Una política integral para combatir la obesidad

Una política integral para combatir la obesidad

Desde hace tiempo viene en ascenso y sus víctimas preferidas son los niños y los adolescentes. La obesidad es uno de los males actuales y afecta actualmente a más de 40 millones de chicos en el planeta. Nuestro país ocupa un lugar preocupante en la estadística con un 30% de jóvenes con sobrepeso y obesidad, según un informe del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).

Cifras de otras entidades internacionales no son más positivas. La Argentina presenta la segunda tasa más alta de sobrepeso en menores de cinco años de América latina y el Caribe con un 9,9%, indican la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). El sobrepeso en chicos de 13 a 15 años, se incrementó en un 17% en cinco años.

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Se indica que países de ingresos medios, como el nuestro, enfrentan serie de problemas: desnutrición, deficiencia de micronutrienes, obesidad y sobrepeso. Si bien hay casos críticos, sobre todo en las zonas más vulnerables del país, los índices de desnutrición bajaron mucho en los últimos años, mientras el sobrepeso y obesidad vienen aumentando. Esta epidemia también tiene una dimensión de inequidad que afecta más fuertemente a las poblaciones más pobres. Los chicos de bajo nivel socioeconómico tienen un 31% más de posibilidades de tener sobrepeso.

En marzo de 2016, se difundió un trabajo efectuado por investigadoras de la Universidad Nacional de Tucumán, publicado en la revista de la Sociedad Argentina de Endocrinología y Metabolismo, en el que se analizaron 700 casos en clubes deportivos e institutos secundarios tucumanos. Las profesionales señalaron en la oportunidad que casi cuatro de cada 10 chicos, de entre 6 y 19 años, padecían sobrepeso u obesidad. Dijeron que si se consideraba el índice de masa corporal, el 14% de los escolares presentaba obesidad y el 22%, sobrepeso, es decir un 36% por encima del peso normal. El sobrepeso y la obesidad se producen porque hay un mayor consumo de alimentos hipercalóricos ricos en grasa, sal y azúcares, pero pobres en vitaminas, minerales y otros micronutrientes, y a ello se suma el sedentarismo. La comida chatarra sigue causando estragos en la población, especialmente en los chicos.

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La educación es esencial para crear hábitos saludables y combatir con mayor efectividad las adicciones y otros males como la obesidad. Se podría elaborar una política que combinara, por ejemplo, la educación, la salud y el deporte. En todos los establecimientos educativos debería haber quioscos saludables, una asignatura sobre alimentación sana, desde los primeros años. Se debería aumentar significativamente las horas de educación física para combatir el sedentarismo, organizar talleres para padres, educar a las madres desde el embarazo. Sugerimos que podrían firmarse convenios con el Departamento de Teatro de la UNT o la Escuela Provincial de Títeres para que sus estudiantes montaran creaciones colectivas didácticas sobre la vida saludable en escuelas, paseos públicos, o en otros ámbitos.

El Estado debe involucrarse a fondo en esta cuestión, educando y generando conciencia entre chicos y padres. Caso contrario, será muy difícil enfrentar con éxito el consumismo y al poder económico.

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