Los desafíos de América Latina ante el G-20

Los desafíos de América Latina ante el G-20

La reunión será en Hamburgo, el 7 de julio.

30 Junio 2017

Las deliberaciones de la cumbre del G20 en Hamburgo afectarán a América Latina. Argentina, que organizará la cumbre de 2018, deberá estar a la altura, dice el ex diplomático argentino Jorge Argüello, en un articulo para la agencia NuSo. Argüello es el presidente de la Fundación Embajada Abierta. Se desempeñó como embajador de Argentina en Portugal y Cabo Verde, fue embajador de Argentina en Estados Unidos y representante de Argentina ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

“Las deliberaciones del Grupo de los 20 en Hamburgo tendrán una importancia especial para América Latina, porque la región recibirá el testigo de la cumbre que organizará en 2018, en Argentina, y lo hará en un contexto global tan interconectado que, como nunca antes, la suerte de cualquier parte del planeta está atada a la del resto, aun cuando el poder mundial siga exhibiendo un evidente desbalance”, dice Arguello.

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Han pasado 10 años desde la crisis financiera que todavía frena la expansión de la economía mundial y no hay indicios de mejoras.

En el último encuentro del Grupo de los Siete países más desarrollados, en abril, en Italia, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, consagró un virtual bloqueo de las conversaciones con sus socios europeos, principalmente Alemania y Francia, y profundizó la brecha para debatir asuntos tan diversos como el cambio climático y el comercio. Ello, y la continuidad de las sanciones a Rusia, llena de nubarrones la próxima cumbre del G-20, sostiene el analista.

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Los tres grandes objetivos de la presidencia de turno alemana para la Cumbre de Hamburgo sugieren cuáles son los mejores antídotos para evitar la traumática regresión a un mundo fragmentado y desconectado: asegurar la estabilidad, mejorar la sostenibilidad y asumir la responsabilidad.

En este contexto, el imperativo de una agenda común de los intereses latinoamericanos choca con la realidad desajustada de los miembros latinoamericanos del G-20: Argentina, Brasil y México.

“Para nuestra región -dice Argüello- que ratificó el Acuerdo de París, la lucha contra el cambio climático es tan prioritario en el G-20 como puede ser el empleo, la educación y las pandemias. América Latina atesora una tercera parte del agua dulce del planeta y un tercio de la tierra por cultivar, cuando el mundo se prepara para alimentar a 9.800 millones de seres humanos en 2050. La creciente frecuencia de fenómenos extremos está exponiendo a grandes poblaciones e infraestructuras de la región, arriesga la producción de alimentos y amenaza a los glaciares”.

Las malas señales llegaron también a América Latina, con el anuncio de renegociación del Tratado de Libre Comercio (NAFTA) con México y con Canadá, además del freno al proceso de acercamiento a Cuba que había iniciado la Administración Obama.

La nueva estrategia norteamericana opera como un recordatorio de que América Latina debe aprovechar su participación en el G-20 para poner en marcha una agenda que le permita coordinar la defensa de sus intereses en el sistema internacional de comercio, y conseguir atención sobre la agricultura y su significación global, en términos de seguridad alimentaria y de las reglas multilaterales.

En estas décadas de multilateralismo, América Latina transformó su estructura comercial, desde México con su experiencia dentro del NAFTA, hasta Brasil como nuevo exportador de alimentos. Ese cambio, exige también que los países desarrollados pongan a la agricultura y la agroindustria bajo las reglas de la Organización Mundial de Comercio, como parte de una condición de la estabilidad internacional: la seguridad alimentaria.

La nueva generación de acuerdos inter regionales de comercio e inversiones, como el Transpacífico, de incierto futuro sin Estados Unidos, y las negociaciones, también inciertas, del Mercosur con la UE pueden colocar a América Latina en el centro del gran juego.

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