La UCR, al borde del abismo

La UCR, al borde del abismo

La disyuntiva que el radicalismo enfrentaba a nivel nacional se potenció en Tucumán, a raíz de la pérdida de predicamento entre los votantes que no aceptaban la hegemonía peronista.

Durante los 10 años que siguieron a la salida del gobierno, el radicalismo se enfrentó a la necesidad de definir qué tipo de relación iba a establecer con el gobierno menemista y al imperativo de mantener la unidad

Así encuadró la historiadora María Virginia Persello la situación que vivió la UCR desde 1989 en adelante.

Si esa era la disyuntiva que afrontaba el partido a escala nacional, en Tucumán había otra que era producto de su pérdida de predicamento entre los votantes que no aceptaban la hegemonía peronista.

Fuerza Republicana (FR) lo desplazó de ese rol. A eso sumó el incesante apoyo del interventor federal Julio César Aráoz a la emergente postulación de Ramón Bautista Ortega a la primera magistratura. Frente a ese panorama, las divergencias entre angelocistas (partidarios del gobernador cordobés) y alfonsinistas se diluyeron. El combate por la supervivencia se centró en la política provincial y en la puja por cargos electorales y la dirección partidaria.

Puja polémica

De la elección interna del 30 de junio se exceptuó la categoría de gobernador y vicegobernador. La fórmula Rubén Chebaia-José Ignacio García Hamilton era apoyada por las diferentes corrientes del partido. Los dos postulantes a conducir la UCR, Cecilio Heredia (lista Roja y Azul) e Ysa Adad (Roja) coincidían en mantener la individualidad partidaria. Se disputaban, además, las candidaturas a intendentes y a diputados nacionales. Para los puestos legislativos y de concejales regía la Ley de Lemas. Para entonces el padrón radical exhibía 80.000 afiliados. La UCR marchaba a la elección de normalización institucional de septiembre, caminando al borde del abismo.

Tercia la Justicia Federal


Heredia venció a Adad en las urnas, pero su proclamación se dilató por varios días. Adad cuestionó las cifras provisorias desde la noche del 30.

Carlos Courel (lista Blanca) derrotó sin discusiones a Mario Marigliano (Roja y Azul), Norah Castaldo (Azul y Blanca) y Luis Yanicelli (Blanca y Marrón). Los vencidos se sumaron de inmediato al comando de campaña de Courel. El ex funcionario de Raúl Martínez Aráoz interpretó que su triunfo era el de una nueva generación que se proponía recuperar la unidad partidaria para ser alternativa.

Heredia, en tanto, se comprometía a generar acciones que vuelvan a transformar a la UCR en una opción creíble.

Sin embargo, la tensión interna obligó a Raúl Alfonsín a suspender su participación en el homenaje a Ángel Pisarello, asesinado por la dictadura militar.

Adad, a tono con ese clima, rechazó resoluciones de la junta electoral partidaria que lo perjudicaban y acudió al fuero electoral nacional. El entonces juez Jorge Parache no hizo lugar a la impugnación del ex diputado. Descontento, Adad recurrió la resolución ante la jueza electoral subrogante Graciela Fernández Vecino, que también falló en su contra.

El traspaso


Tras la definición judicial, el 18 de julio Chebaia le traspasó la presidencia a Heredia. Es una locura, dijo el primero, al negarse a encabezar un sublema de legisladores. Chebaia tenía conciencia de que iba al sacrificio político. La chance de la UCR era remotísima, mientras crecía la del bussismo.

Desde la Casa de Gobierno se exponía con claridad que la formación electoral capaz de derrotar al polo autoritario (FR) era el Frente de la Esperanza (polo democrático). El despliegue de esa estrategia implicaba incorporar a candidatos de extracción radical en listas de intendentes. La intendencia de San Miguel de Tucumán representaba una pieza fundamental dentro de ese armado de poder.

Courel requirió a la junta de gobierno que autorizara la inclusión de su nombre en la lista del FE, con la aclaración de que no iba a integrar otra alianza electoral. La dirección partidaria encabezada por Heredia se pronunció negativamente. En una segunda presentación, insistió en su postura.

Los candidatos del radicalismo para el 8 de septiembre fueron electos por los afiliados, respondió la UCR, que procedió a inscribirlos en el juzgado electoral nacional. Con ese paso no sólo le cerró el camino a Courel, sino también a las eventuales deserciones de Amado Deguer (Concepción), Gregorio García Biagosch (Banda del Río Salí) y Félix Arturo Mothe (Simoca). Ellos, al igual que Courel, habían ganado en las elecciones internas del 30 de junio.

La UCR entraba en la etapa de las definiciones, con las energías políticas muy bajas.

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