Se acaba el plazo para postular un poco de grandeza

Se acaba el plazo para postular un poco de grandeza

Casi como si no pudiera hacerse nada en política a prueba de la ominosa interna radical, el Acuerdo por el Bicentenario concluye la primera semana de junio en una angustiante meseta para sus dirigentes. Al lanzamiento nada menos que en la Casa Histórica le siguieron una caminata en Alberdi y otra en Alderetes. Y en medio de estos episodios florecieron las rencillas por migajas. Patéticas miserabilidades, para decirlo en la jerga de los que se hacen llamar “correligionarios”.

El jueves debía ser crucial para el armado entre la UCR y el peronismo amayista. Y así comenzó. El desayuno entre los encuestadores nacionales y los consultores locales de ambos sectores arrojó definiciones.

La recomendación central fue provincializar la campaña electoral. Las cifras dan cuenta de que el bonaerense Daniel Scioli mide aquí mucho mejor que lo que opositores vernáculos desean. La idea radical de traer el 9 de julio a los presidenciables de la UCR, el PRO y la Coalición Cívica tuvo, en ese dato, una negativa fundada. En rigor, la recomendación fue que se le sugiera a Mauricio Macri que, si no acuerda con Sergio Massa -lo cual pondría en aprietos al sciolismo en la propia provincia de Buenos Aires-, trate de concretar sólo las visitas indispensables a este distrito.

A la vez, los especialistas recomendaron peronizar el discurso. Léase, descartar las denuncias como estrategia de campaña y reservar el reclamo de calidad institucional sólo para el “círculo rojo” (eufemismo porteño para el entorno). Esto porque -dijeron- entre las urgencias del electorado están, antes, las soluciones para la inseguridad, la inflación y el desempleo.

Del encuentro también surgió una fecha: el 17 de junio. Ese será, en principio, se presentará la fórmula. Es casi un hecho que el binomio será encabezado por el diputado José Cano, entre otras cosas porque, de las dos opciones posibles, la fórmula que lleva a Amaya como vicegobernador es la que mejor mide, según coincidirían las mediciones realizadas desde Buenos Aires y desde Tucumán. Si no hay presentación oficial aún se debe, por un lado, a esa entelequia de tahúres que se ha dado en llamar “tiempismo”; y, por otra parte, porque los socios todavía no tienen un libreto común. No tanto para que sepan qué decir sino, por el contrario, para que conozcan qué cosas no mencionar, a fines de que -en público- uno no incomode al otro.

Al mediodía terminaron de desayunarse y lo siguiente era que, a las 23.59 de ese mismo jueves, el radicalismo diera por cerradas sus listas. El plazo, en verdad, rige para todo el frente opositor, pero el amayismo resolvió, con pragmatismo peronista, que sus principales referentes armen acoples y salgan a competir por sus propios medios. La UCR, en cambio, se reservó la lista que llevará el nombre de Acuerdo por el Bicentenario. Y aunque el centenario partido pautó la fecha límite, no logró cumplirla y la prorrogó por una semana más. Otra semana de indefiniciones, que el alperovichismo capitalizará mostrando que sabe cerrar filas sin mayores hesitaciones.

Los socios menores de los radicales rezongan. Consideran, hastiados, que se trata, nuevamente, del síndrome de “partido chico” que afecta a la UCR local. Síndrome por el cual, muchos de sus miembros, lejos de trabajar por la posibilidad de llegar a la gobernación, sólo se preocupan por el lugarcito en la lista.

El socio mayor, el amayismo, berreó a los alaridos. Antenoche, algunos de los que desayunaron se juntaron para cenar. Los “correligionarios” ventilaron entonces que, a raíz de los compromisos de Cano con el macrismo, debían cederle la candidatura a intendente de Yerba Buena al PRO, lo cual les abrió una brecha con el concejal Mariano Campero, quien se declaró irreductible en su búsqueda por la jefatura municipal de la “Ciudad Jardín”, así sea a través de un partido municipal. La reacción amayista ante el llanto radical fue virulenta. Si perdemos, nosotros nos vamos a la casa, fue la destemplada respuesta de los hombres del intendente capitalino. No necesitaron agregar que les parecía una barbaridad que, estando en juego la gobernación, los radicales estuvieran dilatando tiempos y definiciones por los problemas de cartel.

La contestación amayista también reprocha la doble candidatura que intentan Cano y compañía. No es que al oficialismo capitalino le molesten las testimoniales (hace una década que las validan). Lo que inquieta es que en las PASO, a 15 días de la votación provincial, el candidato a gobernador del Acuerdo por el Bicentenario pueda sacar menos votos que José Alperovich.

Es cierto que las leyes alperovichistas para proscribir a Cano son una falta de respeto a la democracia, a la historia del peronismo y a la inteligencia de los tucumanos. Que el gobernador declame reparos a las doble candidaturas, cuando desde 2009 es a la vez gobernador y senador suplente, muestra que la desvergüenza del régimen se supera día a día. Más aún: todos los asesores letrados le manifestaron al mandatario, con sumisa sinceridad, que harían cuanto él pidiera, pero que debían advertirle que esa ley no pasaría el control de constitucionalidad en la Justicia. Y no va a pasarlo. Hasta los defensores de la democracias deliberativas sostienen que los jueces deben inmiscuirse poco y nada en los asuntos políticos, salvo cuando el poder político provoca una ruptura en las reglas del juego democrático. La vocación del mandatario por estrellarse en tribunales es inclaudicable.

No menos cierto es que, más allá del oprobio legal alperovichista y de los argumentos electoralistas del canismo, el desalentador apellido de toda doble candidatura es, y será, “por la dudas”. Así no se convence a los electorados, porque en todo “por las dudas” no hay nada de convicción.

¿Por qué Cano se postula para senador? Ninguna de las respuestas satisface a sus socios ni a los miembros su fuerza. Ni la que brindan sus detractores, que afirman que el diputado es culturalmente alperovichista y, por tanto, está enfrascado en una carrera de acumulación de poder. Ni la que dan sus defensores, quienes sostienen que si él no enfrenta a Alperovich el 9 de agosto, el mandatario entonces sí se encaminará a un triunfo rotundo. Para el caso, los amayistas proponían ceder las precandidaturas nacionales al PRO, para que el macrismo cargará con un eventual traspié. Tampoco convencen las explicaciones “neutrales”, según las cuales Cano debe ser candidato a senador para saldar compromisos con los presidenciables. La respuesta común es que las obligaciones políticas contraídas por el diputado no pueden ser coparticipadas en sus riesgos a los miembros del acuerdo.

Precisamente, la lectura de los radicales respecto de las vacilaciones que postergaron el cierre de listas es que el candidato a gobernador de ese partido tiene, además, demasiados compromisos locales. Por estas horas, si Cano opta por preservar la lista “oficial” sólo para radicales, tendrá que desairar, por ejemplo, a Libres del Sur y la Asociación Bancaria, y mandarlos a que se acoplen. Pero si decide integrar a esos sectores, la variable de ajuste serán sus “correligionario”.

El agravante es que, tal y como está el mercado radical de demanda de espacios, en la capital ni siquiera con la lista exclusiva para la UCR alcanza. A la senadora Silvia Elías de Pérez no le disgustaría encabezar la lista de legisladores de la capital a modo de compensación si debiese declinar su precandidatura a intendenta, además de secundar a Cano en la nómina de senadores. A la vez, para seguir en la Legislatura se anota Fernando Váldez, mientras su par Federico Romano Norri mira al Congreso, y el diputado Luis Sacca, que deja su banca este año, espera señales.

Ante tanto codazo, ya resolvieron postularse con acoples, el concejal José Luis Avignone, por un lado, y el ex edil Raúl Moreno, por otro, quien estará acompañado por Juan Carlos Sánchez, cuñado de Cano.

Ahora bien, si no había lugar para todos el jueves, ¿porque va a haberlos durante la semana que viene?

Restan 78 días para la elección provincial. Sólo 11 semanas. Pero el radicalismo, en el centro de un proyecto político grande, aún no ha aportado grandeza.

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