María Kodama, El Aleph y el plagio

María Kodama, El Aleph y el plagio

La noticia estalló recientemente y se esparció de inmediato en el mundillo literario: Pablo Katchadjian, que había sido sobreseído en primera instancia, fue procesado por el juez Guillermo Carvajal por el delito de defraudación a la propiedad intelectual por haber editado, en 2009, El Aleph engordado

María Kodama, El Aleph y el plagio
05 Julio 2015

Por Hernán Carbonel - Para LA GACETA - Salto (Buenos Aires)

El libro de Pablo Katchadjian tuvo una tirada de 200 ejemplares de apenas medio centenar de páginas. Como él mismo explica en el Posfacio, abordó el texto de El Aleph en un “trabajo de engordamiento”, sin modificar el original.

¿Deformación, broma, acto lúdico, intertextualidad, collage, pastiche, ejercicio exploratorio, grito de vanguardia literaria? Cualquiera de esas opciones y más, pero, se sabe, nadie se apasiona por lo que no ama.

En 2011, María Kodama le inició una causa por plagio. Hoy, pesa sobre un él un embargo de $ 80.000 por un delito que contempla de un mes a seis años de prisión.

La defensa para Katchadjian fue inmediata y masiva. Incluso se creó una cuenta de Facebook: Apoyo a Pablo Katchadjian (la foto de perfil semeja sus muy particulares bigotes). Su abogado es Ricardo Straface, también escritor, y como testigos propuestos por la defensa aparecen nombres de la talla de Jorge Panesi, Beatriz Sarlo y César Aira.

Pero, está claro, no todo se circunscribe a este caso. Maximiliano Tomas lo definió muy bien en estos días en una nota para La Nación: se trata de “la industria del juicio”.

Kodama ya lo ha hecho con un crítico literario francés; con historiadores y biógrafos como María Esther Vázquez, Alejandro Vaccaro y Roberto Alifano; con la red social Taringa (la plataforma ganó el pleito ya que no se la puede considerar responsable por el contenido compartido por sus usuarios). Además, reeditó El tamaño de mi esperanza, libro del que Borges renegó en vida; pasó su obra de la editorial Planeta a Random House, y riñó hasta que Alfaguara tuvo que sacar del mercado El Hacedor (de Borges). Remake, del escritor español Agustín Fernández Mallo.

Ni este caso está aún cerrado ni Kodama cejará en su cruzada leguleya. Dueña de los derechos de publicación de su marido y de la fundación que lleva el nombre, parece haber esquivado u obviado la esencia de lo que el hombre que le dio el mote de viuda amaba más que a ella: el peso de la historia universal construida a través de esa ceremoniosa infamia que es la literatura.

Porque los escritores se vuelven su obra, y, llegado un punto, ya no les pertenece. Un día pasa a ser de sus lectores. E, incluso, de otros autores.

© LA GACETA

Hernán Carbonel - Periodista, crítico literario y escritor.

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