Una fiesta para celebrar el espíritu de la femineidad

Una fiesta para celebrar el espíritu de la femineidad

Mariana Carrizo, la coplera salteña presenta ”Jueves de comadres”, con artistas tucumanas invitadas.

CANTO ANCESTRAL. Mariana Carrizo reivindica una expresión cultural. LA GACETA / FOTO DE FRANCO VERA.- CANTO ANCESTRAL. Mariana Carrizo reivindica una expresión cultural. LA GACETA / FOTO DE FRANCO VERA.-
31 Agosto 2017

ACTÚA HOY

• A las 21 en el teatro Alberdi (Jujuy y Crisóstomo Álvarez).

Mariana Carrizo trae su caja y su canto salteño al teatro Alberdi con “Jueves de comadres”, la recreación del encuentro que se realiza como anticipo del carnaval en la Puna y los Valles Calchaquíes. “Se respira lo más bonito de su esencia y del espíritu de femineidad, en un abrazo espiritual lleno de camaradería, complicidad, sabiduría y todo lo que allí se da”, le adelanta a LA GACETA.

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La artista reivindica el canto de las mujeres, inmerso en un trance que responde a lo más fuerte de la fuerza femenina, que es la luz y la fuerza espiritual. “Desde allí se llega a la alegría y a la libertad, un sentimiento y un derecho que a todos nos corresponde y que es lo que he tomado para crear este espectáculo, que es más que un concierto”, sostiene Carrizo.

- ¿Cómo trabajás el canto desde la cuestión de género?

- Yo soy mujer y desde siempre dije las cosas desde ese lugar porque así lo sentí. Mi ser es muy diferente al del hombre; podemos convivir civilizadamente y no de la forma en que se plantearon las cosas. Sentí en carne propia la violencia del machismo, en todas partes de la sociedad y en todos los tiempos. Por suerte las cosas están en plena ebullición, hasta en nosotras mismas. De a poquito el hombre va perdiendo ese altar y el poder autoadjudicado desde el principio de la historia. Con todas las campañas de concientización, hay muchísimos hombres que están evolucionando su entendimiento y su sensibilidad para un futuro y un mundo mejor para todos.

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- ¿El ritual invita a los hombres a sumarse desde el entendimiento y el respeto?

- Por supuesto, el concierto toma la gema del rito ancestral del jueves de comadres. Propongo la consigna “celebrarnos las mujeres”. Los hombres pueden ir, pero tendrán que estar preparados para dejarse atravesar por las bravas energías que surgen del encuentro femenino. Saldrán sintiendo cosas nuevas en su piel y descubriendo otro mirador para nosotras y para sí mismo.

- Abrís el escenario a otras experiencias artísticas y a otras presencias femeninas.

- Compartir con las diferentes disciplinas artísticas tiene un viaje muy amplio, profundo y exquisito, siempre lo he hecho en mis diferentes proyectos. En esta ocasión fui un tanto exclusiva, ya que sólo tengo invitadas mujeres porque es la esencia del espectáculo. Es una gira nacional y tiene la característica de que en cada lugar donde se realiza el concierto convoco a mujeres artistas de allí. Es la unificación del mensaje femenino, ni más ni menos. Compartir escenario y obras con otras es enriquecedor para todos, además del placer inmediato e individual que esa juntada te da. Las mujeres debemos unirnos y ser fuertes en el mensaje de nuestra luz para que deje de haber sometimientos, violencias y todo lo que eso desata. Entre mis invitadas en Tucumán estarán Acoplase (ronda comunitaria de canto con caja), la escritora Mercedes Chenaut y cantoras sorpresa.

- ¿Hay una recuperación del canto con caja?

- Es una expresión popular milenaria y ha resistido vientitos y ventarrones de los tiempos sociales; habita en lugares impensados, no me parece que haya una recuperación ni que la necesite, ya que es una expresión que vive en la sabiduría del tiempo y del pueblo. El canto de la copla es un universo inmenso, y la parte donde se canta con cajas es sólo una región. Cada pueblo tiene una forma distinta de cantar las coplas. En la mayoría de los lugares, sobre todo ciudades donde llegó el bellísimo trabajo de recopilación de la gran Leda Valladares, conocieron sólo la parte que ella logró cubrir y descubrir en sus investigaciones.

- ¿El tradicionalismo encerró ciertas estéticas en la inmovilidad?

- Algunas sí, aunque todo lo que está vivo siempre está en movimiento y eso significa que hay mutaciones, que es atravesado por lo que sucede alrededor. Por más que los artistas repliquemos formas viejas, hay cosas que salen por los poros. A veces uno también se convierte en su propio esquema y da vueltas en ese remanso, pero todo sigue el curso que debe...

- ¿Respetás las formas o las estás rompiendo?

- Voy construyendo mi propia obra de arte desde lo que estoy hecha, la cultura de mi pueblo calchaquí. Esa obra puede ser buena o no, pero asumo la responsabilidad de hacer lo que siento con todas las sinuosidades que eso significa. Uno nunca sabe donde estará el final de los caminos, pero somos escultores de nuestro destino, intervenidos por el viento, de lo que trae en sus remolinos, porque él ya está de regreso y deja en nuestra piel lo que ha recogido de ese camino. El camino de la mujer tiene más hostilidades, pero eso será hasta que todas las mujeres encadilemos con nuestra propia luz.

- ¿Sentís que hay un reconocimiento creciente en el país hacia tu trabajo?

- Subí a un escenario cuando tenía ocho años y descubrí que en ese lugar estaba mi plenitud, mi libertad. Desde entonces nunca cambié de rumbo y luché por ese espacio hasta hoy. En el andar siempre se cosecha de todo. Sólo sentía cantar desde mi voz, por y para la gente, y decir las cosas tenía un sabor salvador. Nos fuimos conociendo con el público que hoy ya es mi familia. Tenemos una complicidad y un romance muy especial; tanto que las actuaciones no son sólo mías sino que se da una conversación con la gente, y eso se transforma en arte de ida y vuelta. Los hombres me tienen miedo, respeto y mucho cariño. Se vuelven ratoncitos ante mi presencia y me dan ternura. Soy como dice la copla: “Yo soy como un angelito/ que no sabe hacer diabluras./ Sé entrar por las puertas/ y salir por las cerraduras”.


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