“Bebé” y adulto a la vez

“Bebé” y adulto a la vez

Acosta siguió madurando hasta convertirse en una de las figuras de Atlético en el torneo.

PUNTERO EN EL APLAUSÓMETRO. La gente ovacionó de pie a Acosta cuando salió del campo de juego en el partido del domingo ante Los Andes.  LA GACETA / FOTO DE HÉCTOR PERALTA PUNTERO EN EL APLAUSÓMETRO. La gente ovacionó de pie a Acosta cuando salió del campo de juego en el partido del domingo ante Los Andes. LA GACETA / FOTO DE HÉCTOR PERALTA
10 Noviembre 2015
En 2010, cuando Guillermo Acosta llegó a San Jorge proveniente de La Florida, no tenía ni la más remota idea de que cinco años después se ganaría por mérito propio la chance de jugar en Primera. Por ese entonces, San Jorge jugaba el Torneo del Interior y la Liga Tucumana. ¿Cómo imaginarse semejante ascenso personal? Mucho menos en un chico tan tímido como él. “¿Podemos hacer una nota?”, le consultaban en ese entonces los periodistas que cubrían al “expreso”. “Sí, pero vamos por allá que no quiero que me escuchen”, contestaba Acosta que llevaba al periodista a un lugar alejado de cualquier persona en la cancha de Lince o la de Central Norte, donde se entrenaban.

Quizás todavía seguía teniendo mucho de “Bebé”, un apodo puesto cuando era niño y jugaba en Ateneo Parroquial Alderetes. Con casi cinco años, iba a jugar al potrero con el chupete puesto y uno de los entrenadores sentenció su seudónimo para siempre: “Bebé”.

¿Cuánto cambió ese chico que no podía hablar en público? “Yo sigo siendo el mismo, lo único que cambié es mi parte futbolística. Pude evolucionar”, revela uno de los tres jugadores más importantes en la campaña del campeón.

En 2013 cambió de club, dando el primer paso que hizo ruido en su carrera: llegó a Atlético. “Siempre quise jugar en un grande de Tucumán y por suerte en ese momento se me dio”, reveló.

Pero algo más debe haber cambiado ya que la entrevista la concede frente a varios de sus compañeros y aunque algunas veces titubea, está seguro de lo que dice. “En mi crecimiento futbolístico tuvo mucho que ver mi familia, mi esposa, mi hijo, mi papá, mi hermano, mis amigos. Ellos me ayudaron a ser lo que soy hoy”, dice.  

El jugador también terminó admitiendo que uno de sus cambios tiene que ver con el orden que le dio a una vida que como la de cualquier joven, pasa por niveles altos y bajos. “Estoy más tranquilo ahora y también se lo debo a ellos”.

Lo que no cambió tiene que ver con sus orígenes y el respeto hacia ellos. Nacido en El Palomar, en Banda del Río Salí, sigue visitando el barrio con asiduidad. “Es más, por cábala, con los chicos, hicimos un asado todos los miércoles en el barrio y lo vamos a seguir haciendo”, explicó.

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