El rescate de Tobías: "no te vas a ir a ningún lado, te quedás conmigo"

El rescate de Tobías: "no te vas a ir a ningún lado, te quedás conmigo"

Esteban Fernández, agente de la guardia urbana municipal de Tafí Viejo, se repetía la frase con firmeza. Tenía en sus manos la vida de Tobías y no estaba dispuesto a permitir que se le escapara. El nene de dos años se había caído en la pileta y no reaccionaba. Esteban aplicó la técnica de reanimación en el momento justo y con absoluta precisión. Y el corazón de Tobías volvió a latir con normalidad. La historia con final feliz tiene protagonistas que merecen salir a la luz.

-EN BRAZOS DE SU MAMÁ. Tobías se recuperó de inmediato.- LA GACETA / FOTOS DE ANALÍA JARAMILLO.- -EN BRAZOS DE SU MAMÁ. Tobías se recuperó de inmediato.- LA GACETA / FOTOS DE ANALÍA JARAMILLO.-

Noelia Villa quisiera despertarse y que alguien le diga que todo fue una pesadilla. Su mirada se empaña. Le tiembla el pulso. Hace cuatro días que no puede dormir. A toda hora le asaltan la mente las imágenes de su hijo Tobías, de dos años, desvanecido, flotando en la pileta del fondo de su casa. Sus manos están juntas. Parece que estuviera rezando siempre. “Esto fue un milagro; no tiene más explicación”, resume la joven mamá. Así trata de explicar lo increíble: que justo en el momento en el que ella corría a pedir auxilio con su pequeño en brazos apareció en el lugar un agente que patrullaba la zona, hizo las maniobras de resucitación y logró que el corazón de Tobías volviera a latir.

Esta triste y a la vez emotiva historia ocurrió el martes al mediodía en Tafí Viejo, en una casa ubicada a siete cuadras del centro, en Congreso al 600. Allí vive Noelia con su esposo, Adrián Noguera, y sus tres hijos: Mateo (13), Tomás (10) y Tobías. “Eran justo las 12, una hora en la que la casa está toda revuelta, hay que preparar la comida, los chicos que van al colegio, todo eso”, describe Noelia, de 39 años.

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Para el más pequeño de la casa era un día cualquiera. Inquieto, simpático, travieso... así lo describe la mamá. Cuando está despierto, es imposible no advertir su presencia. “Siempre lo estamos viendo la niñera, que se llama Carolina, y yo. Ella comúnmente le dice así: ‘¿dónde está Tobías?’, porque a él le encanta esconderse. Ese día empezó a llamarlo, pero él no aparecía. Hasta que ella se dio cuenta de que estaba flotando en el agua y empezó a gritar. Fue desesperante. Lo sacamos enseguida. Lo alcé y salí corriendo, dando alaridos. Pedía ayuda. Se acercaron los vecinos. Me decían que abriera el portón. No sé que pasó, ni quién lo abrió. Mi hijo estaba ahí, no reaccionaba. Estaba como ido, con su cabecita volteada”, relata.

Entonces...

Por esas casualidades de la vida, en la esquina de la casa hacía su ronda habitual el agente de la guardia urbana municipal Esteban Fernández. Él es primo del padre de Tobías aunque no tienen una relación muy fluida (hasta ahora). El joven de 26 años, más acostumbrado a intervenir en robos en la zona, oyó el griterío y fue a ver qué pasaba. Vio al pequeño tirado en el piso. Primero pensó que se había caído del techo. “¡Se ahogó, se ahogó mi hijo! ¡Por favor, ayuda!”, suplicaba Noelia.

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Cuando Esteban observó al niño empapado, desvanecido, pensó que no había tiempo para llevarlo a un CAPS. Había que actuar. Y rápido. Entonces, el hall de entrada de la casa se convirtió en el escenario del milagro.

“No se qué me pasó en ese momento, pero no era yo el que estaba ahí. Era una persona fría y tranquila. Se me taparon los oídos y no escuchaba a nadie. Nada me importaba más que ese niño. Lo miraba y me decía por dentro: ‘no te vas a ir a ningún lado, te quedás conmigo’”, cuenta. Y luego confiesa: “la primera imagen que se me cruzó fue la de mi hijo Leandro, de seis años. Pensé que podía ser él”.

Manos a la obra

En su preparación para ingresar a la guardia urbana municipal, el agente había aprendido Técnicas de Reanimación Pulmonar (RCP). “Igual nunca pensé que las iba a tener que usar, ni si me acordaría. Pero recordé todo”, expresa.

Con una mano arriba de la otra, empezó a darle golpes en el pecho. Luego le hizo respiración boca a boca. Fue un minuto y medio, más o menos (para la mamá, fueron horas interminables). Hasta que Tobías reaccionó, tosió y comenzó a devolver todo el líquido que había tragado. Entonces, rompió en llanto. Esteban le sacó la ropa mojada, pidió una toalla, lo envolvió y se lo dio a la madre para que subiera a la ambulancia y lo llevara al CAPS.

El agente trepó a una camioneta y los siguió hasta el centro asistencial. Se quedó en la puerta esperando noticias. “Igual yo sabía que estaba bien, que no le iba a pasar nada”, detalla. Los médicos salieron y le dijeron a la mamá: “haga de cuenta que su hijo volvió a nacer; está perfecto. La reanimación fue fundamental”.

El corazón de Noelia retomó la normalidad después de esa noticias. Aunque ella diga que no, que todavía no cae en la cuenta de lo que pasó. Por eso, ha visitado varios médicos desde que le dieron el alta a Tobías, el miércoles. “Me dijeron que no tiene ninguna secuela, ni neurológica ni física. Igual, hay que esperar 72 horas, puede hacer una neumonía. Esperemos que no. Hoy (por ayer) se levantó un poco desanimado. Un profesional me explicó que se da un caso en un millón de chicos que caen a la pileta y se les cierra la glotis, y eso no permite que pase el agua. También puede ser que todo haya salido bien porque estuvo muy poco tiempo sumergido y porque se le hizo reanimación rápido”, evalúa.

Noelia trata de encontrar explicaciones sobre cómo hizo Tobías, teniendo tanta seguridad en la casa (pileta con rejas y todo cerrado), para llegar hasta el agua. “A lo mejor quedó mal trabada la puerta... son esas cosas que no tienen que pasar y pasan”, sostiene. Mira a su hijo corretear por el comedor con dos autitos en la mano. “Brumm brumm”, tararea. Ahora lo tiene como en una caja de cristal. No lo deja salir y le toma la temperatura a cada rato.

Cada tanto Tobías, con el chupete en la boca, ojazos negros y los rulos prolijamente revueltos, se acerca a la ventana y mira hacia afuera. “Se acuerda perfectamente lo que pasó. Ayer dijo: ‘yo caí pileta’. No puedo creer todavía haberlo visto como lo vi, pensar lo peor. Y que esté aquí como si nada”, reflexiona la mamá.

Suena el timbre. Ella atiende. “Es el agente Esteban. De seguro viene a preguntar cómo está Tobías hoy. Todos los días pasa y me consulta”, cuenta antes de abrirle la puerta. “No se cómo agradecerte; salvaste la vida de mi hijo”, le repite una y otra vez. El sonríe. Y contesta: “lo haría de nuevo; fue lo mejor que me pasó”.

> La capacitación que salva vidas

Se aprenden en cuestión de minutos, pero pueden significar años de vida para otra persona. Las técnicas de reanimación cardiopulmonar (RCP) no deben ser materia exclusiva de enfermeros o médicos. “Que los policías y agentes urbanos las sepan es fundamental, porque son ellos los que están en las calles y los primeros en intervenir en casos como estos, como el de Tobías”, expresó el comisario retirado Luis Mansilla, jefe de la guardia Municipal de Tafí Viejo.
Cada año se produce una cantidad importante de accidentes de niños en el agua. Algunas veces, en superficies con muy poca cantidad de líquido. “Ante un ahogo, lo que pueda hacerse en los primeros minutos es fundamental. No sólo porque se trata de salvar una vida, sino también para evitar daños neurológicos. Esto es lo que nos enseñaron en el curso de reanimación cardiopulmonar. Además, nos instruyeron sobre la necesidad de dominar las emociones en ese momento y actuar con frialdad”, resalta el agente Esteban Fernández. 
No fue la primera vez que Esteban afrontó una situación de emergencia. Hace unos años había rescatado a un amigo que estaba a punto de ahogarse en el río Loro. “Habíamos ido a pasar el día en grupo. Yo entré al río y estaba nadando. Hasta que de repente sentí que no podía más, que el agua me llevaba. Empecé a pedir ayuda y él no dudó. Se tiró y me sacó”, cuenta Abel Roodschild, en la vereda del Centro de Monitoreo de Tafí Viejo (donde se monitorean las cámaras de seguridad). Abel se trasladó hasta allí para felicitar a su amigo por este nuevo salvataje. “No es para tanto”, repite Fernández, con la soltura de un joven que -sin dudas- está preparado para afrontar situaciones que paralizan a la mayoría de los mortales.
Mansilla contó que el municipio cuenta con desfibriladores en distintas instituciones, que pueden ser usados en caso de que algún vecino sufra un infarto. La guardia municipal cuenta con 16 patrulleros repartidos por la ciudad. Además hay 125 cámaras de seguridad y una línea de WhatsApp abierta para que los vecinos pidan ayuda cuando necesiten.

Se aprenden en cuestión de minutos, pero pueden significar años de vida para otra persona. Las técnicas de reanimación cardiopulmonar (RCP) no deben ser materia exclusiva de enfermeros o médicos. “Que los policías y agentes urbanos las sepan es fundamental, porque son ellos los que están en las calles y los primeros en intervenir en casos como estos, como el de Tobías”, expresó el comisario retirado Luis Mansilla, jefe de la guardia Municipal de Tafí Viejo.
Cada año se produce una cantidad importante de accidentes de niños en el agua. Algunas veces, en superficies con muy poca cantidad de líquido. “Ante un ahogo, lo que pueda hacerse en los primeros minutos es fundamental. No sólo porque se trata de salvar una vida, sino también para evitar daños neurológicos. Esto es lo que nos enseñaron en el curso de reanimación cardiopulmonar. Además, nos instruyeron sobre la necesidad de dominar las emociones en ese momento y actuar con frialdad”, resalta el agente Esteban Fernández. 
No fue la primera vez que Esteban afrontó una situación de emergencia. Hace unos años había rescatado a un amigo que estaba a punto de ahogarse en el río Loro. “Habíamos ido a pasar el día en grupo. Yo entré al río y estaba nadando. Hasta que de repente sentí que no podía más, que el agua me llevaba. Empecé a pedir ayuda y él no dudó. Se tiró y me sacó”, cuenta Abel Roodschild, en la vereda del Centro de Monitoreo de Tafí Viejo (donde se monitorean las cámaras de seguridad). Abel se trasladó hasta allí para felicitar a su amigo por este nuevo salvataje. “No es para tanto”, repite Fernández, con la soltura de un joven que -sin dudas- está preparado para afrontar situaciones que paralizan a la mayoría de los mortales.
Mansilla contó que el municipio cuenta con desfibriladores en distintas instituciones, que pueden ser usados en caso de que algún vecino sufra un infarto. La guardia municipal cuenta con 16 patrulleros repartidos por la ciudad. Además hay 125 cámaras de seguridad y una línea de WhatsApp abierta para que los vecinos pidan ayuda cuando necesiten.


> Paso a paso, así es la Reanimación cardiopulmonar (RCP)

1 - Determinar el caso. Verificar si hay pérdida de conocimiento en la persona. Arrodillarse a la par de la víctima y tomarla de los hombros para ver si está consciente o no.

2 - Llamar al servicio de emergencias, al 107. Verificar si respira o responde. Si tiene latidos. Abrir la boca del paciente: mirar, escuchar y sentir. Ver si se mueve el tórax. Si esto no ocurre, significa que la persona entró en paro.

3 - Hacer RCP básico. Realizar dos ventilaciones boca a boca (tapar la nariz y soplar dentro de la boca de la persona). Poner manos entrecruzadas en el centro del tórax, con codos firmes. Iniciar 30 maniobras de compresión de pecho. Luego, repetir ventilación y maniobras.

4 - Llega la ambulancia. Acceso a RCP de avanzada con drogas y otros elementos elementos, como el desfibrilador. Si hay problemas graves en la respiración, se entuba al paciente.





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