Argentina - Inglaterra, mucho más que un partido de fútbol

Casi todo argentino que tenga más de 40 años seguramente recuerda nítidamente ese día. El próximo miércoles se cumplen 30 años del partido que el seleccionado argentino disputó contra el inglés en el Mundial de México. El periodista Andrés Burgo reconstruye lo que vivieron protagonistas y testigos en "El partido", libro que acaba de publicar y que aborda un hito deportivo con extraordinarios condimentos: Malvinas, el gol de “la mano de Dios”, el del “barrilete cósmico”, las disputas, los mitos, los héroes anónimos. Por Alejandro Duchini - Para LA GACETA.

19 Junio 2016
-Escribiste un libro sobre un encuentro de fútbol pero, al fin de cuentas, trata también sobre temas sociales. Entre ellos, la guerra de Malvinas.

- Siempre estaba esa imagen fundida entre el partido Argentina-Inglaterra y los héroes anónimos de Malvinas, con hambre, con la cara lastimada, muriéndose de frío. ¿Quiénes son?, me preguntaba. Entonces me pareció oportuno darles un espacio y empecé a buscar a ex combatientes futbolistas. Son de clase 62 y en ese equipo campeón de México 86 había jugadores de ese año. Algunos se salvaron por número bajo y otros por ser ya futbolistas reconocidos.

Lo que acaban de leer es parte de la charla que tuve con Andrés Burgo, periodista y autor de un libro que no puedo dejar de recomendar. Se titula El partido, Argentina - Inglaterra 1986 (Tusquets). El tema central es el encuentro que disputaron el 22 de junio de 1986 las selecciones de fútbol de ambos países en el Mundial de México. Se impusieron 2-1 los de Bilardo.

Los goles argentinos los hizo un Maradona formidable en un mediodía épico (tarde argentina). El primero fue con la mano, aunque eso se supo después. Ese tanto es conocido como el de La mano de Dios. El segundo es todavía el mejor de la historia. En 10.6 segundos -según Hernán Casciari-, Diego dejó en el camino a seis ingleses: Hoddle, Reid, Sansom, Butcher, Fenwick y al arquero Shilton. Víctor Hugo Morales lo relató de tal manera que él también pasó a la historia, no sólo por la emoción sino por aquello de barrilete cósmico. Una semana después, nuestra Selección sería campeona del mundo al ganarle a Alemania 3 a 2. Pero ese no es el tema. Burgo no habla del campeonato logrado sino de todo lo que hubo antes y después de ese encuentro ante Inglaterra que era más que fútbol.

Cuatro años antes de esa fecha se había producido la guerra en las Malvinas. Desde un segundo después de ese 2-1, la rivalidad futbolera entre ambos países fue más que un deporte. De eso escribe. Para hacerlo investigó durante años: recorrió bibliotecas, leyó diarios y libros, entrevistó a jugadores argentinos de ese plantel que, lejos de ser millonarios, volvieron en algunos casos a vivir a sus pueblos y, en otros, viven del fútbol como técnicos o periodistas. También se juntó con Carlos Bilardo, el entrenador. E intercambió e-mails con ingleses que expresaron tanto la bronca como la admiración hacia ese equipo en general y Maradona en particular. Y dedicó sobre el final unas cuantas páginas formidables, de puro periodismo, a Malvinas. Tanto como para dejar en claro que esos 90 minutos estaban marcados por aquella guerra de 1982.

“A la concentración argentina en México empezaron a llegar telegramas de soldados que habían combatido en Malvinas”, escribe Burgo. Y Ricardo Giusti, titular del equipo, le recuerda que “los leímos”; en tanto que Garré le dice que “eso te daba fuerza”. Pero el mérito de Burgo está en que fue más allá de las voces de los jugadores. Porque entrevistó a ex combatientes que en vez de seguir con su sueño del profesionalismo en una cancha debieron resignarse a viajar, con su juventud a cuestas, al Atlántico Sur. De esta forma, le dio voz a quienes hasta ahora sólo habían callado o fueron callados por la historia. “Me gustan los actores secundarios”, justifica todavía feliz pero desgastado después de semejante trabajo que tuvo que reducir a 294 páginas. “Pero eran muchas más”, aclara.

Pedazo de gloria

“Mis dos mundiales son los del 86 y 90. Claramente”, me dice para luego aclarar que “este libro es un poco un viaje a mi infancia, una reivindicación de esos actores secundarios, que son absolutamente necesarios. Es también un libro sobre cómo anteponemos nuestros recuerdos a lo que realmente pasó y cómo vamos cambiando nuestra visión de las cosas con el paso de los años de acuerdo a lo que queremos. La memoria es selectiva”. Y ejemplifica con Carlos Bilardo: “Al día siguiente del partido con Inglaterra dijo que el de Maradona fue el segundo gol de su vida que gritó. Que el primero había sido uno de Verón (padre). Tiempo después dijo que no lo gritó. Supongo que eso en parte le viene bien para fomentar su imagen de técnico obsesivo”. Y está el caso del propio Maradona, “quien el mismo día del partido comentó que el gol fue de su hermano, El Turco, porque mientras se encaminaba a definir recordó su consejo en una jugada similar en la que él, el propio Maradona, terminó de otra manera. Pero al año siguiente se enojó con ‘esos que dicen que el gol fue de mi hermano’”.

Hay hallazgos tan efectivos como llamativos. Por ejemplo el del utilero principal, Rubén Benros, a quien la muerte lo sorprendió poco antes de la publicación de El partido. Su presente lo venía maltratando entre geriátricos y bares donde lo conocían y le invitaban rondas de café. Treinta años después, sus testimonios grafican aquella historia deportiva-social. También llama la atención que un periodista de aquellos tiempos hoy sea el casero de la AFA, en la calle Viamonte.

“Después de las buenas siempre vienen las malas. Nadie tiene inmunidad. Ni siquiera los héroes. A estos tipos les pasó lo mejor, pero después le pasaron todas: lesiones, perder un dedo, adicciones, problemas de paternidad no reconocida. Pero el pedacito de gloria no se los saca nadie. En cierta forma creo que todos los días un poquito se deben acordar de que jugaron ese partido”, balancea Burgo.

“Hablé con los diez titulares argentinos, salvo Maradona. También con muchos suplentes y con el técnico, Bilardo. Además lo intenté con los ingleses, pero de ellos sólo pude acceder a dos”, destaca el autor.

Está buenísimo el análisis del paso del tiempo en la vida de aquellos futbolistas que lograron el segundo título mundial para la selección argentina. Tres décadas después ninguno se hizo millonario. Aquellos años nada tienen que ver con los tiempos actuales, en que jugadores en esa situación asegurarían su futuro económico. Todos pasaron buenas y malas. “Son obreros, clase obrera. Algunos, la mayoría, creo que cobra una pensión. Pero están bien económicamente. Les estoy agradecido de que me hayan recibido. De chico estaban en los pósters de mi habitación. Los admiro. Es como el niño que no se fue y verlos… Calculo que les debe pasar lo mismo a los pibes de ahora con Messi, Di María, Tévez”, explica Burgo.

Para él, aquel equipo no era sólo Maradona, como sostienen muchos: “Él iba hacia el Everest, pero no subía solo. Iban otros flacos ayudándolo. No era Maradona y nada más. De hecho, algunos fueron campeones del mundo con sus equipos, otros ganaron títulos en Europa. Valdano, Ruggeri, Burruchaga, Giusti, Batista”.

Los mitos de aquel encuentro y de aquel Mundial tampoco quedan de lado. El caso de Daniel Passarella, que llegaba como referente y perdió la capitanía en el brazo de Maradona, tiene un lugar especial. Finalmente, Pasarella quedaría internado y volvería casi sin amigos de aquel plantel, cuyas internas también destaca el autor. La presión del gobierno alfonsinista para que echen a Bilardo antes del Mundial es también recordada. Como la pelea Menotti-Bilardo y aquella mitología que indica que hubo peleas entre barras argentinos e ingleses. Testigos de esos hechos los recuerdan con los detalles que permiten las memorias cuando el tiempo transcurrido fue tanto.

El caso de Maradona es un tema aparte. Si ya generaba atenciones antes del partido, su presencia fue impresionante después de aquellos dos goles, a los que Burgo señala con detallada atención: hablan los fotógrafos que permitieron descubrir que uno de ellos fue con la mano, refieren los periodistas que no vieron ese detalle del puñetazo, cita declaraciones de ingleses y argentinos que se sintieron estafados -los primeros- y maravillados -los segundos. “El 22 de junio de 1986, Maradona llevaba tan adentro el Mundial que el Mundial era él”, opina el autor en una de las páginas del libro. Donde también recuerdan los propios ingleses el significado de Maradona. “Quería ver a Maradona desde que formamos en el túnel, pero él estaba delante. Vi su mata de pelo negro y la gente, si no sintió temor por su presencia, tomó conciencia de que ahí estaba”, le cuenta Steve Hodge al autor a través de un correo electrónico.

“El fútbol siempre exageró la vida y el Mundial siempre exageró el fútbol”, escribe Burgo en El Partido; y tiene razón. “Es un libro de fútbol argentino en el que intenta reflejarse al fútbol. Es el libro de la gran obra individual de un futbolista, pero es también un libro que enseña que sin la fuerza de lo colectivo no hubiese pasado mucho. Es un libro honesto aún desde la tapa, porque no está Maradona sino Valdano. Me gusta que la tapa sea así”, destaca el autor, para quien “sin el gol de Diego ese partido no hubiese sido tan recordado como lo es hoy. Para mí, es el partido más importante del fútbol argentino. Podés compararlo con el de la final del 78, pero este tiene más cosas. Tiene todo: el gol con la mano, los dos primeros goles con nombre propio: La mano de Dios y el del barrilete cósmico, la primera gran frase que le adjudican a Maradona (“lo hice con la mano de Dios”), el gran relato de Víctor Hugo Morales, la pelea Menotti-Bilardo, el rol del periodismo. Y la guerra de Malvinas, claro. Ese partido fue especial por eso y porque se jugó contra Inglaterra. Nada menos”.

© LA GACETA

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios