilar esta, con el fruto de nuestro trabajo. Ganamos poco, pero siempre nos sobra algo para mandar a nuestra congregación, para las hermanas de lugares más pobres que aunque trabajan no cobran nada”.


UNAS MONJAS “MUY RARAS” 
La congregación nace durante la Revolución industrial para ayudar a la mujer 
Las Siervas de San José fueron creadas por Bonifacia Rodríguez Castro (1837-1905) y el jesuita Francisco Butiñá Hospital (1834-1899) en 1874, durante la época de la revolución industrial, para ayudar a la mujer trabajadora, que era explotada. “Fuimos creadas sin hábito porque nuestro hábito es el de la mujer trabajadora de cualquier época”, explica la hermana Fernanda. Pero el obispo de Salamanca, donde nació la congregación, les puso un hábito “prestado”: el carmelita. En los diarios se publicó que se había fundado una congregación de monjas “muy raras”, comenta.

> UNAS MONJAS “MUY RARAS” 
La congregación nace durante la Revolución industrial para ayudar a la mujer

Las Siervas de San José fueron creadas por Bonifacia Rodríguez Castro (1837-1905) y el jesuita Francisco Butiñá Hospital (1834-1899) en 1874, durante la época de la revolución industrial, para ayudar a la mujer trabajadora, que era explotada. “Fuimos creadas sin hábito porque nuestro hábito es el de la mujer trabajadora de cualquier época”, explica la hermana Fernanda. Pero el obispo de Salamanca, donde nació la congregación, les puso un hábito “prestado”: el carmelita. En los diarios se publicó que se había fundado una congregación de monjas “muy raras”, comenta.

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