Vlady Kociancich: “Nunca pienso en teorías cuando escribo, es ajeno a mí”

Vlady Kociancich: “Nunca pienso en teorías cuando escribo, es ajeno a mí”

La autora de “Abisinia” habla de su nueva novela “El secreto de Irina”, que incluye un viaje iniciático al corazón de la cultura maya.

ESPONTANEIDAD. “Cuando empiezo un libro ni siquiera sé cómo voy a terminarlo”, afirma la autora argentina. ESPONTANEIDAD. “Cuando empiezo un libro ni siquiera sé cómo voy a terminarlo”, afirma la autora argentina.
31 Agosto 2016
En “El secreto de Irina”, Vlady Kociancich vuelve una vez más a una novela de iniciación donde la protagonista realiza un viaje de placer a la costa mexicana junto a un grupo de amigos, y a partir de una crisis personal vive un hecho que la sumerge en el corazón de la selva, donde tendrá una experiencia sanadora y de redención.

La novela, editada por Tusquets, abre con el grupo sobre la playa, saturado por el calor del trópico y con deseos de regresar a Buenos Aires, lo que cambiará a partir de una excursión a un cenote, un curso de agua dulce inmerso en una caverna, que en vocablo maya significa abismo y que se convierte en una metáfora anticipatoria de lo que ocurrirá con la historia y con el relato que a partir de allí gana en suspenso y profundidad. Esa travesía marcará un antes y un después en la historia de Irina, que al sumergirse en el cenote modificará el itinerario del viaje y el vínculo entre los amigos argentinos.

Los viajes, que aparecen constantemente en sus libros, formaron parte de la vida de Kociancich, que empezó a viajar por cuestiones laborales y luego continuó haciéndolo a partir de invitaciones para exponer en congresos o encuentros sobre literatura. “Durante los viajes es como si uno perdiera su identidad parcialmente para ganarse otra, y cuando regresa, vuelve a su identidad, a la verdadera”, sostiene la escritora.

Autora de “Abisinia”, “El templo de las mujeres” y “Amores sicilianos”, Kociancich ubica a los personajes en viajes que no solo implican un desplazamiento físico sino una introspección y, en este sentido, considera que Irina vivirá “una experiencia mística, filosófica, porque le genera preguntas acerca de quiénes somos a dónde vamos, que en este caso está unida a la acción”.

En diálogo con Télam en su departamento de Recoleta, la escritora que pide permiso para fumar unos pocos cigarrillos durante la entrevista repasa sus viajes al exterior y sus constantes periplos a La Cumbre, adonde se traslada, en especial durante el verano, para escribir.

- ¿A partir de qué surge esta historia, de un hecho puntual, de un personaje?

- No, mis historias surgen a partir de un detalle o por una frase escuchada o algo que me llama la atención. En este caso estaba en una playa cerca de Cancún y se hablaba de cenotes para hacer una excursión, y de gente que por imprudencia muchas veces se ahoga porque se sumerge en los que no están dentro de la ruta turística segura. Nunca estuve en un cenote, hay unos 2500 cenotes en México.

En esa charla, un buceador dijo ‘yo ahí no me meto ni loco’, y se me ocurrió pensar qué sucedería si una persona queda olvidada en un cenote, y a partir de ahí empecé a armar el argumento y la aventura de la novela.

- El ingreso de Irina en el cenote marca su transformación, como si tuviera que caer en lo más profundo para poder salir.

- El cenote es la metáfora, sucede en la vida de cada uno en algún momento. Es lo que llamamos situación límite: algo terrible nos ocurre, como en el caso de la protagonista que vive una sensación de culpa por la pérdida del hijo, que la lleva a una depresión más o menos peligrosa, que ya preocupaba a sus amigos estando en Buenos Aires.

- Como en otras novelas, el viaje implica una transformación de la protagonista.

- Es una transformación y como en las novelas iniciáticas hay una vuelta, un traslado, un hecho que nos enriquece. Pero la idea del viaje tiene que ver también con la fugacidad de las situaciones, incluso con tomar conciencia de que no estamos acá en el mundo para siempre, sobre todo cuando nos acercamos a la mitad de la vida y nos preguntamos qué estamos haciendo de nuestra existencia.

- ¿A partir de qué llega a usted el conocimiento de la cultura maya?

- Fundamentalmente de lecturas de libros sobre la cultura de los mayas. Anthony Berger citando a Shakespeare dijo que los novelistas no somos más que ladrones de cosas sin importancia: no es que yo sea una erudita de la cultura de los mayas, y no exploré ese mundo, pero cuando empecé a leer a partir de la novela me interesó.

- ¿Qué elementos extrajo de sus lecturas que la impactaron para ubicarlas en la historia?

- A mí me encantó descubrir en la cultura maya a la diosa Ixtab, la diosa del suicidio, porque son raras las culturas que no condenan el suicidio. En general se condena el suicidio y esa diosa me dejó muy asombrada así como el hecho de que los mayas no solo no condenaran el suicidio, sino que tuvieran una diosa para los héroes de almas cansadas. Para suicidarse hay que tomar una decisión que destruye la vida, que es preciosa. Hay una idea de lo importante que es la vida, y de que cuando hay un cansancio infinito hay una especie de paraíso para las personas que no dan más. Que se respete esa decisión es muy raro, es de una cultura muy sofisticada.

- En la novela hay una idea de que la salvación o rescate de los personajes viene de la ayuda de extraños, ¿comparte esta apreciación?

- En general en mis novelas la referencia a lugares exóticos vienen acompañados con la idea de que este mundo no es tan hostil en cuanto a los extraños que uno encuentra. En general hay mucha gente generosa, solidaria, y lo que ocurra dependerá de la actitud de respeto que uno tenga hacia una cultura extraña a la nuestra. Eso me ha pasado en todos mis viajes, inclusive en muchos que se consideraban peligrosos.

- La novela está estructurada en base a opuestos, a dualidades, ¿Lo buscó deliberadamente?

- Nunca pienso en teorías cuando escribo, es ajeno a mí. Cuando empiezo un libro ni siquiera sé cómo voy a terminarlo, no tengo plan, voy descubriendo, explorando hasta que tengo la novela. En este caso, la separación en capítulos donde ubico a cada uno de los personajes me obligaba a descansar un par de días para poder cambiar el tono, para ponerme en lugar del otro personaje, porque yo tenía que ser un poco esos personajes. Es a veces el trabajo del novelista, un trabajo actoral, porque es ficción.

- Irina se transforma, experimenta una sanación y encuentra verdades de la gente que la estuvo cobijando.

- Exacto, lo que narra la novela es la libreta donde ella escribe. Es el punto de vista de los argentinos. Traté de que la novela fuera al final la vuelta a casa, la vuelta a lo que uno es, porque en los viajes es como si uno perdiera parcialmente su identidad para ganarse otra, y cuando regresa, vuelve a su identidad, a la verdadera.

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